El mito de la caverna de Platón hoy
Lo recojo aquí el mito de la caverna de Platón hoy, porque me parece un buen texto de sabiduría, de la que no se pasa nunca.La salida de Bacón de la caverna medieval.
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La mito de la caverna de Platón sigue teniendo plena actualidad. El borreguismo de las masas es tan real ahora como entonces. Basta con leer La rebelión de las masas de Ortega y Gasset o con observar el comportamiento de nuestros conciudadanos en las elecciones políticas de nuestras democracias o en el resurgir de fundamentalismos religiosos en las grandes religiones que nos rodean o la fuerza del tecnicismo como nuevo opio del pueblo.
La situación exige ahora, como en tiempos de Platón, la reflexión filosófica, a pesar de que los vientos oficiales de nuestros gobiernos no corren precisamente a favor de la filosofía. Les interesa mucho más la masa que el ciudadano que piensa, a pesar de que se habla de fomentar la capacidad crítica en las universidades y demás centros de educación. Mera fachada.
Empezaré por recordar el texto de Platón en su obra La República, muy conocido en los estudios de Filosofía, pero muy desconocido en otros curricula. Su sabiduría nunca ha llegado a las masas. Por eso, sigue siendo una gran tarea de la educación en todos sus niveles el hacerla llegar, siempre de nuevo, a cada generación. El texto tiene forma de cuento y, por tanto, no es de difícil comprensión, al menos en cuanto a su enseñanza más inmediata. Otra cosa es ya el sacarle consecuencias y lecciones más profundas para la vida. Esa es la labor del profesor de filosofía, que debiera estar presente, desde la enseñanza media hasta los niveles superiores de la Universidad, en todos los curricula de nuestra juventud.
Sus enseñanzas son fundamentales para sentar las bases de la conducta democrática. Un ciudadano que no se atreve a pensar por sí mismo, siempre está predispuesto a aceptar que le guíen y, por tanto, a aceptar o cuando menos a tolerar regímenes más o menos dictatoriales. Fomentar el ejercicio del propio pensamiento, de la propia libertad y de la responsabilidad de sí mismo, es consolidar el pensamiento y las actitudes democráticas. Y esas enseñanzas ya se encierran en este antiguo mito de la caverna.
El mito
-Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen enfrente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor los alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.
-Yo me represento todo eso.
-Figúrate personas que pasan a lo largo del muro llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o de piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los portadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada.
-¡Extraños prisioneros y cuadro singular!
-Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto, ¿crees que pueden ver otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado, que las sombras que van a producirse enfrente de ellos en el fondo de la caverna?
-No
-¿Ni cómo habían de poder ver más, si desde su nacimiento están obligados a tener la cabeza inmóvil?
-Sin duda.
-Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?
-No.
Si pudieran conversar unos con otros, ¿no convendrían en dar a las sombras que ven el nombre de las cosas mismas?
-Sin duda.
-Y si en el fondo de su prisión hubiera un eco que repitiese las palabras de los transeúntes, ¿no se imaginarían oír hablar a las sombras mismas que pasan delante de sus ojos?
-Sí.
-En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras.
-Es cierto.
-Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libra de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, , a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz; hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz le ofenderá a los ojos, y el alucinamiento que habrá de causarle, le impedirá distinguir los objetos que veía antes. ¿Qué crees que respondería si se le dijese que hasta entonces sólo había visto fantasmas y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si enseguida que se le muestren las cosas a medida que se vayan presentando y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto y no estará él mismo persuadido de que lo que veía antes era menos real que lo que ahora se le muestra?
-Así es.
-Y si se le obliga a mirar al fuego, ¿no sentiría molestia en los ojos? ¿No volvería la vista para mirar a las sombras, en las que se fija sin esfuerzo? ¿No creería hallar en éstas más distinción y claridad que en todo lo que ahora se le muestra?
-Seguramente.
-Si después se le saca de la caverna y se le lleva por el sendero áspero y escarpado hasta encontrar la claridad del sol, ¿qué suplicio sería para él verse arrastrado de esa manera? ¡Cómo se enfurecería! Y cuando llegara a la luz del sol, deslumbrados sus ojos con tanta claridad, ¿podría ver alguno de estos objetos que llamamos objetos reales?
-Al pronto no podría.
-Necesitaría indudablemente algún tiempo para acostumbrarse a ello. Lo que distinguiría más fácilmente sería, primero, sombras; después, las imágenes de los hombres y demás objetos reflejados sobre las superficie de las aguas; u por último, los objetos mismos. Luego, dirigiría sus miradas al cielo, al cual podría miraria más fácilmente durante la noche a la luz de la luna y de las estrellas que en pleno día a la luz del sol.
-Sin duda.
-Y al fin podría, no sólo ver la imagen del sol en las aguas y dondequiera que se refleja, sino fijarse en él y contemplarlo allí donde verdaderamente se encuentra.
-Sí
(Momento de reflexión sobre su experiencia)
Después de esto, comenzando a razonar, llegaría a concluir que el sol es el que crea las estaciones y los años, el que gobierna todo el mundo visible y el que es, en cierta manera, la causa de todo lo que se veía en la caverna.
-Es evidente que llegaría como por grados a hacer todas estas reflexiones.
-Si en aquel acto recordaba su primera estancia, la idea que allí se tiene de la sabiduría y los compañeros de esclavitud, ¿no se regocijaría de su mudanza y no se compadecería de la desgracia de aquellos?
-Seguramente.
-¿Crees que envidiaría aún los honores, las alabanzas que allí se daban al que más pronto observaba las sombras a su paso, al que con más seguridad recordaba el orden en que marchaban yendo unas delante y detrás de otras o juntas, y que en este concepto era el más hábil para adivinar su aparición; o que tendría envidia a los que eran en esta prisión más poderosos y más honrados?
-No dudo que estaría dispuesto a sufrir cuando se quisiera antes que vivir de esa suerte.
(Retorno a la caverna)
-Fija tu atención en lo que voy a decirte. Si este hombre volviera de nuevo a su prisión para ocupar su antiguo puesto en este tránsito repentino de la plena luz a la oscuridad, ¿no se encontraría como ciego?
-Sí.
-Y si cuando no distingue aún nada, y antes de que sus ojos hayan recobrado su actitud, lo que no podría suceder sin pasar mucho tiempo, se viera obligado a discutir con los otros prisioneros sobre estas sombras, ¿no daría lugar a que éstos se rieran, diciendo que por haber salido de la caverna había perdido la vista, y no añadirían, además, que sería de parte de ellos una locura el querer abandonar el lugar en que estaban, y que si alguno intentara sacarlos de allí y llevarlos al exterior sería preciso cogerle y matarle?
-Sin duda.
(Enseñanza)
-Y bien, mi querido Glaucón, esta es precisamente la imagen de la condición humana. El antro subterráneo es este mundo visible; el fuego que le ilumina es la luz del sol; este cautivo, que sube a la región superior y que la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible.
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Quiero destacar algunos aspectos de especial importancia, para ser aplicados al actual sistema educativo en todos sus niveles. Salir de la caverna no es fácil. Supone sufrimiento material y espiritual: adaptarse a la nueva luz, primero de la fogata y después, del mismo sol. La salida es escarpada, no es llana. Es necesario ascender y toda ascensión supone esfuerzo.
Por otra parte, el hombre es sacado a la fuerza; es obligado. Es éste un detalle que será superado por posteriores versiones de este mito, como la de Richard Bach o por otras invitaciones a salir de la vieja caverna como la que hace I. Kant.
Salir de la caverna supone romper con lo establecido, con lo normal, con lo considerado como de sentido común, con la ortodoxia. Requiere un gran sacrificio personal y aceptar el riesgo de romper con el pasado de uno mismo. El camino hacia lo nuevo y lo desconocido está lleno de obstáculos. Ascender hacia un conocimiento superior y hacia la libertad supone romper con la comodidad rutinaria, romper con la masa y arriesgarse.
Una de las grandes enseñanzas de Platón en el mito es que la ignorancia nos hace esclavos y el conocimiento nos lleva hacia la liberación de esa esclavitud. Pero liberación requiere sacrificio. Es la educación del esfuerzo.
¡Qué valor tan limitado el de aquel conocimiento frente al muro! Un conocimiento de meras sombras y, sin embargo, era el conocimiento intocable, dogmático, para los que se quedaron dentro. Era el conocimiento conformista de las masas, en el que impera el despotismo del se, como dice Ortega y Gasset, o del man, como dice algún filósofo alemán: se dice, se piensa, se comenta, esto es lo que se hizo siempre, por tanto, hay que seguir así, etc.
Pero, si dura fue la salida, no menos dura y decepcionante fue el retorno. El personaje Sócrates quería liberar a sus compañeros del engaño y la ignorancia en que vivían. La reacción de éstos fue el propio de una Santa Inquisición. El hombre que se atrevió a salir y que luego retorna para liberar a sus compañeros fue tomado como un hereje, un enemigo de la ortodoxia, que merecía ser muerto. En tiempos no muy lejanos lo condenarían a la hoguera y le augurarían un infierno tras la muerte. Hoy se diría muy cortésmente que hacer eso no es políticamente correcto.
Sócrates, que representa al hombre que sale de la caverna, quiso poner en marcha la Ilustración griega y lo pagó con su propia vida. Pero ahí quedó su ejemplo, su testimonio, que dura a través de los siglos. La actitud de aquellos ignorantes compañeros suyos también quedó como ejemplo de lo que no debe ser, del hombre masa, de la actitud fácil y cómoda, que hoy tanto pulula en nuestros sistemas educativos y en nuestra sociedad en general.
Hoy hemos pasado de las masas obreras de los siglos XIX y XX a las masas robotizadas, del héroe en la batalla al héroe de la velocidad. La prisa, la idea de la velocidad, la música-ruido, la masa de información, las nuevas tecnologías programadas para un consumismo programado y sin límite, son algunos de los nuevos factores de alienación. No hay tiempo para el silencio y la reflexión. La filosofía no está de moda. Ya no es necesaria, mejor suprimirla de las leyes de la Educación. En realidad, piensan algunos legisladores, ¿para qué sirve? Ni económica ni políticamente es rentable.
Sin embargo, las enseñanzas de «el mito de la caverna de Platón hoy» deberían presidir la introducción a toda nueva ley de educación: la principal, la ley del esfuerzo. Paro en las últimas leyes de educación está sucediendo todo lo contrario: se facilita, cada vez más, el acceso a los títulos de educación en todos los niveles. Triunfa la ley del mínimo esfuerzo. Y así pueden llegar a ministros y ministras verdaderos ignorantes, sino medio analfabetos.
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