Cristianismo anónimo, un cristianismo universal

Cristianismo anónimo,

un cristianismo universal

Cristianismo anónimo, un cristianismo universal

El gran teólogo y filósofo alemán K. Rahner, frente al viejo principio teológico Extra Ecclesiam nulla salus (“Fuera de la Iglesia no hay salvación”), defendió el principio contrario, que yo formularía así: Extra Ecclesiam multa salus (Fuera de la Iglesia se da mucha salvación”).

Hace una extensa reflexión teológica para explicar lo que él llama “existenciario sobrenatural” y «cristianismo anónimo». Este existenciario significa que todo ser humano está llamado a una vida sobrenatural, prescindiendo de la religión a la que pertenezca. Y esa vida sobrenatural tiene su punto culminante en la gracia salvífica traída por Jesucristo y que todo ser humano ya está llamado a participar en ella, aunque no sea miembro de ninguna comunidad cristiana.  Todos los seres humanos son ya cristianos por nacimiento, aunque no sean conscientes de ello. Son “cristianos anónimos”.

Lo que hace la Iglesia cristiana y sus misioneros es hacer que ese cristianismo anónimo se haga consciente y alcance su máximo expresión en la doctrina de Jesús[1].

Pero aparte de esta importante reflexión teológica, quiero destacar que ese “cristianismo anónimo” ya estaba anunciado en el Evangelio de San Mateo (25, 31-46). Dice así:

Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria con todos sus ángeles se sentará sobre el trono de su gloria. Todos los pueblos serán llevados a su presencia y él separará unos de otros,  como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.  Entonces el rey dirá a los de su derecha:

“Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a verme”.

 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

 Y el rey dirá:

Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. 

 Luego dirá a los de la izquierda:

 “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no medisteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui emigrante y no me acogisteis, tuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

 Entonces, responderán también ellos: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento o emigrante o enfermo o en prisión y no te asistimos?”

 Y él les contestará:

“Os aseguro que cuando no lo hicisteis con uno de esos pequeñuelos, tampoco lo hicisteis conmigo” .

 Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.

 

Derecha-divina.-Jucio-Final Cristianismo anónimo, un cristianismo universal
El Juicio Final de la humanidad presidido por Jesús de Nazarez en su Segunda Venida, imaginado por el apóstol San Mateo

En este relato del día del Juicio Final imaginado por el evangelista Mateo, Jesús pone a su derecha a los que son salvados. Según el criterio que pone para salvar o condenar, los salvados, lógicamente, superarán con mucho al número de los que hayan sido bautizados como cristianos. Estar bautizado no es garantía de salvación. Lo que decide son las obras de cada uno.

Comentario

Prescindamos de si esta visión del Juicio Final la expuso a no el mismo Jesús. Ese es un problema de los especialistas. En cualquier caso, es un texto que pertenece a la tradición cristiana recogida por San Mateo. En él se refleja la quinta esencia del mensaje de Jesús: su preferencia por los pobres, los desvalidos, los marginados, los enfermos, los sin patria, etc., etc.

Sentado esto, lo que quiero destacar es que, en esa imagen del Juicio Final, Jesús, para pronunciar su sentencia, no toma como criterio para salvar o condenar el que los juzgados hayan sido bautizados en el cristianismo o hayan pertenecido expresamente a la comunidad cristiana. Ni siquiera menciona esa pertenencia como condición de salvación. No pregunta si creyeron en él. Es más, ellos mismo confiesan que no lo conocían de nada.

Es como si Jesús les dijera: “Obras son amores y no buenas razones”. Y esto no se casa nada bien con el principio teológico antes citado de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Este principio se defendió en el sentido más estricto por los teólogos y jerarcas cristianos durante siglos. En el concilio Vaticano II se suavizó un poco, pero con el Papa Benedicto XVI se volvió,  con su publicación Dominus Jesus, a defender con palabras suaves, pero sin renunciar a su contenido.

Según este texto sobre Juicio Final, ni siquiera se requiere de la reflexión teológica de K. Rahner para defender un cristianismo anónimo universal. Jesús lo pone mucho más sencillo. Considera como cumplidores de su mensaje y, por tanto, como verdaderos cristianos, a todos aquellos que de hecho lo han aplicado en su comportamiento, aunque ni siquiera hayan oído hablar de él. Este cristianismo anónimo de las obras es inmensamente más amplio que el cristianismo expresamente tal. Ahí está el verdadero catolicismo o apertura universal de su doctrina. La Iglesia Católica es o debe ser la expresión categorial de ese cristianismo universal, que trasciende todas las instituciones y formalismos, y sin arrogarse el ser el único camino de salvación.

Según el criterio establecido por Jesús, ¿se podría decir que Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Marco Aurelio o Epicteto, Laozí, Zaratustra o Mahoma, por citar algunos muy conocidos,  fueron cristianos anónimos?

Por otra parte, como dice Pagola, el mensaje de Jesús

No está ligado al templo de Jerusalén ni a ningún otro lugar sagrado.

No pertenece a ningún pueblo privilegiado (Pueblo Elegido). 

No es propiedad de ninguna religión.

Todos lo pueden invocar como Padre.

(J. A. Pagola: Jesús. Aproximación histórica. PPC. Editorial y Distribuidora, SA. Madrid 2013, p. 339).

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[1] Esta teología de K. Rahner la he recogido y desarrollado en lo que fue mi tesis doctoral en Teología y que se publicó con el título El sobrenatural de los cristianos. Edit. Sígueme, Salamanca. 1985. Cfr. pp. 137-144.

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