YIHADISMO
O
GUERRA SANTA MUSULMANA
Una forma de fanatismo
religioso-político
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Con el yihadismo el odio humano se viste de guerra santa musulmana. En otros tiempos se vistió de guerra santa cristiana. Se vistió también de guerra santa comunista y de Santa Revolución marxista. El yihadismo puede tomar diversas vestimentas, pero siempre tiene la misma «alma»: la capacidad humana de odiar a sus semejantes. Ya lo decía Empédocles, la historia del Universo se mueve por dos grandes fuerzas: El Odio y el Amor.
El odio humano es muy escandaloso y tremendamente cruel. Lo es especialmente cuando es movido por la idea de algún Ser Supremo. Éste puede tomar muchos nombres: Yahvé, Dios, Alá, Revolución, Raza, etc.
El odio es fácil de despertar y difundir. Lo puede hacer cualquiera, hasta el más ignorante y analfabeto. Puede estar animado por una experiencia personal o por una educación religiosa o ideológica. El fanatismo religioso o ideológico es su aliado.
Niega al otro todo derecho, incluso el derecho a la vida. Ve «enemigos» por todas partes. No conoce amigos. Sólo es amigo de sus fanáticas creencias e ideas. Sólo acepta a quienes las compartan y mientras no se aparten de ellas. El fanático puede traicionar a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos y a sus amigos. En el fondo no es amigo de nadie, sólo de su fanatismo y de sí mismo. Es un gran egoísta.
El fanatismo religioso o ideológico siempre existió, en mayor o menor medida, en la historia de la especie humana. Probablemente así seguirá siendo. Quien lo fomenta se cree en posesión de la verdad sobre cómo se ha de organizar la sociedad y qué moral debe regir la conducta de las personas.
Sigue el principio de que la verdad tiene todos los derechos y el error, ninguno. Por eso, quienes se creen en posesión de la verdad se vuelven autoritarios, intransigentes, árbitros del bien y del mal, jueces de todos los demás. Se creen incluso dueños de la vida de quienes no aceptan sus creencias fanáticas. Por eso, matan sin escrúpulos a quienes declaran como sus enemigos., ya los llamen infieles o paganos, herejes o ateos.
Su mente es totalmente ciega a los principios democráticos. Y es que en la democracia se reparte la verdad entre todos los ciudadanos. Nadie es más que nadie, por principio. Pero esto es algo inaceptable para el fanático.
El fanatismo fomenta la dictadura en los responsables públicos. La ley se impone de arriba abajo. De «Dios» a los hombres y de los jerarcas a los creyentes. Sus seguidores son masa y las masa es el mejor caldo de cultivo de la dictadura. En ellos sólo piensan y deciden unos pocos. La gran masa obedece y sigue ciegamente a los cabecillas.
Ideólogos del fanatismo y sus realizadores
El fanatismo y los jóvenes
Es interesante observar cómo los promotores del fanatismo ser sirven de la generosidad de los jóvenes o de la situación social desesperada de muchos de ellos para embarcarlos en el compromiso y la entrega total en la defensa de sus ideas fanáticas. Les invitan a dar la propia vida por ellas., a la autoimolación, prometiéndoles un paraíso en el Más Allá y privilegios sociales para sus familias en el Más Acá.
Sin embargo, esos promotores del fanatismo en los jóvenes nunca se les ve inmolarse a sí mismos para dar ejemplo. Entre los kamikaces japoneses en la Segunda Guerra Mundial nunca estuvieron generales ni coroneles ni otra clase de grandes jefes. Eran soldados rasos. Hitler no se suicidó como una inmolación endefensa de ideología nazi. Me llamó mucho la atención el caso de Dolores Ibárruri, la pasionaria. Cuando la Guerra Civil ya entraba en su fase final con la derrota de los republicanos, decidió huir a la URSS arengando a los milicianos a que que lucharan hasta la muerte. Alguien le preguntó por qué no se quedaba con los suyos hasta el final. Ella respondió que, como dirigente, tenía que salvar su vida para seguir organizando la defensa de la Santa Causa comunista.
Entre los yihadistas que se autoinmolan nunca va ninguno de sus jefes. Éstos consideran imprescindibles sus propias vidas para la dirección y defensa del yihadismo. Pero preparan y fanatizan a sus jóvenes para que sean ellos los que entreguen sus vidas. ¿Es esto fe en sus ideas o es puro egoísmo revestido de fe religiosa? Qué fácil es enviar a otros a la muerte y quedarse escondido y protegido de todo peligro.
El odio de Podemos y la democracia
Las guerras santas yihadista y comunista militarizan hasta los niños. La infancia al servicio de su fanatismo.
El odio es incompatible con el sistema de libertades que promueve la democracia. Para que haya mentalidad democrática es irrenunciable aceptar sin reservas el derecho del otro a pensar diferente, a elegir diferente, a asociarse en un partido diferente, a profesar una religión diferente. El odio niega todo eso y es, por eso mismo, incompatible con la forma democrática de sociedad.
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Para que la forma democrática de gobierno no se vea corroída desde dentro, hay que estar muy atento hacia aquellos que fomentan el odio a los que no piensan como ellos; odio a los que consideran «corruptos», «fascistas», «casta», etc. Son los que eliminan al «enemigo político» en cuanto huelen poder, como está sucediendo en estos momentos en la Venezuela de Maduro.
Incluso presumen de demócratas. Corrompen el lenguaje político para darle el sentido de su propia ideología dictatorial. Maduro, después de apropiarse de las instituciones democráticas del Estado y establecer la dictadura comunista, bajo el nombre de chavismo, proclama a su Venezuela como la mejor democracia de todo el mundo. Ya se necesita tener rostro.
En España los dirigentes del partido Podemos no se cansan de intentar demostrar a la gente que ellos son los verdaderos demócratas, los que de verdad dan la voz al «pueblo» para tomar todas las decisiones. Cada poco hacen una consulta a la militancia y su votación sale siempre a favor de la propuesta del jefe. Pero todo está amañado para que, al final, sea su cabecilla Pablo Iglesias el que decida a su gusto y conveniencia.
En las democracias de Occidente se camuflan como los camaleones para sobrevivir y poder así alcanzar el poder. Sin embargo, no ocultan sus simpatías con el yihadismo musulmán y los países árabes que lo apoyan. Han resurgido durante la crisis económica y es que siempre han aprovechado las situaciones sociales de pobreza para sembrar su mesianismo salvador. Igual de reveladoras son sus simpatías con Bildu, el partido de los terroristas de ETA. Yijadismo, ETA-Bildu y Podemos buscan todos ellos descomponer nuestros sistemas democráticos e imponer sus dictaduras, cargados de odio fanático hacia sus adversarios.