NO EXISTE UNA MORAL
DE MÍNIMOS UNIVERSAL
Una respuesta a la teoría sobre la moral de mínimos propuesta por Zubiri, Aranguren y Adela Cortina.
Texto de Adela Cortina sobre una moral mínima
en Wikipedia
NO EXISTE UNA MORAL DE MÍNIMOS UNIVERSAL, porque es incompatible con el principio de relatividad cultural científicamente demostrado en Antropología Cultural.
Para no enzarzarme en un largo texto y aburrir al lector, me limito al análisis de un breve texto de una de las figuras actuales, la doctora Adela Cortina, que, con mayor autoridad en el tema de la ética y la moral, defiende la existencia de una moral mínima, que tiene validez universal y, por tanto, ha de ser admitida por todos los pueblos y culturas.
Su gran adversario doctrinal es lo que ella llama “doctrinas relativistas”. No habla en absoluto del principio de relatividad cultural.RINCIPIO DE RELATIVIDAD CULTURAL contra dogmatismo, relativismo y etnocentrismo Más bien parece que lo unifica y reduce al principio del relativismo. En esa confusión entiendo que se oculta su gran error, que afecta a la conducta básica del hombre occidental ante otras culturas y pueblos. Me refiero a la actitud etnocentrista y con ella a la actitud colonialista en todos los campos del espectro cultural, incluidos los filosóficos, los religiosos y los ético-morales.
El texto dice:
En relación con las doctrinas relativistas hay que decir que hay conductas que se nos manifiestan como evidentemente justas:
-que no se debe matar o atentar contra la integridad del prójimo inocente;
-que el autor culpable de un daño debe indemnizar a la víctima;
-que los padres deben alimentar a sus hijos menores;
-Que a nadie se le debe aplicar una pena sin culpa suya, suficientemente comprobada.
Las convicciones morales ordinarias conciben éstas y otras varias normas como universalmente válidas
En cambio, la doctrina relativista se opone a las convicciones morales ordinarias.
Así, por ejemplo, de acuerdo con el relativismo axiológico la regla vigente tanto en algunos antiguos pueblos europeos como entre varios pueblos aborígenes de América (como los incas, los mayas y los aztecas) según la cual debían hacerse sacrificios de seres humanos en honor de los dioses, es tan válida o verdadera como la norma que prohíbe matar a cualquier ser humano inocente, aunque sea con el fin loable de agradar a la divinidad.
Como ejemplificación de las consecuencias tan diametralmente opuestas a las evidencias morales naturales, que resultan de aplicar el principio relativista, se ha dicho que “cazar hombres para reducirles las cabezas es justo en una sociedad de cazadores de cabezas”.
No deja nada clara la distinción entre relatividad cultural de la moral y el relativismo moral, temas que confunden muchos filósofos (por ejemplo, todos los defensores de una filosofía perenne o de una filosofía verdadera) y jerarcas religiosos, entre ellos el papa Benedicto XVI (Ratzinger) o el cardenal Cañizares arzobispo de valencia, por citar sólo algunos nombres importantes, que tanto han escrito en contra del relativismo, ignorando completamente el principio de relatividad, que nada tiene que ver con el relativismo. Es más, son totalmente opuestos. HUMANISMO SIN FRONTERAS. Relatividad cultural, no relativismo
Adela en su texto anterior defiende una moral de mínimos, aunque no aclara quién la establece y qué alcance debe tener. Para ella, al ser evidente, no necesita aclaración alguna.
En ella incluye el principio de no matar. ¿Pero se puede aplicar este principio en una situación de guerra? Los soldados que luchan han jurado defender a su patria simbolizada en una bandera. Su principio más bien es mata antes que te maten. Y, si no lo haces, eres un traidor a tu patria y a tu pueblo. Puedes ser llevado ante un tribunal militar, que no suele ser muy benigno con estos casos.
Según este mandamiento de no matar, habría que condenar como moral homicida a aquella que justifica el sacrificio de seres humanos a los dioses. Piénsese, por ejemplo, el sacrificio de los primogénitos entre los pueblos vecinos al Israel contemporáneo a Abraham. Éste estaba dispuesto a sacrificar a su hijo y ofrecerlo como ofrenda al dios Yahvé. Esos primogénitos eran inocentes. Su único pecado era el ser primogénitos.
Habría que condenar como inmorales los sacrificios humanos de incas, aztecas, mayas, y tantas otras religiones con un rito sacrificial parecido. Y en todos estos casos, el matar está plenamente justificado por parte del que mata.
Pero no sólo eso. ¿Dónde estaba esa evidencia natural de que no se debe matar cundo la Santa Inquisición cristiana mató, incluso en la hoguera a tantos cristianos supuestamente infieles a su fe, según ella? ¿Dónde estaba esa evidencia natural cuando los Papas aprobaron y justificaron las Santas Cruzadas para ir contra los “infieles” en los Santos Lugares de Palestina? Lo sacerdotes que acompañaban a los colonizadores de América no ponían impedimento alguno para que se matara a los “infieles indígenas”, si no se sometían, y que, para algunos, ni siquiera tenían alma.
Si esos principios morales mínimos son naturales, deberían ser conocidos y aplicados por todos los pueblos de la Tierra; también por los incas, aztecas y mayas. Pero no es así. Parece, pues, que no son tan naturales ni tan evidentes como se dice.
Cortina habla en su texto de “evidencias morales naturales”, que está avaladas por “las convicciones morales ordinarias (que) conciben éstas y otras varias normas como universalmente válidas”. Para ella son lo mismo.
Se apoya en dos puntos que no se sostienen. El primero es que da como evidente para todos el concepto mismo de “videncia”, como si lo que es evidente para unos tenga que serlo para los demás.
El estado mental de ver algo como evidente es un producto cultural que se va fraguando mediante la educación desde niños. No es “natural”, como da a entender Cortina, cuando habla de “evidencias morales naturales”. Por eso, al concepto de “lo que es evidente” hay que aplicar el principio de relatividad cultural, que no es igual a relativismo como parece dar a entender.
Como ya desarrollo en otros escritos[1], relatividad cultural y relativismo no sólo no son lo mismo, sino que son totalmente contrarios. El relativismo es contradictorio en sí mismo: el principio relativista dice que todo vale lo mismo; por tanto, también vale el principio contrario: no todo vale lo mismo. Por eso, el relativismo es insostenible. Además, como el mismo nombre lo dice al terminar en –ismo, se trata de una actitud subjetiva y una opinión como sucede con el dogmatismo, que es su contrario. Relatividad cultural y relativismo en religión Nombres como cristian-ismo, protestant-ismo, comun-ismo, ideal-ismo, etc., implican siempre una actitud opcional.
Por el contrario, el principio de relatividad cultural es plenamente científico, como se demuestra ampliamente en la Antropología Cultural. Según este principio, nada vale lo mismo. Ninguna cultura, ninguna religión o ideología vale lo mismo que otras. Cada una tiene su valor antropológico para dar sentido al ser humano en unas circunstancias concretas. Cada cultura o religión son únicas. Sin embargo, ninguna puede arrogarse el privilegio de ser la única verdadera o de valor universal, aunque son muchas las que pretenden tener ese privilegio como se puede ver en el mito del Pueblo Elegido.[2]
Cortina parte del supuesto de que en el hombre se da un cierto innatismo moral cuando afirma que hay “ciertas evidencias naturales”. Aquí da por supuesto el mito del “hombre natural” al que dedico un amplio estudio en varios de mis artículos.[3]
Este mito forma parte de las creencias en las que se apoya el etnocentrismo occidental. Sobre él se apoyan, a su vez, todas las formas de colonialismo.
¿Si se dice que hay una moral natural por mínima que sea, quién y con qué autoridad determina ese mínimo natural? Cortina dice que es evidente y, por tanto, es el misma naturaleza humana la que lo establece.
Adela acude, además, a otro argumento: el de las “convicciones morales ordinarias”, como si se tratara de una especie de “sentido común universal”. No tiene en cuenta que las convicciones tienen también un origen cultural y, por eso, son tan diversas entre las distintas culturas y pueblos.
Como se puede ver, una vez más se trasluce la conciencia etnocentrista de cierta filosofía occidental. Convertir la “convicciones morales ordinarias” en norma moral universal es, cuando menos, un poco atrevido.
Tampoco aclara los conceptos de “moral como estructura”, “estructura moral biológica” o el de “bases biológicas de la moral”. La calificación de “biológicas” extiende cierta oscuridad sobre la estructura trascendental del comportamiento moral del ser humano, que resumo más abajo. Parece que se margina la dimensión espiritual, que es la base de la libertad y su potencialidad moral. Parece que se quiere esconder que la raíz de la moralidad está en el espíritu.
La biología no es un buen punto de apoyo pare explicar la base última de la conducta moral. La biología no es suficiente y suscita muchas preguntas con difícil respuesta, si es que la tienen.
Por otra parte, si se defienda que existe una “moral mínima” o “moral de mínimos”, o, si existe una premoral integrada en esa estructura moral biológica”, entonces todavía no estamos en la raíz última de la moralidad.
Además, esa estructura previa no se debe calificar de moral. Ella no es moral. Es la condición de posibilidad de la moralidad.
Ya he desarrollado en otras publicaciones cómo creo que se debe entender esa estructura trascendental previa a la conducta moral.[4]
En primer lugar, hay que distinguir entre espíritu y cuerpo en el ser humano, aunque sean inseparables. Y es en el espíritu o mente donde hay que situar la moralidad. Ésta no es “biológica” como dicen los autores antes citados, a no ser que demos a la palabra “biológica” un sentido que abarque el cuerpo y el espíritu, dejando en la oscuridad las características propias de cada una de esas dimensiones del ser humano.
Para explicar la facultad humana de la moralidad hay ir más atrás o a un momento anterior a la facultad de la libertad y colocarla en la estructura o esencia propia del espíritu humano o, si se prefiere, de la mente humana.
Resumiré muy brevemente cómo se ha de entender esa estructura previa de la moralidad y de la misma libertad. Un desarrollo amplio lo hago en mi libro antes citado.
El espíritu humano, en su nivel trascendental, lo podemos definir como apertura ilimitada hacia lo ilimitado, como dice el gran teólogo y filósofo alemán K. Rahner.[5]
Este concepto elimina toda clase de innatismo o contenidos concretos a priori. No hay ideas a priori, ni, por tanto, contenidos morales a priori por mínimos que sean.
Adela Cortina dice que el animal no tiene la capacidad de elegir la conducta que va a seguir ante un estímulo externo. Su respuesta al estímulo viene biológicamente determinada. Sin embargo, cabe preguntar por qué los leones, como otros muchos carnívoros, estudian a una presa, si hay muchas posibles, y eligen una como objetivo. Por lo general, no atacan al más fuerte, sino al más débil. La araña no escoge cualquier sitio por extender su tela o red de cazar. Se solía decir que lo hace por “instinto”. Este concepto, sin embargo, es muy confuso y tiene muy difícil aplicación, si se tiene en cuenta la historia de la evolución biológica.[6]
Por otra parte, habla de “libertad biológica” en su artículo, una expresión que difumina la distinción entre espíritu y materia, entre libertad y necesidad biológica. No distinguir entre espíritu y materia conduce a muchas complicaciones e incoherencias, v que no voy a desarrollar en este artículo. Lo tengo ampliamente explicado en mis libros que he citado.
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[1] – «La ley de anticipación como ley de toda educación», en Varios: Cuestiones actuales sobre educación, UNED. Madrid. 1992, pp. 453-502. En este artículo desarrollo la base antropológica del principio de relatividad cultural.
– «Lectura de los Derechos Humanos a la luz de la physis según Aristóteles en Fisica B 1″, en J. Carlos Couceiro, editor: Pensar en tiempos de oscuridad. Homenaje al profesor Sergio Vences. Servizio de Publicacions, Universidade da Coruña, 2006, pp. 349-372. El concepto aristotélico de los que es “natural” impregna toda la cultura occidental.
– “La caverna de la propia cultura. Un desafío para la educación”, en Vicente Domínguez: La oscuridad radiante. Lecturas del mito de la caverna de Platón. Biblioteca Nueva. Ediciones de la Universidad de Oviedo. 2009, pp. 261-295. Los occidentales vivimos dentro de la caverna de nuestra propia cultura y de sus creencias, lo mismo que otros pueblos dentro de las suyas.
Declaración de los Derechos Humanos y principios para otra hermenéutica de la libertad de conciencia y de religión. Edit. Académica Española (EAE). 104 pp. ONLINE.
[2] Véase mi libro El mito del Pueblo Elegido. BIBLIOTECA NUEVA. Madrid. 2011.
[3] “Derechos Humanos según el binomio natural-sobrenatural en Escoto y Cayetano”. Rev. Espíritu, Año LV-2007-nº 134, pp. 223-232.
: “Los Derechos Humanos a la luz del binomio <natural-sobrenatural> en K. Rahner”. Revista Vera Humanitas. Nº. Universidad La Salle. México D. F., 2008, pp. 13-28.
-“Los Derechos Humanos según el concepto de <hombre natural> en Henri de Lubac y otros”. Revista Magister, nº 22, 2008, pp. 57-76.
-“Derechos Humanos a la luz de los conceptos de <ley natural> y <derecho natural> en Sto. Tomás”. Logos. Revista de Filosofía. Enero-abril, Nº. 109, 2009, pp. 9-37.
– “Propuesta de una fundamentación antropológica de la relatividad cultural de los Derechos Humanos”. Rev. Thémata. Revista de Filosofía. Nº 41, 2009, pp. 57-76.
[4] Véase J. Avelino de La Pienda: El problema de la religión. Edit. Síntesis. Madrid, 1998, pp.43-98 y 143-150.
[5] Véase J. Avelino de La Pienda: Antropología trascendental de K. Rahner. Una teoría del conocimiento, de la evolución y de la historia. Servicio de Publicaciones. Universidad de Oviedo. 1982. PARTE SEGUNDA, Capítulo II.
[6] Véase mi libro Persona, derechos humanos y educación. Textos Universitarios EDIUNO. Universidad de Oviedo. 2006, pp. 41-44.
Si el instinto es hereditario, habría que decir que el primer ser vivo del árbol biológico tendría que tener acumulados en sí toda la diversidad de instintos de todos los seres vivos que proceden de él a través de la evolución biológica. Cada ser vivo que vaya surgiendo por evolución iría heredando una parte de los instintos del ser vivo anterior. No se puede heredar biológicamente lo que no existe de antemano en el ser vivo anterior La sabiduría instintiva se iría diversificando y empobreciendo a medida que avanza la evolución.
Pero esto no parce muy razonable. Con lo cual, habría que decir, que los instintos animales también se van adquiriendo con la experiencia, aunque se vayan convirtiendo posteriormente en hereditarios a medida que se vayan grabando en la biología del animal. La experiencia va dejando sus huellas en las células del ser vivo, incluso si se trata de vegetales. Por tanto, hay que decir que los instintos también tienen en su origen una cierta capacidad de elección en las primeras experiencias del ser vivo de cada especie que va surgiendo. En cualquier caso, se trata de una capacidad muy limitada. Por el contrario, la capacidad humana de elección en principio no tiene límites, aunque en la práctica la propia cultura se las pone.
Podría poner muchos ejemplos, pero no quiero alargarme más.