Muerte y Más Allá

Muerte y Más Allá

La materia y el espíritu tras la muerte

Muchas religiones (judaísmo, cristianismo, islam, religiones bantúes, hinduismo, budismo, etc.) enseñan que tras la muerte el alma o el espíritu humano se aleja del mundo material y entra en una dimensión totalmente espiritual. Incluso, algunas religiones y filosofías dicen que la materia es mala de por sí y vivir en un cuerpo material es un verdadero castigo. Son ejemplos destacados el platonismo, el maniqueísmo o el hinduismo. Para estas filosofías, la suprema aspiración del ser humano es liberarse de la materia.

En el fondo todas ellas desprecian el mundo material. Por otra parte, enseñan, salvo platonismo y maniqueísmo,  que el mundo material es obra del mismo Dios en el que creen. Basta con dar un repaso a la espiritualidad de anacoretas y órdenes religiosas de todo tipo.

Se fomentó mucho la llamada fuga mundi, “huida del mundo”. Aunque este escaparse del mundo tenga un sentido más bien sociológico: ahuyentarse de los valores mundanos, no deja de deslizarse hacia un cierto desprecio de todo lo material, para resaltar una preponderancia excluyente de lo espiritual.

Ese desprecio tuvo su máxima expresión cristiana en el libro de Lotario de Segni titulado El Desprecio del Mundo (De contemptu mundi). Nombrado Papa tomó el nombre de Inocencia III (1160-1216). Tiene una visión absolutamente negativa del ser humano y de su historia y una visión teocrética del poder. Los monarcas cristianos deberían estar totalmente sometidos a los dictámenes del Papa.

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El Papa Inocencio III. Defendió una fuga mundi radical. en su obra El Desprecio del Mundo, y también el poder absoluto del Papa tanto en los espiritual como en lo material. Los monarcas cristianos le debían obediencia también en los asuntos políticos.                      …………………………

No obstante, no faltan cristianos, como Francisco de Asís, para los que el mundo material es un motivo de admiración y alabanza al Creador. Pero son excepciones.

En nuestro entorno occidental no existió una moral ecológica. Ahora el Papa Francisco intenta meterla en el esquema de la moral Cristiana, pero tradicionalmente el cristianismo nunca brilló por esa defensa de la Naturaleza. La muerte siempre fue entendida como una separación del alma respecto al mundo material. El alma, tras la muerte, pierde todo contacto con la materia que le ha servido como sede para realizar su existencia en este mundo. No volverá a entrar en contacto con ella hasta el “día de la resurrección”.

Durante siglos esa resurrección fue entendida en estricto sentido material. Así fue interpretada la resurrección de Jesús de Nazarez.

Hubo verdaderas luchas doctrinarias y bien fundamentadas objeciones contra ese significado de la resurrección. La teología cristiana más reciente quiere darle un sentido menos criticable. El alma no vuelve a un cuerpo simplemente material, sino a un “cuerpo glorioso”. Pero en esta interpretación, el mundo material que percibimos con nuestros sentidos sigue siendo despreciado. Tal cual es, no sirve para el resucitado. Necesita ser “glorificado”.

La resurrección, no obstante, representa un retorno definitivo hacia el universo de la materia. Por otra parte, hay teólogos cristianos como Teilhard de Chardin o K. Rahner que enseñan que el mundo material será totalmente asumido por el mundo espiritual al final de los tiempos.

Por otra parte,  K. Rahner sostiene el siguiente principio teológico:

Dios en tanto puede crear en cuanto puede amar algo distinto de él mismo.

Este principio destaca, por un lado, la fuerza creativa del amor. Por otro, deja bien claro que el mundo material es obra de un acto de amor divino. No puede ser despreciado bajo ningún pretexto, por muy sagrado que éste sea.

Su razonamiento se puede resumir en lo siguiente[1]:

El cuerpo humano no termina en su piel. Se extiende hacia todo el mundo material que lo rodea. Constantemente respiramos el oxígeno exterior, bebemos agua, tomamos alimentos. Nos afecta la presión atmosfera, la gravedad, la luz solar y lunar, la infinidad de radiaciones que nos vienen del Universo, etc. Nuestro cuerpo es un sistema abierto, no está encerrado en su piel.

Esta visión del cuerpo humano es una aplicación de su doctrina sobre la relación espíritu-materia. Los considera inseparables[2]. Por eso, según este pensador, en la muerte el espíritu no se separa del mundo material. Al contrario, su conexión con la materia deja de estar limitada al cuerpo particular, para extenderse a todo el mundo material.

En este caso, añado yo, no tiene sentido hablar de la resurrección entendida como un retorno del espíritu a su conexión con el cuerpo individual. Esa conexión con la materia no la pierde con la muerte, sino que la potencia al máximo.

Es ésta un visón pancósmica de la muerte. Creo que mucho más razonable. El Más Allá no es un estado desmaterializado. Al contrario, es un estado de materialización universal de nuestro espíritu. Tras la muerte, seguiremos en plana comunión con todas las cosas materiales que aparentemente hemos abandonado: nuestros seres queridos, animales, plantas, etc. Tras la muerte nada material nos será ajeno.

Creo que de esta manera se valora mucho más esa materia que ha sido creada por el amor de Dios. Dios ama la materia. Por eso la creó. Para nosotros, a la vez es bellísima, admirable, misteriosa, y, a la vez, es terrible, imponente, amenazadora, sobre todo cuando pone en peligro nuestras vidas o nuestros bienes.

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PD: Sin embargo, pienso que lo que sucede tras la muerte es una cuestión abierta y que ninguna doctrina la puede cerrar definitivamente. Sólo cabe creer. En cualquier caso me llama la atención el hecho de que en todas las culturas el ser humano deja bien claras sus ansias de inmortalidad.

Pienso que lo más razonable es que nuestro espíritu no quede reducido a la nada tras la muerte. Creo firmemente en esa otra vida en la que el amor nunca muere. Creo que en ella seguiremos conviviendo con todos los seres que hemos amado en esta vida. Creo que la muerte no es capaz de romper los lazos del amor.

[1] Esta visión rahneriana de la muerte la desarrollo en mi artículo: «Humildad ontológica y muerte (El ethos de la muerte)». en Francisco Díez de Valasco (Ed,): Miedo y religión. Ediciones del Orto. Madrid, 2002, pp. 267-290.

[2] Desarrollo esta doctrina ampliamente en mi libro: Antropología Transcendental de K. Rahner. Una teoría del conocimiento, de la evolución y de la historia. Universidad de Oviedo. 1982, pp. 249-284.

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