Etnocentrismo
y
mito del Pueblo Elegido
El mito del Pueblo Elegido es una creencia que impregna el pensamiento de muchos pueblos y culturas y que está en la raíz de su etnocentrismo, de sus guerras santas y del colonialismo.
La palabra “etnocentrismo” se compone de etnos- y –centrismo.
Etnos– significa “pueblo”. Aquí “pueblo” no sólo se refiere a una población, sino también a sus formas de vivir; es decir, a sus creencias y costumbres, a su forma de organizarse, a su religión, a su moral o modo de entender el bien y el mal, a sus formas de alimentarse, de vestirse, de relacionarse con la Naturaleza. En una palabra, a su forma de ver el mundo en su totalidad. Incluye toda su cultura y su manera de ver e interpretar a otros pueblos y otras culturas.
–Centrismo indica una actitud. Ésta consiste en considerar la propia cultura (la propia religión o ideología, la propia organización política y económica, la propia raza, etc.) como el centro de todas las demás culturas y pueblos. Creer que el propio pueblo y la propia cultura son el centro de todos los demás equivale a creer que es superior a todos ellos.
Se trata de una creencia generalmente inconsciente en cuanto tal, para la mayoría de la población. Es una creencia fácil de infundir a los del propio pueblo, porque es muy tentadora: creerse superior a los demás resulta atractivo y fácil de aceptar. Se arraiga con facilidad en el propio orgullo.
En la historia de la humanidad se dieron y se siguen dando infinidad de casos. Uno de los más llamativos es el etnocentrismo basado en el mito del Pueblo Elegido. Este mito se da en distintos pueblos: entre los Guaranís de Sudamérica, lo Cogi de Colombia, los Aztecas. Para los occidentales, el caso más conocido es el de Israel como Pueblo Elegido, mito que luego es heredado por el Cristianismo, el Islam, el Proletariado Comunista y el Nazismo alemán.
El Pueblo de Israel
El Pueblo de Israel desciende de Abraham, que fue elegido por el dios Yahvé para que saliera de su tierra y se estableciera en Canaán. Allí Yahvé, después de probar su fe ordenando que le sacrificara a su propio hijo Isaac, le hace la promesa de que tendrá una larga descendencia. Ese pueblo, descendiente de Abraham, llamado Israel, será objeto de una Alianza con Yahvé en virtud de la cual Yahvé le hace depositario de sus promesas y demás revelaciones de las que dependerá la salvación de toda la humanidad.
La salvación equivale a ser liberado de toda clase de males y a alcanzar la plena realización del ser humano. Dios elige a Israel como portador de esa salvación para toda la humanidad. Esta elección convierte a ese pueblo y su cultura en el centro de todos los demás pueblos. Israel se cree superior a todos los demás por decisión divina. Tiene encomendada la misión divina de salvar a todos los demás. Esto hace que sea muy difícil y raro que un israelita se convierta a otra religión. Y es una de las causas por las que el pueblo judío se resistió siempre a someterse a la cultura de aquellos pueblos por los que fue sometido: Egipto y Babilonia, Alejandro Mago, Roma. Esa resistencia fue causa de su expulsión de España por los Reyes Católicos, de su persecución por los nazis alemanes y por el comunismo soviético.
Este mito impone a los jóvenes judíos la prohibición de casarse con no judíos. Y el dejar de ser judío es un delito de tal envergadura que quien lo haga es declarado muerto mediante un rito ya previsto para el caso. Conozco el caso de un americano que fue desde niño educado para ser clérigo judío. Cuando ya fue mayor renunció a ese privilegio y se hizo cristiano protestante. Es profesor de lengua española en una universidad americana. Tiene varias publicaciones sobre literatura española referente a judíos españoles, como Don Sen Tob. Por dejar de ser judío, las autoridades de Jerusalén le aplican una especie de funeral en el que le declaran muerto a todos los efectos. Es como si dejara de existir para los judíos. Incluso más: es como si nunca hubiera existido. Debido a ello, los autores judíos pueden utilizar sus publicaciones sin citarle para nada. También le declaran muerto como autor de esas publicaciones. Este mito de la Elección Divina es la raíz principal del etnocentrismo del Judaísmo.
El Iglesia cristiana
Posteriormente es heredado por el Cristianismo. Debido a esa creencia el Cristianismo se autoconsidera la única religión verdadera. Todas las demás son falsas. Por tanto, están llamadas a desaparecer. El Cristianismo se cree poseedor de la salvación universal de todos los hombres. Se cree, por tanto, con la obligación y el derecho de llevar su fe y su cultura a todos los pueblos de la tierra. Así crea una de sus principales actividades: las misiones.
Con esa convicción de que tenía que llevar su salvación a todos los pueblos, inspiró y justificó las acciones colonialistas de las naciones cristianas de Occidente sobre el resto del mundo. Ese colonialismo se basó en la creencia de la superioridad de la cultura cristiana de Occidente sobre el resto de las culturas. Estas, por ser inferiores, subdesarrolladas, paganas, de costumbres crueles, etc., debían desaparecer y convertirse al Cristianismo y su cultura.
La Comunidad musulmana
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El Islam hereda el mismo mito del Pueblo Elegido. En su nombre declara la Guerra Santa y el Yihad a todas las demás culturas y religiones. En los siglos VII, VIII y IX crea un imperio que se extiende por Europa, Asia y Africa, movido siempre por la creencia en la superioridad del Islam sobre el resto de las culturas.
El Proletariado marxista
En los siglos XIX y XX el Comunismo Marxista recoge el mismo mito aplicándolo al Proletariado. El Proletariado es el nuevo Pueblo Elegido para salvar a toda la Humanidad. Él representa la nueva cultura hacia la que ha de caminar toda la humanidad. En nombre de esa creencia hizo todas sus guerras el Comunismo marxista con una agresividad que nada tiene qué envidiar a la de la Guerra Santa Islámica o a la de las Cruzadas cristianas.
El Pueblo alemán
El Nazismo alemán padeció de la misma creencia. El Pueblo alemán se convierte en el Pueblo Elegido por la superioridad de su raza y de su cultura. Se autoconsidera también como poseedor de una misión salvífica universal. Para llevarla a cabo tampoco dudó en utilizar toda su fuerza militar, como ya antes hicieron los judíos, los cristianos, los musulmanes y los marxistas.
El etnocentrismo de este mito
El etnocentrismo, por tanto, es una actitud profundamente arraigada en Occidente, hasta tal punto que hasta en su carta magna de los Derechos Humanos se deja sentir. Estos son declarados como derechos de alcance universal, cuando en realidad la mayoría de ellos resulta sin sentido o totalmente incomprensible para otros pueblos y culturas.
El etnocentrismo es un desafío a las demás culturas, es una negación del pluralismo cultural. Frente a él hay que fomentar el reconocimiento al valor positivo de las culturas diferentes a la nuestra, de su pleno derecho a la existencia, de su plena validez para dar sentido a la vida y conducir al ser humano a la realización de sí mismo y a la felicidad, aunque no sea nuestra felicidad.
Pluralismo es respetar a los demás pueblos, a sus creencias y costumbres. Es tomar su cultura como otra posibilidad de desarrollarse el ser humano, tan válida como la que ofrece la nuestra. El pluralismo cultural obliga a abandonar la actitud misionera e invita a sustituirla por el diálogo entre iguales.
El etnocentrismo nos hace creernos en posesión de la verdad única y universal. Para la actitud pluralista, nadie tiene el monopolio de la verdad. Al contrario, cada cultura tiene su propia participación en ella. Nosotros tenemos una parte que se puede enriquecer con la parte que otros tienen y podemos con la nuestra enriquecer la de los demás.
El etnocentrismo lleva a la soberbia y a la exclusión de los que no pertenecen a mi pueblo y a mi cultura. Es una actitud cerrada. El pluralismo es una actitud abierta, que fomenta la humildad cultural y el diálogo, la convivencia y el respeto. Esto no quiere decir tampoco que tengamos que renunciar o abandonar nuestras creencias y valores. Para nosotros son los mejores, los que hemos mamado desde niños. Los que dan sentido a nuestras vidas. Pero debemos sanearlos limpiándolos de toda mancha etnocentrista.
PD: Para un desarrollo más amplio de este tema puede verse mi libro El mito del Pueblo Elegido. BIBLIOTECA NUEVA. Madrid. 2011, 287 pgs.