Semana Santa,
espectáculo teatral
Los cristianos celebran en estos días de Semana Santa la muerte y resurrección de Jesús de Nazarez con ritos interminables. Se trata de un aniversario que constituye el núcleo de esta religión. Muchos, sin embargo, ya que hay vacaciones, aprovechan para descansar de su trabajo y recuperar fuerzas y salud en contacto con la Naturaleza.
Objetivo del artículo
Quiero exponer algunas observaciones sobre cómo se celebra este acontecimiento histórico. Por un lado, veo que este fenómeno religioso constituye un acto que revela el gran milagro histórico del mensaje de Jesús. Un “donnadie” que, contra todo pronóstico, se convirtió en un acontecimiento histórico de trascendencia universal.
Si Jesús no hubiera existido
No puedo imaginarme cómo sería el mundo actual, si Jesús no hubiera existido. El hecho histórico de su vida y su mensaje no sólo afecta a las mentes de sus creyentes y a toda su conducta, sino también a su misma biología. Muchos niños no hubieran nacido. Habrían nacido otros. Habría otra política de natalidad. Yo probablemente no podría estar escribiendo este artículo. La configuración actual de las naciones y sus mutuas relaciones probablemente sería muy distintas. Probablemente no existiría la Carta de los Derechos Humanos. Hasta podría seguir existiendo la esclavitud. Hay muchos futuribles abiertos.
Es difícil imaginar cómo sería el mundo actual, si Jesús de Nazarez no hubiera existido. La fuerza de su mensaje fue capaz de transformar todo un poderoso imperio romano.
Por qué merece la pena recordar la muerte de Jesús en la cruz
Merece la pena y es de justicia recordar a Jesús en estos días: Es digno de darle gracias por la valentía de su conducta y de su mensaje. La fuerza de la fe de sus seguidores fue y sigue siendo más poderosa que la misma muerte: los mártires se cuentan por decenas de miles. Y no por fanatismo, sino por fidelidad a su persona y a su doctrina. Aunque no hay que olvidar que esto también pasa con los seguidores de otras religiones.
Por todo ello, quiero hoy dar gracias al Creador por habernos dado a Jesús y su mensaje de salvación. Un mensaje tan distinto del mensaje de odio que predica alguna otra religión, como cierto marxismo o cierto islamismo; incluso por cierto cristianismo, que poco tiene que ver con lo que Jesús ha enseñado.
La manera católica de celebrar ese acontecimiento
Por otro lado, observo la manera católica de celebrar este acontecimiento de Jesús, poco acorde con las prisas de nuestro tiempo occidental. Lo hace con ritos demasiado largos, que resultan muy pesados; difíciles de aguantar por la mayoría de los jóvenes y también por muchos adultos. Observo que una gran mayoría de los asistentes a esos ritos son personas mayores.
La Semana Santa convertida en espectáculo teatral
Por otra parte, cada vez son más los que se toman la Semana Santa como un tiempo de vacaciones: se desplazan a descansar a otros lugares. Se olvidan de esos largos ritos; pasan de ellos, aunque se consideran a sí mismos como cristianos. La vida de trabajo que llevan durante el año les invita a descansar en las playas, en rutas turísticas, en casas rurales. Muchos incluso se acercan a ver esas procesiones tan folklóricas que se celebran en torno a la muerte de Jesús, que se parecen más a un reclamo turístico que a un verdadero aniversario de lo que fue su Pasión. Las observan un rato, sacan unas fotos y se van a ver el mismo acto a otra parte, a sacar más fotos y vídeos, para luego revivir sus vacaciones volviendo a ver lo mismo cuando retornen a sus hogares o a su trabajo, y enseñarlos a sus compañeros y amigos.
Además, la forma tan repetitiva y pesada de esas ritos de la pasión y muerte de Jesús me dan la impresión de cierto masoquismo con el dolor de Jesús y de su madre María.
Ruego de un cambio radical
Pediría a la Iglesia Católica, y también a las otras iglesias cristianas, mucha más sencillez en estas celebraciones, más acercamiento a las nuevas formas de vida de nuestra sociedad.
Semana Santa como rito de tiempos lejanos que ya no existen
Esos pesados ritos fueron desarrollados en tiempos en los que la mayoría de la población vivía en los campos, con medios de comunicación muy precarios, sin medios de distracción y de liberarse de su monótono y silencioso trabajo rural. Esas ritos hacían las veces de un verdadero teatro al que acudían incluso aquellos vecinos que no iban a Misa en todo el año. Las iglesias se llenaban de viejos, adultos, jóvenes y niños. Los ritos eran un acontecimiento cultural-religioso en el que se encontraban los vecinos, charlaban de las pocas novedades que se daban, aprovechaban para tratar cuestiones pendientes o para tomarse un vaso de vino después del rito.
De todo esto fui testigo desde que era niño y ya entonces me llamó la atención que vecinos que se proclamaban ateos o agnósticos, sin embargo, esos días venían a la iglesia. No perdían la ocasión de encontrarse con sus vecinos.
Por otra parte, el formato de los ritos se hizo pensando en los órdenes religiosas, que tenían el tiempo que quisieran para celebrarlos. Había conventos y monasterios por todas partes con extensas posesiones rurales y que vivían de los impuestos sobre los campesinos que las cultivaban.
Otro forma de vivir el tiempo
Pero hoy estamos en otra forma muy distinta de vivir el tiempo. El mundo rural se redujo a mínimos. La forma de trabajo en la industria, la vida de los funcionarios, la agitada vida comercial, el pujante mundo de los nuevos medios de comunicación, la globalización de las relaciones internacionales, etc., tienen el tiempo estructurado de tal manera que resulta agobiante a lo largo del año. Cuando llega el momento de las vacaciones, de lo que tienen ganas y también verdadera necesidad es de distraerse y recuperar su sistema nervioso y su físico en general. No apetece meterse durante horas en una iglesia siguiendo esos pesados ritos. Se busca aire libre y aprovecharlo al máximo, porque las vacaciones son cortas y el año de trabajo, rigurosamente programado, se hace muy largo.
Una lección para la jerarquía religiosa
Los jerarcas religiosos se quejan de que nuestra sociedad se vuelve religiosamente indiferente, secular, o atea. Afirman que se vuelve de espaldas a la religión. Su ceguera no les deja ver que son ellos los que no acaban de ver que la sociedad ha cambiado y que son ellos los que se quedan alejados de ella por no ser capaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Es mucho más cómodo para ellos aferrarse a los viejos ritos y quedarse tranquilos pensando que cumplen así con su misión religiosa. No aprenden una de las principales lecciones de Jesús: romper con los viejos y trasnochados ritos del pasado y abrir nuevos caminos para desarrollar la religiosidad que todo ser humano lleva dentro.
Muchos ateos, muchos escépticos, muchos indiferentes, los provocan ellos mismos con ciertas actitudes y sus vestimentas pontificales. Con apariencias más humildes tendrían menos adversarios. Creen mucho más en sus trasnochados ritos. Y así les va: cada vez más solos.
Los conventos se quedan sin monjas y sin frailes. Los seminarios se ven cada vez más vacíos. No hay sacerdotes jóvenes para sustituir a los viejos. Miles de parroquias han sido abandonadas. Aquello de que los cristianos tienen obligación de asistir a Misa todos los domingos y fiestas de guardar se ha quedado en agua de borrajas, porque no hay curas para atender todas las parroquias.
Oviedo,2 3-marzo-2011.
Revisado para la web el 12 de abril de 2020.
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