Jesús y su divinidad como creación humanma
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
La divinidad de Jesús de Nazarez. Una creación humana
Arrio niega la divinidad de Jesús
La preexistencia de Jesús como Palabra de Dios
Jesús y el Demiurgo platónico
LAS ENCARNACIONES DE DIOS EN OTRAS RELIGIONES.
Las encarnaciones de Vishnú
LAS TRINIDADES RELIGIOSAS
La Santísima Trinidad de los cristianos
La trinidad hindú. La Trimurti
Trinidad egipcia
BUDHA LIBERADOR Y JESÚS REDENTOR
CONCEPCIONES VIRGINALES DE DIOSES
Concepción virginal de Tammuz
Concepción virginal y sobrenatural del Budha
La concepción virginal y sobrenatural de Jesús
La concepción virginal y sobrenatural de Vainamoimonén
EL MITO DE LOS “HIJOS DE DIOS”
La filiación divina de los faraones
EL DESCENSO A LOS INFIERNOS
l descenso a los infiernos del Buddha
El descenso a los infiernos del dios egipcio Ra
Descenso al inframundo de la diosa sumeria Inanna
Descenso a los infiernos en la Epopeya de Gilgamesh
Mitos cananeos
El descenso al Hades en los mitos griegos.
El descenso de Jesús a los infiernos
Descenso de Mahoma a los infiernos
EL MITO DE LA RESURRECCIÓN
La resurrección entre los egipcios
La resurrección de Ahat
La resurrección de Jesús
PECADO ORIGINAL
La Caída en el hinduismo y el budismo
La Caída en algunos pueblos africanos
La Caída en pueblos indígenas australianos
La Caída en los pueblos de Oceanía
La Caída en Platón y los griegos
La Caída en los egipcios
El mito del Pecado Original en el Credo de la fe cristiana
LAS VENIDAS ESCATOLÓGICAS DE LOS SALVADORES
La venida de Kalki
La venida del Mesías en el Judaísmo
La segunda venida de Jesús
La venida del Mahdi musulmán
JESÚS Y AKHENATON
Himno a Atón del faraón Akhenatón
Salmo bíblico 104
Oración del estoico Cleantes a Zeus
ASIMILACIÓN CRISTIANA DE DIOSAS VÍRGENES A LA VIRGEN MARÍA
INTRODUCCIÓN
Este opúsculo quiere ser sólo un ensayo de un trabajo que podría ser mucho más amplio y de gran interés para la antropología de las religiones y para comprender mejor el origen de los dogmas del cristianismo que domina Occidente. Es también un esfuerzo por conocer la mentalidad oculta del hombre occidental. Es un trabajo comparativo entre creencias de distintas religiones, que puede ayudar a superar actitudes fanáticas y excluyentes en el cristianismo y a distinguir mejor lo que verdaderamente pertenece a su esencia original.
Creo que una Historia Comparada de las Religiones podría ser la gran asignatura de la Religión. Para que sea posible, habría que abrir un Instituto de Ciencias de las Religiones, si no una Facultad, en las principales universidades, con grado de Licenciatura o equivalente. Así tendríamos profesores competentes para impartir esa asignatura.[1]
He prescindido a propósito de incluir en este trabajo un detallado aparato de citas y bibliografía. Sólo incluyo algunas obras de carácter general, sin entrar en estudios específicos de cada tema. No es un trabajo para especialistas que ya conocen esta problemática. Busco un lector más amplio y carente de este tipo de información. Me dirijo a un lector que vive de buena fe las creencias que le transmitieron y que se viven en nuestra sociedad cristianizada como si fueran indiscutibles o que simplemente no les presta atención.
Aquí quiero ofrecer una reflexión sin cortapisas a estos dos dogmas, siguiendo la lógica de mi razón. Son dogmas que desafían a la razón humana. Decir que Dios se encarna en una de sus criaturas, Jesús de Nazarez, contradice la naturaleza del mismo Dios.
La misma teología dice que Dios es absolutamente trascendente a todas sus criaturas. Decir que toma un cuerpo humano es como decir que el carpintero se encarna en la imagen de madera, que acaba de moldear. Decir que en Dios hay tres personas, pero que es un solo Dios o decir que tres son uno, no hay mente humana que lo entienda[2]. Sólo se puede aceptar por un acto de fe.
En el presente ensayo iré comentando las creencias más importantes y decisivas de la fe cristiana, comparándolas con creencias de otras religiones tan importantes en la historia de la humanidad como son, por ejemplo, la religión egipcia, la del hinduismo, la del budismo o la del islam.
Me parece importante resaltar cómo creencias tan radicales de la fe cristiana como la de la divinidad de Jesús y la de la Santísima Trinidad, así como de otras más secundarias, tienen o pudieron tener en varias de esas otras religiones, que estaban en el entorno de los orígenes del cristianismo, la causa de su desarrollo e imposición dentro de la fe cristiana.
Esta ensayo se enmarca en mis estudios ya publicados sobre la religiosidad humana y las distintas religiones.
Es importante que conocer las diferencias y similitudes entre las religiones, para poder ver con más claridad hasta qué punto todas ellas son una creación del hombre. Y para entender también por qué las crea.
Este tema lo tengo ampliamente desarrollada en mi libro El problema de la religión. En él explico por qué todo ser humano es esencialmente religioso a nivel trascendental. Esa religiosidad trascendental necesita ser conceptualizada, es decir desarrollada en categorías y conceptos concretos. Y eso es lo que hace cada religión, según las circunstancias geográficas y culturales en las que se desarrolla.
De ahí también se sigue que no existe la religión verdadera, sino que cada una tiene su verdad en cuanto es expresión, legítima expresión, de esa religiosidad esencial en unas circunstancias concretas de la vida.
Por otra parte, también se deduce que cada religión tiene un valor único, pero ninguna tiene un valor universal único. Dicho de otra manera, cada religión tiene un valor limitado y, por tanto, relativo.
La divinidad de Jesús de Nazarez
Una creación humana[3]La fecundidad del mensaje de Jesús de Nazarez
En este breve ensayo quiero responder a la gran pregunta “¿Quién es realmente Jesús de Nazarez?”. ¿Es un demiurgo? ¿Es un mero hombre? ¿Es un profeta? ¿O es el mismo Dios hecho hombre?
El planteamiento de estas preguntas no es una mera curiosidad histórica. Es una necesidad, una urgencia. Y es que, quienquiera que fuera Jesús, produjo un cambio en la historia de la humanidad de dimensiones universales, que nos afecta muy directamente a todos los que hemos sido educados en su doctrina. Y lo que voy a presentar en este ensayo también interesa a los no cristianos. Y es que el peso socio-político de la religión cristiana es enorme. Muchos de los jefes de los países occidentales se confiesan cristianos.
Por otro lado, tenemos el islam, otra poderosa religión que se enfrenta al cristianismo precisamente porque niega la divinidad de Jesús, aparte de otros muchos motivos teológicos, políticos y económicos.
La humanidad siempre, en todas sus culturas, tuvo un deseo que no pudo reprimir: el de conocer los orígenes del Universo y de la misma humanidad. Y, para dar una respuesta, creó toda clase de mitos, los que el gran antropólogo Mircea Elíade llama los mitos de los orígenes. Y dentro de ese deseo de conocer los orígenes está el de conocer los de la propia cultura, los de su historia colectiva e incluso los de la propia historia personal.
En la medida en que conozcamos nuestros orígenes podremos ser dueños de nosotros mismos. Quien no se esfuerce por conocerlos tendrá muy difícil la terea de conocerse a sí mismo y estará dominado por los mitos y creencias que otros le dan.
Pues bien, toda la cultura occidental es deudora de sus creencias, aunque una gran mayoría no es consciente de ello. Y entre esas creencias que lleva en sus raíces están las creencias cristianas.
Un ejemplo evidente son los Derechos Humanos tan importantes para nosotros en los tiempos actuales. Aunque mucha gente no lo sabe ni siquiera lo sospeche, el concepto clave sobre el que se apoyan esos derechos es el de persona, como ser libre y, por tanto, como sujeto de derechos y deberes. Y el concepto del hombre, de todo hombre, como persona es una herencia directa de las discusiones teológicas en torno a la persona de Jesús de Nazarez y en torno a las tres personas de la Trinidad cristiana, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Evidentemente hubo otros factores[4].
Jesús, un hombre que nace en una situación de lo más humilde, un hombre que muere de la manera más humillante clavado en una cruz, un hombre que, con su sencillísima doctrina, fue capaz de transformar la mente de todo un Imperio Romano, algo extraordinario tenía que tener. De ahí el sentido de plantear hoy la pregunta ¿“Quién es ese Jesús de Nazarez?”
Unos cristianos dirán que es Dios encarnado, otros dirán que es la Palabra creadora de Dios. Los budistas dirán que es una encarnación del Budha, Los musulmanes, que es un gran profeta y algunos que será el Mahdi que vendrá al final de los tiempos, para hacer triunfar definitivamente al islam, una vez que él mismo se haya convertido a la fe musulmana.
A lo largo de la historia del cristianismo los teólogos fueron desarrollando toda una serie de categorías y conceptos para estructurar los contenidos de la fe cristiana. Desde el origen se fueron formando distintas comunidades cristianas, que desarrollaron su fe en distintos contextos culturales. Algunas de ellas plasmaron esa fe en los llamados Evangelios, ya sean los canónicos (admitidos por la iglesia oficial) o los apócrifos (declarados por esa iglesia como no auténticos). Su contenido es muy sencillo. Recogen hechos de la vida de Jesús y sus mensajes, pero pasados ya por el tamiz cultural de cada comunidad. No obstante, los llamados sinópticos tienen muchas coincidencias. Todos ellos tienen a Jesús de Nazarez y su mensaje como tema central.
Durante los dos primeros siglos, los cristianos vivieron de esas tradiciones y prácticamente sin dogmas. Pero ya se fraguaron corrientes importantes, que no tenían la misma visión de Jesús de Nazarez. En esos dos primeros siglos surgieron distintas corrientes en torno a la creencia más antigua de que Jesús de Nazarez es verdadero Dios. Varios de ellos negaban esa divinidad y a la vez se proclamaban verdaderos cristianos. Esa negación implicaba necesariamente la negación de la Trinidad Divina, que posteriormente será declarada como el dogma fundamental de la Iglesia Católica.
Principalmente a partir de finales del siglo II y, sobre todo, a partir del reconocimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano por parte del emperador Constantino en el siglo IV se avivaron las discusiones teológicas.
La fórmula del Credo o símbolo de la fe cristiana más antiguo se conserva en un escrito gnóstico datado entre los años 150 y 180. Sólo recoge la fe en una especie de Trinidad: el Padre omnipotente, Jesucristo como Salvador y en el Espíritu Santo Paráclito; y, además, en el perdón de los pecados. De Jesús sólo se dice que es “Salvador”. Del Espíritu Santo sólo se dice que es el “consolador” o “defensor” (paráclito) de los fieles.
Hay otra fórmula que se usaba probablemente en el siglo III en la liturgia egipcia y que dice:
Creo en Dios Padre Omnipotente,
-y en su Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo,
-y en el Espíritu Santo,
-y en la resurrección de la carne,
-y en la Iglesia Católica.
En esta fórmula, de Jesús sólo se dice que es el “Hijo unigénito” del Padre.
En ninguna de las dos fórmulas aparece el carácter divino de Jesús, al menos expresamente, ni tampoco el del Espíritu Santo.
En la segunda fórmula hay que destacar que se usaba en la liturgia cristiana egipcia. La comunidad cristiana egipcia antigua fue decisiva en el desarrollo de la teología cristiana inicial. La comunidad de Alejandría fue pionera en la lucha contra las primeras “herejías”. Fue como la Roma del cristianismo antiguo.
Pues bien, la idea del Hijo de Dios se aplicaba a los faraones y parece normal que los cristianos, que convivían con la cultura egipcia, atribuyesen ese título a Jesús.
Arrio niega la divinidad de Jesús
Fueron varias las corrientes cristianas de los primeros siglos que no admitieron que Jesús era Dios. Son las corrientes no trinitarias. Negaban, por tanto, el dogma de la Santísima Trinidad. Y no fue una pequeña minoría de cristianos los que negaron su divinidad. Durante el s. IV hubo momentos en los que los negacionistas eran tantos o más que los ortodoxos. Toda el Asia Menor cristiana era mayoritariamente negacionista de la divinidad de Jesús.
La primera gran corriente que negó la divinidad de Jesús y que tuvo mayor incidencia fue el arrianismo. Veamos un breve resumen del nacimiento y propagación de esta corriente teológica. Su primer promotor fue el sacerdote Arrio.
Nace en Libia. Estudia en la escuela de Antioquía, dirigida por Luciano. Éste fue considerado por Alejandro, obispo de Alejandría, como el verdadero padre del arrianismo. Arrio pasa a Alejandría donde es ordenado diácono y sacerdote.
Los que defienden que Jesús es el Verbo divino, que se identifica con Dios, dicen que ese Verbo divino o Jesús no fue creado, sino engendrado.
Parte del presupuesto de que la divinidad no sólo ha de ser increada, sino también ingénita (no engendrada: aguénnetos)[5]. El verdadero Dios no puede ser creado ni engendrado
Por tanto, el Verbo (Logos) con el que se identifica a Jesús no puede ser Dios. Los ortodoxos dicen también que es “consustancial” (homoousios) al Padre y, por tanto, es Dios.
Para Arrio, el Verbo (la persona de Jesús) es la primera criatura de Dios, creada de la nada como todas las demás.
Es un dios de segundo orden; se le llama Hijo de Dios sólo en sentido moral.
Tampoco se puede decir que es semejante (homoiousios) a Dios, como dicen otros teólogos que buscan un entendimiento entre arrianos y ortodoxos. Para Arrio, Dios no puede tener nada semejante a él mismo.
El Verbo ocupa un lugar intermedio entre Dios y el Universo. Dios lo creó como instrumento para la creación de todo lo demás. Y la primera criatura que creó el Verbo fue el Espíritu Santo. Por eso, es menos divino que el Verbo.
Ese Verbo divino es el que se encarna en Jesús ejerciendo la función del alma[6].
Conocidas las doctrinas de Arrio, Alejandro, obispo de Alejandría, convocó un Sínodo el año 318. Se condena a Arrio y sus seguidores, y se les despoja de sus cargos. Arrio era presbítero en Alejandría.
Entonces, Arrio se va a Antioquía donde es obispo su compañero de la escuela de Luciano, Eusebio de Nicomedia. Éste y otros compañeros obispos se pusieron de parte de Arrio. Su doctrina se extendió por toda la iglesia griega y del Asia Menor, donde llegó a ser mayoritaria.
Ante la implicación de varios obispos enfrentados, el emperador Constantino convoca el Concilio de Nicea. Asisten unos 300 obispos. Es importante destacar que es el emperador el que convoca. Como conclusión se redactó el Símbolo Niceno o credo ortodoxo (año 325). Ganaron los obispos anti-Arrio. Pero esa mayoría anti-Arrio no refleja el pensamiento de todos los obispos asistentes. Los arrianos firmaron las conclusiones del concilio bajo las amenazas de sufrir el exilio lanzadas por el emperador. No obstante. no todos los arrianos firmaron y los que lo hicieron siguieron manteniendo su teoría arriana en cuanto se fueron del concilio.
Después del concilio, Arrio es desterrado a Iliria. En el 328 Constantino lo vuelve a llamar. Siguen las disputas entre los obispos y se convocan los concilios de Tiro y de Jerusalén en el año 335. Ambos rehabilitan a Arrio y lo reponen en sus cargos. Constantino ordena al obispo de Constantinopla que lo reconcilie solemnemente, pero Arrio muere repentinamente (336) en la víspera del acto.
Esta secta fue seguida por varios obispos y emperadores después de Constantino. Se extendió por todo el medio oriente y en el dominio de los godos y visigodos en Centroeuropa.
La última gran “secta” (nueva religión bíblica) que niega la divinidad de Jesús y, por tanto, la Trinidad divina es el islam: Dice que Jesús es un gran profeta, pero no Dios. Incluso algunas corrientes musulmanas esperan que Jesús, una vez convertido al islam, venga al final de los tiempos como el Mahdi o “rectificador” (salvador), que traerá el triunfo definitivo de la religión de Mahoma[7].
Esto es el punto clave que separa a los musulmanes de los cristianos. El Papa Benedicto XVI, en su conferencia en la Universidad de Ratisbona, defendió la superioridad racional del cristianismo frente al islam. Sin embargo, el islam rechaza estos dos dogmas tan irracionales y admite y venera a Jesús como un gran profeta. En este punto tan decisivo el islam es, así lo entiendo, más racional que el cristianismo.
El dogma de
la preexistencia de Jesús
como Palabra de Dios
En algunas comunidades cristianas se enseñaba que Cristo[8] había preexistido desde la eternidad como Hijo del Padre. Se le identifica con la Palabra del inicio del evangelio del apóstol San Juan.
Al principio era la Palabra
y la Palabra se dirigía a Dios.
Y la Palabra era Dios.
Ésta al principio se dirigía a Dios.
Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.
… La Palabra se hizo hombre
y acampó entre nosotros.
Contemplamos su gloria,
Gloria como de Hijo único del Padre,
lleno de lealtad y fidelidad.
En un momento dado esa Palabra divina y eterna se encarnó en Jesús de Nazarez para salvar a los hombres.
Esta creencia seguramente tiene mucho que ver con la doctrina platónica sobre la preexistencia de las almas, que, a su vez, está relacionada con la doctrina hindú sobre el mismo tema. Las almas de los hombres preexisten, dice Platón, antes de encarnarse en cuerpos humanos.
No obstante, en el cristianismo esa preexistencia eterna sólo se aplica a Jesús en cuanto Verbo o Palabra del Padre. La discusión está en que esa preexistencia puede ser entendida como creada por Dios o como increada.
Hay que tener en cuenta que la filosofía platónica tubo una fuerte influencia en el cristianismo antiguo. Esta influencia fue determinante a la hora de entender la preexistencia de Cristo antes de encarnarse. No sería de extrañar que esta influencia platónica esté en el sentido del inicio citado del Evangelio de San Juan.
La existencia eterna de Cristo previa a la encarnación es un presupuesto necesario para defender su divinidad. Arrio admitía esa preexistencia, como también la de las demás almas humanas, pero eso no implicaba para él que el Cristo preexistente fuera Dios, sino que había sido creado por Dios, como las demás almas de los hombres.
Para sostener su tesis, Arrio se basó en el texto de San Juan 14,18-22 que dice:
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco y el mundo no me verá,
pero vosotros me veréis,
porque yo vivo y vosotros viviréis.
En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre,
y vosotros en mí y yo en vosotros.
Según Arrio, este texto muestra que Jesús no es igual al Padre. También se apoya en el siguiente de Proverbios del Antiguo Testamento:
El Señor me creó al principio de su obra,
antes de que Él comenzara a crearlo todo[9].
En este texto la Sabiduría Divina se identifica con el Logos (Palabra o Verbo), que, a su vez, San Juan lo identifica con Jesucristo en el Prólogo de su Evangelio.
Esa preexistencia de Cristo como Verbo o Palabra del Padre podía ser interpretada de diversas maneras. Arrio decía que ese Verbo preexistió como primera criatura de la Creación, que luego fue el instrumento (demiurgo) de Dios para crear el resto de las cosas. El Verbo o Cristo, por tanto, no es Dios, sino una criatura de Dios.
Esta doctrina de Arrio provocó fuertes disputas entre los obispos y los emperadores romanos durante todo el siglo IV. Estas tensiones, a su vez, provocaron la convocatoria de varios concilios y sínodos en los que se vio directamente implicado el emperador correspondiente.
Entre los concilios convocados, tuvieron especial importancia dos concilios ecuménicos: el Primer Concilio de Nicea (año 325) y el primer Concilio de Constantinopla (año 381) que trataron el tema de la divinidad de Jesús. En el primero ganaron <los obispos contrarios a Arrio. No obstante, las disputas continuaron a lo largo de todo el siglo IV. En ellas se vieron implicados todos los estamentos de la Iglesia. Incluso los emperadores se vieron obligados a tomar posición, unos a favor de los arrianos (los heterodoxos) y otros a favor de los ortodoxos. Pero en esos dos concilios ecuménicos no hubo libertad de votación. En el primero, el emperador Constantino amenazó con exiliar a todos aquellos obispos que no firmaran los acuerdos tomados por mayoría. En el segundo, el emperador Teodosio hizo la misma amenaza. En ambos concilios los obispos arrianos que firmaron la tesis ortodoxa, una vez fuera del concilio, se mantuvieron fieles a su doctrina arriana.
Jesús y el Demiurgo platónicoPecado y redención en el cristianismo. Otra visión.
Sobre la preexistencia de la persona de Jesús como Palabra creadora de Dios Padre parece oportuno recordar la doctrina platónica del Demiurgo.
En la filosofía platónica hay tres tipos de seres eternos: El Bien o Dios, las Ideas de su mente, entre las que está el alma racional humana, y la materia informe. Dios no creó las cosas directamente. Creó primero un ser-arquitecto, el Demiurgo, al que encargó la creación directa del mundo sensible.
Ya en el texto anteriormente citado del evangelio de San Juan se aplica a Jesús esa función demiúrgica:
La Palabra (Logos) al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
De Jesús se dice en el Credo católico de la Iglesia lo siguiente:
Creo en un solo Dios Padre …
y en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, …,
por quien todas las cosas fueron hechas,
las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, …
(Concilio de Nicea, año 325).
Jesús en su preexistencia es concebido como la Palabra creadora de todas las cosas. Aquí la función creadora del Demiurgo platónico se concibe como la función creadora de la Palabra divina. Se puede decir que los cristianos aplicaron a Jesús la misma función creadora instrumental que los platónicos atribuyeron al Demiurgo.
Esta doctrina platónica del demiurgo fue una razón más para que los cristianos atribuyeran a Jesús, Verbo divino e Hijo del Padre, la función mediadora en la creación del mundo.
LAS ENCARNACIONES DE DIOS
EN OTRAS RELIGIONES.Cristianismo anónimo como un cristianismo universal
En la historia del cristianismo siempre se dio a entender que la única verdadera encarnación humana de Dios es la que se dio en Jesús de Nazarez. Sin embargo, la idea de la encarnación del Dios Supremo y de otros dioses menores es muy frecuente en la historia de las religiones. No es original del cristianismo.
Se puede decir que el cristianismo aplicó esa idea a Jesús tomándola de las religiones en cuyo entorno nace. Los cristianos no iban a ser menos que los creyentes de esas religiones. Ellos también tienen una encarnación del Dios Supremo. De hecho, la divinidad de Jesús no estuvo nada clara desde el principio. Pasaron más de dos siglos y medio hasta que surgió la gran polémica. Y quedó bien claro que la encarnación de Dios en Jesús no era compartida ni mucho menos por todos los cristianos. Que Jesús fuera verdaderamente Dios fue una creencia que se fue introduciendo a medida que el cristianismo se iba desarrollando en competencia con las religiones de aquel tiempo.
La divinidad de Jesús, por tanto, es sólo una creación de los cristianos. No pertenece al Jesús histórico, sino al Jesús de la fe de una parte de los cristianos. Sin embargo, en la Iglesia Católica es el dogma principal, que condiciona otros muchos como el de la Santísima Trinidad, por ejemplo.
Con los ejemplos que describo a continuación intento aclarar en lo posible por qué una parte de los cristianos fueron introduciendo esa creencia de que Jesús es el mismo Dios hecho hombre.
Las encarnaciones del dios hindú Vishnú
Vishnú es uno de los tres dioses de la Trinidad hindú (la Trimurti): Brahma (el creador), Vishnú (el que mantiene el orden en el Universo) y Shiva (el destructor-renovador). Vishnú se encarna en una criatura distinta según sea la necesidad de recomponer y mantener el orden en cada Edad del Universo.
Aunque otros dioses también se encarnan, Vishnú es el prototipo de la encarnación divina. La idea de la encarnación de la Divinidad es asumida por los hindúes como algo normal. Incluso, según algunas tradiciones dhármicas, Jesús de Nazarez es una encarnación divina. El budismo, una rama del hinduismo, le concede la dignidad de ser una de las muchas encarnaciones del Budha.
Aquí no quiero entrar en los detalles de esas encarnaciones de Vishnú. Lo que quiero destacar es el hecho de la encarnación de la Divinidad en esta religión como un dato más, para entender por qué los cristianos terminaron divinizando a Jesús.
Por otra parte, quiero destacar que ni la encarnación de la Divinidad en un ser material ni la concepción trinitaria del Dios Supremo son originarios del cristianismo, como muchas veces se ha dado a entender. Sin embargo, la encarnación de Dios en Jesús de Nazarez y el misterio de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) se presentan en el Credo cristiano como dos dogmas originales, únicos y fundamentales de la fe cristiana.
En cuanto a la encarnación de Dios se podría poner como excepción el caso del islam. Pero sólo sería una excepción aparente. Y es que la fe musulmana cree que el texto del Corán recoge las palabras mismas de Alá, otra forma de encarnación de Dios. Son Palabra Divina, absolutamente sagrada. La roca de la Meca es venerada como un verdadero ser divino. Cuando rezan se inclinan hacia la Meca. ¿A quién rinden culto con esa postura de adoración? Todas sus mezquitas están orientadas hacia la Meca, como las iglesias cristianas lo hacia Jerusalem.
La encarnación de lo sobrenatural en alguna criatura del mundo material es una constante en el mundo de las religiones. Por todo lo expuesto, creo que la divinidad de Jesús de Nazarez debe ser entendida dentro de esa constante divinización de personas, animales, plantas y hasta objetos inanimados.
No es nada extraordinario en cuanto artículo de fe. Por eso, sostengo que esa divinización de Jesús no debe ser considerada como un elemento originario ni esencial a la fe cristina. Más bien debe valorarse como una influencia externa proveniente del mundo de las religiones que antecedieron y que estaban en el entorno cultural del nacimiento y del desarrollo más temprano del cristianismo.
Los seres humanos tienden (¿por naturaleza?) a imaginarse a sus dioses como encarnados. La encarnación de la Divinidad no es creencia exclusiva de una religión. Todas encarnan a su Dios de una u otra manera. Esa es la gran razón antropológica de por qué crean tantas imágenes de los seres divinos o divinizados.
El universo de las imágenes divinas es todo un universo cultural desde el que se puede estudiar al hombre que las crea. Las crea a su propia imagen y semejanza. En ellas se proyecta la visión que cada religión tiene de la divinidad en la que cree. Se divinizan personas, animales, plantas y hasta objetos inanimados.
LAS TRINIDADES RELIGIOSAS
La Santísima Trinidad
de los cristianos
Este es el dogma central del cristianismo católico. Hay un solo Dios y tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este dogma supone el de la encarnación de Dios en Jesús. Jesús también es Dios. Es una consecuencia del reconocimiento de Jesús como Dios y también del Espíritu Santo.
Esta creencia se enseña como dogma original y distintivo de la fe cristiana. Sin embargo, tiene importantes antecedentes en otras religiones como la egipcia o el hinduismo.
Este dogma, imposible de comprender, es el fundamento de toda la teología cristiana. Los conceptos de “persona” y “naturaleza” son desconocidos en otras muchas culturas. El de “naturaleza” es de origen aristotélico. El de “persona” tiene ciertos antecedentes griegos y romanos, pero en su sentido actual y aplicable a todo ser humano tiene su origen en los primeros teólogos cristianos con sus elucubraciones sobre la Santísima Trinidad. Se desarrolló precisamente para explicar que en Jesús se da una sola persona, la divina, y dos naturalezas: la divina y la humana. Y también para definir el sentido de la Santísima Trinidad: por qué Dios es uno solo en cuanto a naturaleza, y, sin embargo, se manifiesta en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los esfuerzos de los teólogos, para dar a entender cómo Dios puede ser uno y tres a la vez, han dado lugar a extensos tratados, que ocupan un importante espacio en las bibliotecas cristianas. Su enseñanza sigue siendo un tema fundamental en la formación de los seminaristas católicos.
Todos los ritos católicos (también de otras corrientes cristianas) se hacen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: los sacramentos, la señal de la cruz, las bendiciones, etc. Si se suprimiera esta trinidad, toda la liturgia de la Iglesia cambiaría radicalmente.
Pues bien, la idea de la Trinidad Divina también se da en otras religiones. No se puede descartar el que los cristianos quisieran tener también su trinidad. Ésta es una consecuencia de hacer Dios a Jesús. Así ya tenemos dos personas divinas: Padre e Hijo.
Falta la tercera: el Espíritu Santo. ¿Y por qué se hace Dios también al Espíritu Santo? Su podría entender como una fuerza creada por Dios, lo mismo que crea otras fuerzas como los ángeles. Pero no, se le identifica con el mismo Dios. Por eso, yo pregunto: ¿Tendrán algo que ver las trinidades de otras religiones contemporáneas al nacimiento y primer desarrollo del cristianismo? ¿Se trata también de distribuir las funciones de Dios en distintas manifestaciones suyas?
Tri-murti en sánscrito significa “tres formas”. En realidad, cada divinidad representa una de las tres grandes fuerzas que rigen el Universo: creadora, conservadora y destructora-regeneradora. La idea de “fuerza” es el concepto fundamental en esta teología, que sigue vigente en todo el universo de la cultura hindú.
Algo muy parecido tiene lugar en la cultura bantú africana: la fuerza es la esencia de todas las cosas, incluso del mismo Dios. No es como entre los pensadores griegos, que centran su atención en el ser de las cosas. Se fijan en lo que las cosas son. Los bantúes se fijan en ellas como fuerzas que actúan o que pueden actuar, no como seres que son.
Trinidad egipcia
La trinidad egipcia tuvo un enorme poder en esta cultura y duró muchos siglos, incluso miles de años. El culto a Isis no desaparece hasta el siglo IV d. de C. Fue uno de los cultos que más le costó al cristianismo eliminar. Al final, tuvo que ser prohibido por decreto en todo el imperio romano.
BUDHA LIBERADOR Y JESÚS REDENTOR
El nacimiento sobrenatural de Jesús tiene importantes similitudes con el nacimiento del Budha Gautama.[11]
Se presenta a Budha como una especie de Mesías que es esperado para la liberación de la humanidad de sus sufrimientos. Un anciano sabio o rishi visita al rey Suddhodana, padre de un niño, Gautama, y le revela que su hijo es el liberador esperado, el Budha.
Budha es un liberador del hombre doliente y desamparado. En su doctrina se considera al ser humano como prisionero del dolor, principalmente espiritual, producido por sus deseos desordenados.
El Evangelio considera a Jesús como el salvador del hombre prisionero del pecado, una prisión también espiritual. Jesús es redentor. Budha no es redentor, sino ejemplo del camino que ha de seguir el creyente, para ir purificándose a través de las reencarnaciones. La salvación budista hay que ganársela en cada reencarnación. En el cristianismo el hombre es redimido, aunque también se le exigen las buenas obras. En el budismo tiene que redimirse a sí mismo, como en el hinduismo.
Esto no quiere decir que el cristianismo fomente la pasividad. Un principio importante de su doctrina es el que dice A Dios rogando y con el mazo dando.
El Budha nace como “gloria del pueblo sakya”. Jesús nace como “gloria del pueblo de Israel”. Ambos están ligados a un pueblo determinado, pero su misión es universal.
“Budha” significa “iluminado”. Como adjetivo se aplica a personas excepcionales. Cuando le preguntaron al Dalai Lama que opinaba de Jesús de Nazarez no dudó en aplicarle la máxima valoración que podía hacer desde el pensamiento budista: Jesús es un Buda, es decir, una encarnación del ideal budista de perfección.
Pero su atribución más sobresaliente se aplicó a Gautama, fundador del budismo y al que se considera como una encarnación de Vishnú, dios supremo del hinduismo. Dicho de otra manera, el budismo también tiene su encarnación de Dios entre los hombres, como Jesús lo es para los cristianos.
En el Lalita Bistara se dice que el cielo estaba atestado de dioses dichosos, que alegres cantaban el nacimiento de Buda.
En el nacimiento de Jesús son ángeles los que cantan gozosos:
De pronto aparecieron otros ángeles y todos alababan a Dios diciendo:
Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra gracia y paz a los hombres. (Luc. 2,13-14).
Estos signos sobrenaturales en el nacimiento del Buda recuerdan también los muchos portentos que rodean el nacimiento de Jesús (Cfr. Luc. 2,8-20). Lo que en el budismo son los dioses secundarios o deva en el cristianismo y en la Biblia en general son los ángeles.
Se relata la visión del sabio sobre el niño Buda. Esta visión es similar a la del sabio Simeón sobre Jesús, según las Evangelios. Dice Lucas:
Había en Jerusalem un hombre llamado Simeón, que era muy bueno y piadoso y el Espíritu Santo estaba en él. Esperaba los tiempos en que Dios consolara a Israel. Sabía por una revelación del Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor (Luc. 2,25-26).
Ahora dueño mío, según tu palabra, dejas libre y en paz a tu siervo; porque han visto mis ojos a tu Salvador, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz revelada a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel (Juan, 2, 29).
En el poema Lalita Bistara aparece la idea de la magia (muy relacionada con los milagros) en el vuelo que hace el sabio o rishi desde su morada en las alturas del Himalaya hasta la corte del rey Suddhodana. Esta es un detalle más del carácter sobrenatural del nacimiento del Buda.
El sabio plantea al rey Sodhodhana dos alternativas para su hijo. Él podrá escoger la una o la otra. Es una especie de profecía de lo que puede llegar a ser el Budha: o una vida profana de poder y riquezas o una vida ascética que conduce al Nirvana.
Se describe la primera opción: Una opción mundana. Gautama podría tener gran fama, gran poder temporal sobre todo un imperio con un poderoso ejército.
Y también se describe la segunda opción: Una opción espiritual, que rechaza las pompas mundanas. Gautama optará por la humildad y la pobreza material.
Esta segunda opción es precisamente la que marcó desde su nacimiento el camino de Jesús de Nazarez. No es de extrañar entonces que el Dalai Lama haya atribuido a Jesús la categoría espiritual de ser un verdadera Budha.
El sabio deja claro que las fuerzas del mal contra el Budha no podrán afectar al niño. Tampoco pudieron con Jesús de Nazarez. Los Reyes magos burlaron a Herodes, que quería deshacer del niño Jesús. Recuérdese también el episodio de las tentaciones de Satanás en el desierto. El demonio ofrece a Jesús un poderoso reino[12]. La oferta coincide con la primera de las opciones que el rishi profetizó para el Budha. El Budha, cuando ya era adulto, escogió la segunda opción: la de la humildad, la pobreza y la sabiduría. Jesús ya tenía elegida esta opción desde su nacimiento.
Seguidamente el sabio o rishi va desgranando los atributos sobrenaturales del Budha, su sabiduría, su misión liberadora de los males de la humanidad, su santa ley o nueva doctrina y su promesa de vida eterna o inmortalidad feliz para sus seguidores. Todos son atributos que también se aplican a la persona de Jesús.
Se presenta al Budha como poseedor del conocimiento de la Verdad. Jesús dijo de sí mismo “yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Se destaca también la novedad del mensaje del Budha con relación a los sacerdotes, sabios y dioses de la tradición del hinduismo a la que pertenecía el mismo Budha. En el Evangelio se destaca la novedad del mensaje de Jesús con relación a sacerdotes y sabios de la tradición bíblica de los judíos (el Viejo Testamento), a la que también él pertenecía.
Budha también tuvo sus cuarenta y nueve días de meditación bajo el árbol bodhi. Jesús se retiró cuarenta días al desierto. Durante ese tiempo de reflexión Budha sufrió las tentaciones del dios Mara, dios de la muerte y del deseo[13]. Jesús sufrió las tentaciones del Diablo, semidios del pecado y de la muerte, en el desierto, ofreciéndole riquezas y poder mundano a cambio de someterse a él.
Budha enseñará una nueva ley, “una ley de virtud inmaculada”. Jesús también trajo una buena nueva que se recoge en los Evangelios o Nuevo Testamento.
En el Lalita Bistara, de recoge la imagen de las tinieblas (“densas nubes”) que es muy frecuente en los escritos de los esenios y en la tradición cristiana, para expresar el reino del mal en este mundo por contraposición al reino de la luz que trae el salvador. [14]
Los que sigan al Budha estarán en camino hacia la “beatitud eterna”. De la misma manera, los que sigan a Jesús. Recuérdese el sermón de la montaña con las bienaventuranzas.
La imagen del Budha en la cuna recuerda la imagen de Jesús en la cuna. Una importante diferencia: la del Budha es una cuna real. La de Jesús es un pesebre en un establo.
Ante el rey Sudhodana, rishi, lleno de gozo, presenta su magníficat o canto de alabanza sobre su hijo Gautama. Un magnícat que recuerda al de la Virgen María cuando el ángel Gabriel le comunica la concepción milagrosa de Jesús en su vientre.
En el poema se hace alusión a la imagen de la rueda. Es una forma de expresar el paso del tiempo. En la tradición hinduista, heredada por el budismo, el Universo se crea y se destruye periódicamente en períodos de tiempo muy largos. En cada Universo la humanidad pasa por cuatro etapas o edades, como si se tratase de cuatro humanidades distintas: La primera es la edad de la humanidad perfecta, el Kritayuga. Esta edad se pierde y la sigue la segunda, el Tretayuga, en la que la humanidad ya no es del todo perfecta. En la tercera, el duaparayuga, la humanidad degenera aún más. Y en la cuarta, kaliyuga, la edad actual, la humanidad se halla en su máximo grado de degeneración.
La Personalidad Suprema Vishnú se encarna en alguna criatura cuando es necesario restablecer el orden tanto en el Universo como en la humanidad. Tiene doce encarnaciones principales, llanadas avataras. Una de ellas es precisamente la encarnación como Budha. Con esta encarnación quiere marcar el camino de la liberación a una humanidad, la actual, que se encuentra desorientada, demasiado pegada al mundo material y víctima del dolor.
Con esta referencia a la visión circular y cíclica del tiempo, quiero hacer ver que la encarnación de Vishnú como Budha se puede repetir. Hubo muchos Budha. Y esta repetibilidad es una gran diferencia entre lo que es ser Budha y lo que es Jesús de Nazarez. La encarnación de Dios en él es una y única.
Este carácter único de la encarnación divina en Jesús se encuadra en la visión lineal del tiempo, de origen bíblico. El tiempo no transcurre en forma de círculo o rueda en la que todo se repite. En la visión lineal, el tiempo transcurre de atrás hacia adelante pasando por el presente. El pasado ya nunca vuelve. Nada se repite. Por eso, cada persona es única y sólo vive una vez en este mundo. Ningún eventos tiene lugar una segunda vez. Por eso, la encarnación de Dios en Jesús se concibe como un vento único e irrepetible[15].
Otra diferencia importante entre Budha y Jesús es que Budha es un maestro y un liberador, que traza el camino de perfección, que debe seguir todo aquél que aspire a alcanzar el último cielo o Nirvana. Ofrece un camino para liberarse del dolor. Pero ese camino lo ha de recorrer cada uno con su lucha personal para seguirlo. Dispone de todas las reencarnaciones (samsara) que necesite para conseguirlo. Cada uno ha de redimirse a sí mismo a base de ir aumentado sus buenas obras en cada reencarnación hasta llegar el estado de perfección.
Jesús es un maestro y un redentor. Como maestro marcó con su Evangelio el camino a seguir por los cristianos para alcanzar la vida eterna en el Más Allá. Como redentor se apoya en dos presupuestos. Uno, la creencia en el Pecado Original y la creencia de que todos nacemos afectados por él. Todos nacemos en pecado original y nadie se puede liberar a sí mismo de ese pecado.
Por otra parte, están los pecados personales. Cada uno se puede arrepentir de ellos, pero no puede borrar sus efectos espirituales en el alma. Sólo el sacrificio de un ser inocente los puede borrar. Jesús es el Cordero de Dios, cuyo sacrificio liberará al hombre de todos sus pecados. En ese sentido se interpretan los cantos del Siervo de Yahvé recogidos por el profeta Isaías.
En la visión lineal del tiempo, el pecador no tiene la oportunidad de volver a encarnarse para purgar sus pecados por sí mismo, porque sólo tiene una existencia. Por eso, la salvación le tiene que venir de afuera, de un redentor. Y ese es Jesús de Nazarez.
Además, en la visión bíblica de la redención, la salvación ha de venir por el sacrificio de un ser inocente. Un pecador no puede redimirse a sí mismo ni tampoco a los demás. De ahí el sentido que los cristianos dan a la muerte de Jesús en la cruz: su muerte es el sacrificio redentor de toda la humanidad.
CONCEPCIONES VIRGINALES DE DIOSES
La concepción virginal de Tammuz
La religión de Tamuz (Mesopotamia) menciona que en aquel entonces había una reina llamada Semiramis, que dio a luz a un niño que se nombró Tammuz, que ella había concebido virginalmente. Su nacimiento se celebra el 25 de diciembre. Para su madre, Tamuz era la reencarnación del dios Nimrod.
La concepción virginal
y sobrenatural de Vainamoinén
Se podría citar también el nacimiento virginal del héro-dios Vainamoinén de la tradición nórdica de Finlandia[16]. Es hijo de Luonnotar, virgen del aire. En el poema sobre su nacimiento se dice:
“Eb l soplo del viento vi a acariciar su seno y el mar,
fuente de vida, la hizo fecunda”[17].
Él es el que “nadie ha dado a luz”.
Su nacimiento es obra del Dios supremo UKKO
Vainamoinen es el gran héroe-dios nórdico “a quien Kalevala (Finlandia) le debe todo: bienes materiales y espirituales”. [18]
Concepción virginal y sobrenatural del Buda
Aunque ya he tocado este tema anteriormente, vuelvo sobre él para matizar algunos detalles.
Tanto el nacimiento del Buda como el de Jesús están rodeados de acontecimientos sobrenaturales. La concepción del Buda es obra del bodisatva Tuchita, que desciende desde el sexto mundo al vientre de su madre. Tuchita es un deva, que significa dios, una deidad o ser celestial de aspecto luminoso. Su equivalente en los evangelios sería el Espíritu Santo.
En algunas pinturas y relieves del Buda Gautama, éste aparece naciendo de la costilla de la reina Mayavedí o la reina Maya. Es un nacimiento milagroso, como el de Jesús.
En algunas tradiciones biográficas del Buda Gautama se recogen numeroso hechos milagrosos y sobrenaturales, acompañados de profecías sobre su actividad liberadora futura. Hay biografías que afirman un parto sin dolor y una maternidad virginal, como la de María madre de Jesús.
Según algunos especialistas en el budismo, el Buda nunca fue visto como un ser meramente humano, aunque sí vivió como si fuera un hombre normal. Se le considera omnisciente y capaz de eliminar el karma o lastre de las malas acciones personales, que es la gran preocupación de la fe hindú y de la budista.
La concepción virginal y sobrenatural de Jesús
Se trata también de un evento milagroso, rodeado de un ambiente sobrenatural. La concepción tiene lugar mediante un acto sobrenatural del Espíritu Santo en el vientre de María, anunciado por el ángel Gabriel. Ella fue virgen “antes del parto, en el parto y después del parto”, como dice la teología cristiana. Es una forma de afirmar el carácter divino de Jesús.
Su nacimiento es anunciado por unos ángeles a los pastores y celebrado por ellos mismos con gran regocijo. También abundan las profecías sobre lo que va a ser su vida y su actividad salvadora sobrenatural. Vivirá como un hombre normal hasta que llegue el momento de su manifestación como el Hijo de Dios. Hace muchos milagros. Él redimirá a toda la humanidad de sus pecados y abrirá el camino de una salvación universal.
En algunas tradiciones biográficas del Buda Gautama se recogen numeroso hechos milagrosos y sobrenaturales, acompañados de profecías sobre su actividad liberadora futura. Hay biografías que afirman un parto sin dolor y una maternidad virginal, como la de María madre de Jesús.
Según algunos especialistas en el budismo, el Buda nunca fue visto como un ser meramente humano, aunque sí vivió como si fuera un hombre normal. Se le considera omnisciente y capaz de eliminar el karma o lastre de las malas acciones personales, que es la gran preocupación de la fe hindú y de la budista.
Aparte de las similitudes en el nacimiento del Buda y de Jesús hay que destacar una gran diferencia. Los padres del Buda Gautama son reyes con su correspondiente palacio real. Buda es criado con toda clase de lujos y una ignorancia total procurada por sus padres sobre lo que es el dolor, la pobreza y la ignorancia, que le aislaba del mundo real de los hombres.
Jesús es hijo de padres humildes. Nace en un pajar junto a los animales que allí se cobijaban. Crece viviendo del trabajo de un carpintero, José, al que se supone que ayudaría en la carpintería y a la que probablemente se dedicó Jesús hasta que decidió dedicarse a predicar la buena nueva (su evangelio) a la de edad de unos treinta años. Hasta ese momento se supone que vivió como un adolescente y un joven normal.
EL MITO DE LOS HIJOS DE DIOS
La filiación divina de los faraones
El tema de la fecundación divina de una mujer también se deba en la religión egipcia. Los faraones se consideraban de origen divino. Así se recoge en el mito de Rudjedet, esposa de un sacerdote, que fue fecundada directamente por el dios supremo Ra. Tendrá trillizos, que serán futuros faraones[19]. El faraón Akhenaton se consideraba hijo del mismo Ra o Dios Sol.
El pensamiento egipcio ejerció una fuerte influencia en la teología cristiana, principalmente en la de Alejandría, que, en los primeros años del cristianismo, tuvo un gran peso en el desarrollo del pensamiento cristiano.
EL DESCENSO A LOS INFIERNOS
El descenso a los infiernos[20], al Hades, al Sheol, al Inframundo, a Ultratumba, al Tártaro, al Averno o como se quiera llamar al supuesto lugar al que van los seres humanos después de la muerte, es muy frecuente en el mundo de las religiones. El infierno tiene distintos significados según la religión de que se trate y siempre está relacionado con el lugar de los muertos. A pesar de sus divergencias, tiene importantes coincidencias entre las distintas tradiciones que tocan este tema.[21]
A veces se le concibe como un lugar provisional para aquellos muertos que superen ciertas pruebas. Otras veces se entiende como el lugar definitivo de los condenados por sus malas obras. En muchos mitos ese Más Allá está dividido en varias estancias, como veremos.
En la mayoría de estos mitos se plantean ciertas cuestiones que preocupan al ser humano desde el origen de su historia. Las más importantes y comunes son:
-El porqué de la muerte.
-¿Qué hay después de la muerte?
-¿Se puede alcanzar la inmortalidad?
-¿Todos los muertos tienen el mismo destino cualquiera que haya sido su comportamiento en esta vida?
-¿Cómo se valorarán las buenas y las malas obras? ¿Habrá un juicio tras la muerte?
-¿Se puede volver a la vida terrenal?
-Etc.
En las grandes religiones actuales (budismo, cristianismo, islam) ese descenso se atribuye al salvador de la humanidad correspondiente: Budha, Cristo, Mahoma. Pero el mito se aplica también a otros descensos de dioses como en los mitos mesopotámicos, griegos, egipcios, romanos, etc.
Cuando nace el cristianismo este mito estaba muy extendido en las religiones de su entorno. El cristianismo naciente lo asimila y lo aplica a su salvador Jesucristo.
Veamos a continuación este mito en otras religiones. No entro en la descripción detallada de los contenidos del infierno en cada mito. Sólo quiero referir el simple hecho de esa fe en un Más Allá de la muerte y constatar cómo se repite en las diversas religiones, para así poder valorar mejor el descenso a los infiernos que la fe cristiana atribuye a Jesucristo.
El descenso a los infiernos del Buddha
Con el paso del tiempo, la biografía del Buddha se fue enriqueciendo progresivamente y cada vez se le aplican más milagros y atributos divinos. Uno de ellos es el descenso a los infiernos. Su acción salvífica llega a lo más profundo de los infiernos y alcanza a lo más alto de las moradas celestes.
Un texto del Avadanasataka dice:
El Buddha sonrió. Ahora bien, es una regla que cuando los Buddha sonríen,
de su boca escapan rayos de luz, azules, amarillos, rojos y blancos.
De éstos, unos descienden y otros suben.
Los que descienden, se dirigen al fondo de los infiernos y, según el caso,
refrescan o dan calor a los condenados, que se transforman en deva.
Los rayos que se elevan atraviesan las veintitrés esferas celestes y los dioses,
llenos de admiración exclaman:
<<Vamos, salid de casa, aplicaos a la ley (dharma) del Buddha,
aniquilad al ejército de la muerte al igual que un elefante derriba una cabaña de cañas…>>
También en el budismo chino se da el caso de un discípulo de Budha, llamado Madagalyayana (Mulian en chino), que desciende a los infiernos a rescatar a su madre. Este gesto es una muestra del amor filial como una virtud en la tradición china.
El descenso a los infiernos
del dios egipcio Ra
Según una de las tradiciones de la religión egipcia, el dios Sol llamado Ra estaba siempre en movimiento y seguía un círculo dividido en dos partes: el día y la noche. En la parte del día surgía en el oriente como dios de la mañana, un Sol regenerado, una especie de resurrección.
La segunda parte del círculo corresponde a la noche. Ra recorra esa parte en una barca. A mitad de ese recorrido desciende a los infiernos. Allí se encuentra con el dios Osiris, dios que tenía la función de gobernar ese lugar de los muertos. Terminada la noche, el sol Ra vuelve a renacer y amanece un nuevo día[23].
El descenso a los infiernos es un proceso por el que pasan todos los muertos donde conocerán ciertos misterios. Luego cada uno es presentado ante el tribunal de Osiris, para sopesar sus buenas y malas obras. Se da un juicio personal, simbolizado en la balanza.
En el trasfondo de este mito late la idea de la resurrección, que comentaré más adelante.
Descenso al inframundo
de la diosa sumeria Inanna
(Ishtar, en la versión acadia)
La mitología sumeria es, después de la de Egipto, la más antigua conocida. En ella ya se da la creencia (mito) del descenso a los Infiernos o Inframundo. El mito que aquí interesa es el que se refiere, entre otras cosas, al descenso a los infiernos de la diosa Inanna[25].
Esta diosa es hija del dios Enki, dios sumerio de las aguas. Ella gobierna sobre el cielo y la tierra, el reino de la luz. Tiene una hermana, Ereshkigal, que tiene el dominio del reino de los muertos, el reino de las tinieblas.
Inanna decide bajar a los infiernos para asistir a las honras fúnebres del esposo de Ereshkigal. Para ello tiene que atravesar siete puertas. Al cruzarlas tiene que ir despojándose de todas sus prendas. Desnuda, se presenta ante los siete jueces del infierno.
El infierno tiene sus propias leyes a las que Inanna se ha de someter. Es el lugar de los muertos. En él no hay lugar para los vivos. Una de sus leyes fundamentales es que quien entra en él ya no puede retornar a la vida.
Inanna, muy debilitada por las humillaciones recibidas, es transformada en cadáver. Para algunos intérpretes, la verdadera intención de Inanna al bajar a los infiernos era penetrar en los secretos del reino de los muertos.
Al ver que no retornaba, su padre Enki, dios de las aguas, preguntó a Nishubur, visir de Inanna, por qué su hija no volvía. Enterado de su muerte, envía dos recaderos para que le lleven al infierno el “agua de la vida” y el “brebaje de la vida”.
Con esos remedios Inanna consigue retornar a la vida. Pero a cambio tuvo que entregar a los poderes infernales a su marido Dumuzi.
En este mito ya subyace, por tanto, le creencia en la resurrección. Volver a la vida es posible. Esta idea recuerda al mito egipcio en el que Isis consigue reunir las partes del cuerpo de Osiris y volverle a la vida.
En el trasfondo de este mito, como en el de Gilgamesh, está presente el deseo humano de la inmortalidad, condición previa para poder hablar de los infiernos y de la resurrección.
Descenso a los infiernos en la
epopeya de Gilgamesh
El tema central de esta epopeya es la preocupación por el hecho de la muerte. Qué hay después de la muerte. ¿Hay algún tipo de inmortalidad? Gilgamesh quiere descubrir cuál es el secreto de la vida eterna de la que disfruta sólo un hombre: Utnapishtin. Su búsqueda persistente de la inmortalidad encuentra una respuesta por parte de una de las diosas que interviene en la epopeya. Dice así:
¿Por qué Gilgamesh andas errante?
No hallarás la vida que persigues.
Cuando los dioses crearon a los hombres,
la muerte destinaron a la humanidad,
reteniendo la vida en sus manos.
Gilgamesh tiene un gran amigo, Enkidu. Entre ambos matan al dios del mal: Humbaba. En una de las versiones de la epopeya, Enkidu, amigo de Gilgamesh, desciende a los infiernos a hacer un rescate, pero no puede retornar. Tiene que recurrir al dios supremo Enki, para que le saque de allí. Una vez fuera, Enkidu cuenta a Gilgamesh la desgraciada situación de los muertos.
Por eso, se aconseja a Gilgamesh que disfrute esta vida:
¡Tú, Gilgamesh, llena tu vientre;
día y noche vive alegre;
haz de cada día un día de fiesta;
diviértete y baila noche y día.
Viene a decir, puesto que no eres inmortal, aprovecha esta vida mortal. Este consejo se recoge también en la frase de Horacio: Carpe diem! También recuerda el oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo”, con el sentido de que no pretendas ser inmortal como los dioses.
Es de destacar que en este mito la muerte no aparece como un castigo por un pecado original. La muerte pertenece a la naturaleza humana misma por un decreto de los dioses.
En esta antiquísima epopeya ya tenemos los siguientes datos antropológicos:
-Preocupación por la muerte y el Más Allá.
-Preocupación por la suerte de los muertos.
-Preocupación por la inmortalidad.
-Tenemos un dios del mal: Humbaba (un Diablo o Satanás)
-Tenemos un infierno, un descenso a los infiernos y un deseo de salir de los infiernos.
También tenemos el mito del Diluvio, muy similar al que se recoge en la Biblia[1].
Mitos cananeos
La tragedia de la muerte y la incógnita del Más Alla y del destino de los muertos también se recoge en los mitos cananeos.
Los cananeos tenían como dios supremo a EL. Es el creador de todo, el padre de los dioses y los hombres. Se le representa como un anciano de aspecto venerable, de manera muy similar a como los israelitas representan a Yahvé.
En el panteón ugarítico (Ugarit, importante ciudad cananea está al norte se Siria. Es la actual Ras Shambra) destaca el dios Baal, dios de las tormentas y de la fertilidad. La región cananea padecía largos períodos de sequía. La fertilidad de los campos era una preocupación importante. La forma de gobierno era la monarquía. El monarca era algo así como el banco central de los cananeos, una figura sagrada. Cuando las cosas le iban bien también les iba bien a sus súbditos. Por eso, era de vital importancia que el rey tuviera hijos para asegurar el porvenir del reino. Un rey rico refleja un pueblo rico, como también sucede a muchas tradiciones africanas.
En uno de los mitos se recoge la muerte y la resurrección del rey Ahat. No tenía hijos. A instancias de Baal, el supremo dios EL le promete descendencia. Por envidia., la diosa Anat lo manda matar por una serpiente. Muere y desciende a los infiernos o lugar de los muertos. Luego es resucitado y devuelve la fertilidad a los campos[27].
En otro de los mitos, Mor, el dios de los muertos, obliga a Baal a descender a los infiernos. Entonces, la diosa Anat va en su busca, desciende a los infiernos, vence al dios Mor y libera (resucita) a Baal. Con Baal resucitado vuelve la fertilidad a los campos y a los seres vivos.
El descenso al Hades en los mitos griegos
Hades es el dios de los muertos y también se llama así al lugar infernal donde está. En la literatura griega hay varios héroes que descienden al Hades como Ulises (Odiseo), Heracles, Orfeo o Eneas[28].
Entre estos mitos es muy conocido el de Ulises en busca de su madre muerta.
Descenso de Odiseo (Ulises)
Durante la travesía de reencuentro con su patria , Ítaca, sufre diferentes contratiempos. En este viaje Ulises debe descender al infierno griego para encontrar a Tiresias, adivino ciego y mediador entre dioses y hombres. Tiresias le indicará los obstáculos por los que se enfrentará y el coste de la empresa que se dispone a realizar.
En el Hades, Ulises se encuentra con su madre Anticlea, a Aquiles y a otros guerreros muertos en Troya. La visión de su madre es especialmente dura, pues se encuentra en el Averno o Erebo (que significa “tinieblas subterráneas”) tras suicidarse por la tardanza en la llegada de su hijo.
El Hades o Sheol era en un principio el lugar de todos los muertos, buenos y malos. Posteriormente, pasó a significar el lugar definitivo de los condenados para siempre[29].
El descenso de Jesús
a los infiernos
En la tradición bíblica, en un principio los infiernos o el sheol (hades en los Setenta) es un lugar en el que los muertos viven como sombras, lejos de Dios, pero ligados al clan al que pertenecen. Sus condiciones de vida son un pálido remedo de las condiciones de su vida terrena. Aún no se les relaciona con una retribución ultraterrena.
Después del exilio en Babilonia, aparece la esperanza en la resurrección. Se espera que el muerto sea salvado del Sheol y vuelva a la unión con Yahvé. Se espera, por tanto, una intervención salvadora[30]. En esa intervención salvadora habrá que encajar el descenso de Jesús a los infiernos.
La nueva creencia en la resurrección modifica la visión del Sheol. Deja de ser un estado definitivo del difunto para ser un lugar meramente provisional a la espera de esa resurrección. No es, por tanto, el lugar de los condenados definitivamente, sino un lugar provisional de los muertos. En línea con esta idea el cristianismo desarrollará la teología del Purgatorio, que tanta influencia tiene en la fe de los cristianos.
En una evolución posterior, en el Sheol se distinguen dos compartimentos: el de los justos, que descansarán allí hasta el día de la resurrección, y el de los pecadores, condenados a vagar sin descanso. A partir de este paso evolutivo el Sheol se va convirtiendo cada vez más en el infierno como lugar de castigo escatológico[31].
El infierno o Sheol al que desciende Jesús no es el del castigo de los pecadores, sino el de la estancia de los justos, que esperan el día de la resurrección.
A partir de estos antecedentes en el AT, el descenso de Jesús a los infiernos se convierte en una artículo de fe en los distintos símbolos o credos de la fe cristiana hasta nuestros días.
En el Símbolo Apostólico en su versión occidental se dice:
Jesús) padeció bajo poncio Pilatos,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, …
En el símbolo o credo cristiano Quicumque se recogen estos artículos de fe referidos a Jesús:
El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos…
El descenso a los infiernos todavía figura en el símbolo bautismal que se utiliza actualmente y en el Credo que se recita en la Misa.
Sin embargo, el teólogo Josef Doré reconoce que, si hoy se redactara el Credo cristiano,
hace mucho tiempo que los teólogos lo habrían relegado a las tinieblas del olvido. Una vez dicho esto, hay que reconocer, sin embargo, que, si la presencia de tal afirmación en la expresión oficial de la fe cristiana impide, desde el punto de vista doctrinal, su eliminación pura y simple, no es menos cierto que no se basta por sí misma para revelar su significado… y, si cabe decirlo, asegurar el interés por éste. Así, pues, la situación actual respecto a este artículo del credo cristiano es, en realidad, bastante paradójica [32].
Después de afirmar esto, J. Doré presenta el esfuerzo teológico que se hace para dar un significado cristiano al artículo en cuestión y así justificar que se mantenga en el credo cristiano. Desde la fe cristiana esa justificación no tiene duda.
Por otro lado, no hay unanimidad en la interpretación de ese descenso. Católicos y protestantes lo ven de distinta manera.
Sin embargo, desde la perspectiva científica de la Antropología Cultural de las religiones, tampoco cabe duda de que se trata de la asimilación cristiana de un mito “pagano” común a muchas religiones. Es como si dijéramos: Si los griegos tienen descenso de sus héroes al Inframundo, nosotros también tenemos el descenso de Jesús al Infierno. Si los egipcios tienen el descenso de Ra, nosotros tenemos el descenso de Jesús. Si Budha descendió a los infiernos, también lo hizo Jesús, etc. Y lo mismo hará después el islam con Mahoma.
Descenso de Mahoma
a los infiernos
Según el libro de La Escala de Mahoma, éste subió a Jerusalén, desde allí ascendió a los cielos y después descendió a los infiernos. En los cielos descubre los siete niveles de cercanía al 8º, en el que está sentado Alá. Allí conoce cuáles van a ser los premios y los castigos tras el Juicio Final. Acompañado del ángel Gabriel recorre los siete estadios del infierno, donde conoce cuáles serán los castigos de los condenados.
Antes de entrar en los cielos o en los infiernos hay que recorrer el puente Azirat. Éste está dividido en siete partes. En cada una de ellas se va preguntando a cada uno si ha cumplido los preceptos del islam. Los que no los hayan cumplido irán cayendo a los infiernos. Allí una horrible bestia los atormentará.
La finalidad de este viaje de Mahoma es la de conocer cómo será el Más Allá y transmitir ese conocimiento a sus fieles cuando retorna. De esta manera los musulmanes sabrán muy bien qué les espera después de la muerte.
Estas alusiones al descenso a los infiernos en otras religiones ponen de manifiesto que la creencia cristiana correspondiente no tiene nada de original. Por otra parte, un infierno eterno para los malos se da también en otras muchas tradiciones, lo mismo que un infierno o inframundo transitorio, que en el cristianismo se llama Purgatorio.
EL MITO
DE LA RESURRECCIÓN
La idea de la resurrección tras la muerte es una creencia muy extendida en religiones anteriores al cristianismo. Sólo expondré algunas y, sobre todo en las tradiciones semitas del Medio Oriente.
La resurrección forma parte del eterno problema que el ser humano tiene sobre el Más Allá o sobre qué hay después de la muerte. La creencia en un Más Allá tras la muerte existe en todas las culturas. Esa creencia lleva parejo el deseo de inmortalidad. Ya forma parte de uno de los mitos más antiguos que se conocen: el poema de Gilgamesh comentado anteriormente.
La esperanza en la resurrección o en que los muertos sean liberados del sheol (ultramundo) y entrar en comunión con Yahvé ya está en el Antiguo Testamento de la Biblia (Sal 49,16; 73,26.28; Job 19,25).
En la época del judaísmo tardío, a partir de los siglos III y II a. d. C. se da una evolución en las ideas sobre el Más Allá. Por la propia experiencia, el Pueblo Elegido pierde la esperanza en una retribución terrena para los justos y para el mismo pueblo como tal. Es entonces cuando surge la esperanza en una liberación salvadora del sheol. Esta esperanza se ve reforzada con la nueva creencia en la resurrección.
Esta creencia aún no estaba clara y no todas las corrientes judías la admitían. La unificación de la escatología[33] y la resurrección es propia del judaísmo tardío, según H. Fries[34]. En tiempos de Jesús, la defendía la secta de los fariseos y la negaba la secta de los saduceos.
Religión babilónica
En esta religión fue muy importante el mito de la muerte y la resurrección del dios Tamuz (Tammuz, Talmuz), que tiene paralelos e imitaciones en todo el mundo paleooriental. Es un dios de la vegetación y la fertilidad, que muere y resucita anualmente. En cuanto a los sufrimientos, muerte y resurrección sigue el modelo de otras divinidades como Marduk, dios supremo de Babilonia. Tiene dos ritos principales: el de las lamentaciones por su muerte hechas por mujeres y el de las celebraciones de su resurrección.
Se trataba de resaltar la virtud consoladora de los sufrimientos de Tammuz para cada hombre particular. Según M. Elíade, este drama recordaba al hombre que el sufrimiento nunca es definitivo y que la muerte siempre es seguida por la resurrección; que toda derrota es anulada y superada por la victoria final (Mircea Elíade: El mito del eterno retorno, 1972, p. 95s).
Tamuz , Adonis para griegos y fenicios, es un dios asirio-babilónico. En concreto, es mencionado en el Libro de Ezequiel (Ezequiel 8:14), en el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. Él es conocido como el dios pastor y de la fertilidad.
El mismo esquema de sufrimiento, muerte y resurrección del dios Tammuz se repite con el dios fenicio y griego de Adonis.
Es sorprendente la semejanza de la visión del sufrimiento y la muerte en torno a Tammuz con la teología y la mística cristiana sobre el mismo tema.
Este mito quiere hacer llevaderos los sufrimientos del «justo» y del «inocente», que sufren sin ser culpables.
La resurrección entre los egipcios
En la Tumba de Tutankhamon hay una Sala del Renacimiento con una puerta orientada al Este. En ella se encontró un busto de alguien que renace del loto. También se hallaron objetos de niño y adolescente, que podrían indicar el renacer a una nueva existencia y a las alegrías del mundo.
En el pensamiento religioso egipcio, toda tumba es un lugar de resurrección[35]. En el siguiente texto se invita a reflexionar sobre el camino que a cada uno le espera después de la muerte:
¡Oh!, ¡Alma ciega!
Coge la Antorcha de los Misterios,
Y en la noche terrestre
Descubrirás tu Doble Luminoso,
Tu Alma Celeste.
Sigue al Guía Divino,
Y que Él sea tu Genio.
Porque Él tiene la llave de todas tus Existencias pasadas y futuras.
Escuchad dentro de vosotros mismos
Y mirad en el infinito
Del Espacio y del Tiempo.
Allí se escucha el canto de los Astros,
La voz de los Números,
La Armonía de las Esferas.
Cada Sol
Es un pensamiento de Dios, y cada planeta
Una forma de este pensamiento.
Conoced el Pensamiento Divino, ¡oh Almas!
Es la razón por la cual descendéis
Y subís penosamente
En el camino de los Cielos.
¿Qué hacen los Astros?
¿Qué dicen los Números?
¿Qué trazan las Esferas?
¿Oh, almas perdidas o salvadas!
Dicen,
Cantan,
Trazan vuestros destinos.
HERMES TRISMEGISTO[36]
La idea de la resurrección aparece principalmente ligada al mito de Osiris[37]. Osiris es el primer rey de Egipto. Tenía por esposa a su hermana Isis. Ambos, junto con Horus, su hijo, constituyen la Trinidad egipcia más destacada
Osiris tiene un hermano llamado Set, que viene a ser como Caín con relación a su hermano Abel. El mito tiene varias versiones. En algunas de ellas se dice que Set mata a Osiris, para usurpar su trono, despedaza su cuerpo y tira sus miembros por distintos lugares de Egipto, para que no se puedan volver a juntar. Enterada Isis del caso, busca el cadáver de su esposo. Recompone su cuerpo y lo vuelve a la vida. Lo resucita.
La resurrección se aplica a todos los difuntos En los capítulos 17 a 63 del Libro de los muertos[38] se narra la regeneración o resurrección del difunto. Se hace una plegaria al Dios Ra en favor del difunto cuando va a resucitar. En ese momento se le devuelven los atributos claves de su personalidad individual. Recupera el uso de la palabra o poder mágico, recupera su nombre personal y también su corazón, sede de la conciencia. Vuelve a ser el mismo que era antes de morir.
En los capítulos 64 a 129 se describe todo el proceso de transfiguración del difunto y su escapada de la tierra como un ser luminoso y su subida al cielo (el ascenso a los cielos), a la Campiña de las Juncias o paraíso, para disfrutar de una vida eterna [39].
Egipto incluso tenía una diosa de la resurrección, Taueret, que ayudaba a los muertos a renacer del caos Nun[40].
La idea de la resurrección está presente en toda la teología egipcia sobre el Más Allá. Por eso, en las sepulturas se acompañaba al cadáver del difunto con aquellos utensilios que podrían ser necesarios en el camino hacia la resurrección.
La resurrección de Ahat
En la ciudad de Ugarit, al norte de Siria, se descubrieron recientemente una serie de tablillas en las que se recogen varios mitos de aquella cultura. Uno de ellos es el mito de la muerte y la resurrección de Ahat[41].
La resurrección de Jesús
Siempre me llamó la atención el que la teología cristiana defendiera que la resurrección es con el mismo cuerpo que se tuvo en la vida terrestre. Eso hoy se sabe que es imposible físicamente. Sabemos que nuestro cuerpo cambia de materia constantemente a lo largo de la vida.
No mantenemos la misma materia de nuestro cuerpo desde que nacemos hasta que morimos. Se podrían poner otras muchas dificultades. Contra este dogma siempre hubo muchas objeciones a lo largo de la historia.
La fuerza del mensaje de Jesús no está en el hecho de su resurrección, sino en el mensaje mismo. Su mensaje caló en sus discípulos y demás seguidores antes de que Jesús fuera crucificado y antes de que se le diera por resucitado. Y ese mensaje es el mismo antes de su muerte y después de la misma.
Lo que sucedió es que su fe se vio duramente golpeada cuando le vieron crucificado como un malhechor. Necesitaban algún apoyo sobrenatural para no desvanecer. Su propensión a creer en la resurrección estaba en la tradición de los fariseos y muchos de los seguidores de Jesús pertenecían a esa corriente[42]. Esperaban, pues, que Jesús resucitara.
Por otra parte, los judíos esperaban el Mesías al fin de los tiempos. Esa fe también estaba en el subconsciente de los seguidores de Jesús. Eran judíos. De hecho, Juan Bautista le mandó desde la cárcel un mensaje preguntándole si él era el que habría de venir o no. Jesús le da la contraseña bíblica: “Lo cojos andan, los ciegos ven, etc.”. También algunos de los jerarcas judíos le hacen la misma pregunta en cierta ocasión, pero Jesús les dio largas.
Esta fe en el Mesías era, sin duda, un gran obstáculo para que los seguidores de Jesús pudieran admitir el hecho de su muerte y menos como crucificado.
En la fórmula del símbolo atribuida a San Epifanio se dice
que (Jesús) padeció él mismo en su carne y resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo, que se sentó gloriosamente a la diestra del Padre, que ha de venir con el mismo cuerpo, con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos[43].
El símbolo atribuido a San Dámaso dice de Jesús:
Y Él mismo, vencido el imperio de la muerte con aquella carne con la que había nacido y padecido y muerto, resucitó al tercer día, …[44]
En el Concilio Romano (año 382), artículo 15 se dice:
Si alguno no dijere que Cristo está sentado con su carne a la derecha del Padre[45], en la cual ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, es hereje.
Jesús, por tanto, resucitó con el mismo cuerpo que había andado por los caminos y senderos de Galilea; el mismo que asistía a las bodas de sus amigos y el mismo que había sido crucificado.
La Iglesia interpretó siempre que la resurrección será con el mismo cuerpo material con el que hemos vivido antes de la muerte[46]. Enseña que habrá una resurrección universal cuando tenga lugar la segunda venida de Jesucristo. Insiste en la identidad material y numérica entre el cuerpo anterior a la muerte y el cuerpo resucitado[47].
Ante la dificultad filosófica que se puede plantear sobre esa identidad, la doctrina oficial responde dos cosas. Una, que la fe cristiana afirma la resurrección como un hecho, que está recogido en sus fuentes sagradas: Evangelios, Tradición y Magisterio. Dos, que ese hecho se hace posible de manera sobrenatural. Con este recurso a la acción sobrenatural de Dios ya no queda margen para las objeciones de tipo filosófico o científico. Y es que en el orden sobrenatural todo es posible.
Esta visión de la resurrección tuvo muchos detractores que, por supuesto, fueron declarados herejes.
Antes no se sabía que la materia del cuerpo humano se renueva constantemente. Ingiere una materia (comida, bebida, respiración, …). Asimila parte y expulsa otra parte (defeca, orina, suda, la piel pierde escamas, etc.). La materia asimilada tampoco se queda en el cuerpo de por vida. También se va renovando constantemente.
Este conocimiento científico, en principio, obligaría a revisar el dogma de la resurrección de Jesús tal como se entendió y explicó hasta ahora. Una vez más, la ciencia desmiente la creencia religiosa, pero ésta se sitúa en un orden sobrenatural en el que ni la razón ni la ciencia tienen autoridad alguna.
No obstante, el gran filósofo y teólogo Karl Rahner sienta las bases para una interpretación mucho más razonable de lo que puede ser la resurrección. La he desarrollado en mi tesis doctoral sobre el pensamiento de éste gran filósofo y teólogo[48].
En resumen, esta interpretación de la muerte y la resurrección dice lo siguiente: Nuestro espíritu, durante su vida en esta tierra, está inmerso en la materia. Lo está en la materia de su propio cuerpo. Sabemos que nuestro cuerpo no termina donde acaba su piel. Vive y se desarrolla en permanente intercambio con la materia exterior. La materia exterior, en todas sus dimensiones, no es ajena a nuestro cuerpo individual. Cuando pasa por nuestro cuerpo (alimento, bebida, respiración, etc.) se hace individual por algún tiempo, hasta que de nuevo la expulsamos para ir renovando nuestro organismo.
Sin la materia que nos rodea (oxígeno, presión atmosférica, luz solar, agua y toda clase de alimento, etc.) nuestro cuerpo no puede vivir. Esa materia es como el cuerpo exterior de nuestro cuerpo individual, un cuerpo exterior que comparte con los demás seres vivos.
El espíritu nace, vive y muere ligado a la materia. Tras, la muerte, no se separa de ella. Lo que queda del cuerpo individual al morir retorna de nuevo a la materia común de la que se alimentó.
Con la muerte el espíritu deja de estar ceñido a los límites del propio cuerpo individual y ensancha su relación con el resto de la materia a la que siempre estuvo ligado a lo largo de su vida terrena. Con la muerte no hay interrupción de esa religación. Por tanto, la resurrección tal como se entendió tradicionalmente no se da. No se da un retorno al cuerpo que se tenía antes de la muerte.
Consecuentemente, según esta interpretación, no habrá Segunda Venida de Jesús ni un Juicio Final, ni una Resurrección Universal al final de los tiempos, como siempre se enseñó. Con la muerte ya queda todo decidido.
En cualquier caso, la verdad después de la muerte sólo la conoce el Creador. Los demás, sin excepción, sólo podemos opinar y creer una cosa u otra.
PECADO ORIGINAL
La existencia de un Pecado Original, tal como se recoge en el mito del Paraíso Original de la Biblia, es uno de los dogmas más fundamentales de la fe cristiana ortodoxa. De él dependen otros dogmas como el de la Inmaculada Concepción, que tanto peso tiene en la vida de la Iglesia, la concepción virginal de Jesús, el sentido redentor de la muerte de Jesús, la transmisión biológica de ese pecado, el sacramento del bautismo, etc.
Hay que tener en cuenta que pecado no es lo mismo que delito. Delito es la violación de una norma a cuyo cumplimiento el individuo o el grupo están obligados por una ley o norma social. Para que haya delito es imprescindible que la norma esté publicitada de manera que el sujeto la pueda conocer, y sea libre para cumplirla o no. Ha de ser responsable de su acto. No tiene carácter religioso.
El pecado también requiere que el sujeto sea libre y tenga esa responsabilidad sobre sus actos. Pero, además, se requiere que el acto tenga relación con Dios o un ser sobrenatural o con el mundo de lo sagrado. Se trata, por tanto, de un acto religioso. Por eso, el pecado está siempre relacionado con la religión. Es la violación de una norma divina o normas asimiladas a ella.
No obstante, hay que tener en cuenta que en la mayoría de las culturas lo religioso no se distingue de lo laico o profano. La religión se mezcla en todo. Incluso se desconoce el concepto y el término “religión” tal como lo entendemos en la cultura occidental.
Por otra parte, las normas divinas cuya violación es pecado son distintas en cada cultura y religión. De ahí la relatividad de lo que se considera como pecado. En todas las culturas existe noción de la división entre el bien y el mal, entre actos moralmente buenos y actos moralmente malos. Y, para ello, siempre se supone la libertad del sujeto que pone el acto. En muchas religiones ese acto libre y pecaminoso del hombre al principio de los tiempos está en el origen del mal moral, que padece la humanidad a lo largo de su historia.
No obstante, no faltan religiones en las que el origen del mal está en algún ser divino o incluso en un animal. Tenemos, por ejemplo, el caso del maniqueísmo, que cree en dos principios absolutos: el Principio del Bien y el Principio del Mal o Dios del Bien y Dios del Mal. En este Principio del Mal, muy ligado a la Materia, está el origen último de todos los males de la humanidad.
Actualmente se dan otras explicaciones del origen del mal, distintas de un acto responsable del hombre o pecado. Se quiere dar una explicación puramente racional y científica. Tal es, por ejemplo, el caso del psicoanálisis de Freud. También están en esta línea la explicación marxista o la de Skinner en las que no voy a entrar ahora.
El mito de la Caída o Pecado Original se da en casi todas las religiones, si no en todas. Es uno de los mitos de los orígenes[49] en los que el ser humano intenta comprender y explicar por qué existe el mal en la humanidad. Para poder hacerlo, siempre se va a los orígenes de la misma humanidad o de la creación. Como respuesta, desarrolla mitos para todos los gustos, dependiendo siempre del conjunto de creencias de cada tradición cultural.
Veamos algunos ejemplos de cómo se entiende esa falta o pecado original, causa de los males de la humanidad y también de la Naturaleza, en algunas religiones.
La Caída en el hinduismo y el budismo
El tema del origen del mal y de la muerte es bastante oscuro. Al principio existían las almas en el seno de la Divinidad Suprema. Son de naturaleza espiritual y eterna. Son parte de la dimensión espiritual de ese único Ser Supremo[50].
Pero el Ser Supremo tiene, además, otra dimensión, la del mundo material. Cada forma del mundo material es una manifestación o encarnación (purusha) del Ser Supremo Vishnú.
Hubo un momento en el que el alma humana quiso adueñarse del mundo material y disfrutar de él, olvidando su origen divino. Ese fue su Pecado Original. Dios la castiga y la obliga a encarnarse en un cuerpo material y someterse a la ley del karma: encarnarse una y otra vez hasta que alcance una existencia libre de malas acciones y de toda atadura al mundo material, liberándose así de esa ley, y entrar en el camino final que la conducirá al Sukhavati o País Puro del Mahayana (paraíso final), o al Nirvana, según el budismo[51].
No se deja claro por qué el alma, gozando de la eternidad y la sabiduría del Ser Supremo y su felicidad, decide buscar felicidad en el mundo material.
Esta misma oscuridad se da en la doctrina bíblica sobre el pecado de los ángeles, que los convierte en demonios o espíritus del mal. Si los ángeles, una vez creados, tienen la sabiduría necesaria para saber lo que es el mal y sus consecuencias, y si viven felices junto a Dios, ¿por qué algunos cometen ese error de rebelarse contra su propio Creador? El ángel malo o demonio es el que después inducirá a Eva y Adam a cometer su Pecado Original.
En medio de esa oscuridad explicativa se adivina el hecho de la libertad del alma o capacidad de elegir entre el bien y el mal. Dios la crea libre. Pero entonces surge la pregunta: ¿Es Dios en último término el culpable del origen del pecado y del mal en la historia de la humanidad?
Aquí se juntan dos misterios o hechos indescifrables: el del mismo Dios y el de nuestra libertad.
La Caída en algunos pueblos africanos
Según muchos pueblos africanos, al principio de la humanidad no existía la muerte. Los humanos eran inmortales, como en el Paraíso Original de Adam y Eva. Tampoco había que trabajar y Dios estaba entre los hombres.
En África hay una gran variedad de mitos de los orígenes y de la Caída Original. Esa caída unas veces es atribuida a los mismos hombres y con frecuencia se culpa a la mujer. Otras veces el culpable es un animal o incluso un dios del mal.
Para los kongo, al Oeste de la República Federal del Congo, consiste en un acto de desobediencia a un mandato del Gran Dios[52].
Para los nuer, al Sur de Sudán, al principio no había enfermedades y los hombres eran inmortales. Había una cuerda que unía la tierra con el cielo y que servía para que Dios, a través de la cuerda, regenerara sin fin a los hombres cuando llegaban a la vejez. En cierta ocasión, una hiena cortó la cuerda y la enfermedad y la muerte entraron en la humanidad.
El mito de los ganda, en la orilla septentrional del lago Vitoria, narra cómo entró la muerte en la humanidad. Al principio los hombres eran inmortales. El hombre Kintu, fundador de la dinastía real Buganda, subió al cielo a buscar esposa. El Gran Dios le dio a su propia hija Nambi, que tenía un hermano Walumba, que significa muerte.
Les ordenó que bajaran inmediatamente a la tierra, para que el hermano Walumba (la muerte) no se enterara y así no bajara con ellos. A medio camino, Nambi se acordó que había olvidado el grano que el Gran Dios le había dado para dar de comer a los pollos. Quiso volver a recoger el grano. Kintu intentó disuadirla para que no volviera, pero volvió. Entonces, Walumba (la muerte) se enteró del caso y bajó con ella a la tierra. Y así, como castigo por la desobediencia de la mujer Nambi, los humanos dejaron de ser inmortales.
Como en el caso de Adam y Eva, el acto de desobediencia de una mujer trajo la muerte y el mal a la historia de la humanidad.
Los dinka, al Sur de Sudán, tienen un mito muy parecido al de los ganda. Al principio existía una pareja humana, Garang y Abuk. El Gran Dios les daba el alimento diario (un grano de mijo y no necesitaban trabajar). Pero la mujer Abuk, llevada por su avaricia, quiso plantar mijo para tener abundancia y no depender del Gran Dios. Al cavar para sembrar rozó con la azada al Gran Dios. Éste, enfurecido, se alejó de la humanidad. Desde ese momento, los hombres tienen que trabajar para comer y padecen la enfermedad y la muerte.
Es la misma idea que se recoge en el mito del Paraíso de Adam y Eva.
La Caída en pueblos indígenas australianos
Cada pueblo australiano tiene su propio mito sobre los orígenes de la humanidad. Entre ellos es común la idea de que los primeros humanos eran inmortales y que por algún error o pecado se volvieron mortales. Otro elemento muy común es la presencia de la serpiente y el tema del origen del matrimonio[53].
La Caída en los pueblos de Oceanía
Los mitos melanesios no suelen ocuparse de la creación del mundo y de la humanidad. Mas bien se centran en las aventuras de un Héroe Primordial, que va tomando diversos nombres en cada pueblo. Lo que sí tratan es el origen de la mortalidad del ser humano. Se presupone que era inmortal, pero la desavenencia entre el héroe y una mujer o varias mujeres hace que él se enfurezca y como castigo prive al hombre de la inmortalidad[54].
La Caída en Platón
y los griegos
Según Platón, cuando muere un ser humano, su alma pasa por un proceso en una especie de Inframundo o infierno. Tras un tiempo en ese estado, las almas que estén limpias ascenderán de nuevo al mundo celestial. Las que no lo estén totalmente tendrán que volver a encarnarse y luchar por una existencia limpia de toda maldad. Y las que están totalmente corruptas descienden al Tártaro o infierno definitivo. Defiende, por tanto, la doctrina de la reencarnación de las almas. La reencarnación es el castigo[55].
Esta visión platónica del alma y sus existencias es sólo un aspecto de su visión circular del Gran Tiempo, como la del hinduismo.
Otra explicación que los griegos dan al origen del mal se recoge en el mito de Prometeo, el de su hermano Epimeteo, que es engañado por la diosa Pandora.
El deseo de los hombres de ser inmortales, que aparece en los mitos de los orígenes, también se recoge en el oráculo griego de Delfos, que dice: “Conócete a ti mismo”, con el sentido de “no quieras ser inmortal como los dioses”, porque la inmortalidad es un privilegio de ellos.
La Caída entre los egipcios[56]
Para la religión egipcia, el mal moral afecta a todos los individuos, incluido el mismo faraón o rey a pesar de que es el Hijo de Dios o Ra. El pecado se entiende como una desobediencia a una orden divina, como en el mito de Adam y Eva en la Biblia.
La desobediencia no es pecado, si el que debe obedecer no es libre. Si hay pecado, se supone que hay libertad. Por eso, el pecado está en el corazón de cada uno y en su libertad. Un texto atribuido al Creador y recogido en un sarcófago anterior al Imperio Medio, dice:
No les he ordenado hacer el mal, son sus corazones
los que han desobedecido mi palabra.
Hay más textos que confirman esta idea: el mal nace en el corazón del hombre[57].
El mito del Pecado Original en el Credo de la fe cristiana[58]
Recojo aquí la doctrina que se impartía en los seminarios y que los sacerdotes transmitían luego a los fieles. Sigo uno de los libros de texto más usados, el de F. Sagües[59].
Se explica la creación de los ángeles antes de la creación del hombre. Dios los crea a todos buenos, pero libres. Muchos de ellos se rebelaron contra el Creador. Los demonios son muchos, no uno sólo como se suele entender cuando se habla del Diablo[60].
Es muy difícil explicar por qué se rebelaron esos ángeles. Se dice que fue un acto de soberbia y desobediencia, como el de Adam y Eva. El demonio forma parte del Pecado Original de Adam y Eva. Él provocó a Eva para comer la manzana. A partir de ahí se sigue la relación o comercio de algunos hombres con el diablo. Esa relación puede tener muchas formas. Una de ellas es, por ejemplo, la que se llama Magia negra, que busca hacer daño a los demás. De ahí la existencia de los Magos malos, del espiritismo, etc.[61]
Todo este relato sobre los ángeles no se enseña como si fuera un mito, sino como una verdadera realidad, que los cristianos tienen la obligación de creer.
Se enseña también que Dios creó directamente al hombre, tesis que el Magisterio de la Iglesia se vio obligado a revisar ante el hecho de la evolución biológica. El origen del cuerpo humano no es por creación directa de Dios, como siempre se enseñó a los cristianos, sino que surge por evolución de otros seres prehumanos[62]. Lo que no se explica es cuál es el origen del espíritu humano, si es que se trata de una realidad, que no se puede reducir a la dimensión material del cuerpo.
Toda la doctrina sobre la creación del ser humano y su colocación en una Paraíso Original es actualmente insostenible. De ahí el esfuerzo de los teólogos cristianos para salvar lo que consideran más esencial de ese mito.
Dentro de ese mito, es un dato esencial el hecho del Pecado Original. Se trata, como en el caso de los ángeles malos, de un acto de soberbia y desobediencia a una norma divina.
Toda una extensa teología se desarrolla para explicar el estado sobrenatural en que fue creado el hombre original: su ser entero (cuerpo y alma) era inmortal y estaba dotado de toda una serie de dones sobrenaturales y preternaturales como dice la Teología. No estaba sujeto al trabajo ni a la enfermedad. No conocía el dolor.
Una vez cometido el Pecado Original por Adam y Eva, el alma queda manchada (privada de la “gracia santificante”, un don sobrenatural) y el cuerpo pierde su inmortalidad, su inmunidad a las enfermedades, y el hombre tendrá que ganarse el pan con el sudor de su frente. La fuerza del mal entra así en la historia del hombre.
Esa especie de mancha o privación de la “gracia santificante” pasa de padres a hijos, lo mismo que se transmite la muerte, la enfermedad y la necesidad de trabajar para vivir. Los padres transmiten esas privaciones por el simple hecho de engendrarlos. Se transmite ese pecado original con todas las malos consecuencias que trajo consigo: el estado de pecado en el alma, la enfermedad, el dolor y la muerte en el cuerpo, el surgir del odio y la enemistad entre los hombres (mito de Caín y Abel), etc.
Para explicar todo esto, se escribieron miles de tratados, que ocupan muchos metros en las bibliotecas cristianas. Su estudio ocupó muchas horas y esfuerzos de los teólogos. Provocó infinidad de discusiones e importantes herejías (pelagianos, bayanos, jansenistas, socinianos, protestantes, etc.).
Pues bien, esta doctrina es la que se transmitió a los creyentes cristianos desde el principio. Es la que todavía tienen en la cabeza la gran mayoría.
He preguntado a varias personas cristianas cómo entienden el Paraíso Original y el Pecado Original. Todas me respondieron que los tomaban como una historia real y que así los estaban enseñando a sus hijos y nietos.
No es de extrañar que sigan pensando así. El libro de texto ya citado de Dalmau y Sagües de 1953 defiende la realidad histórica de aquel paraíso, de Adam y Eva, del Árbol del Bien y del Mal, de la Serpiente diabólica y, por supuesto, del Pecado Original[63]. Se cita a los protestantes como adversarios de esta creencia, porque defienden que todo el relato del Paraíso Original es una mera ficción poética y que esta ficción bíblica depende de otras de origen babilónico, además de otras tradiciones culturales.
Por eso, los cristianos católicos de hoy se encuentran confusos cuando oyen hablar del origen del hombre por evolución. Por otra parte, los clérigos todavía, aparte de su escasez actual, no tienen la formación adecuada para deshacer tantos entuertos.
Actualmente, con el descubrimiento del hecho de la evolución biológica todas esas creencias y la doctrina que fundamentan se vienen abajo. Se hacen insostenibles.
Contra ese mito, el origen del mal físico en la humanidad hay que explicarlo científicamente. El origen del mal moral radica en nuestra propia libertad. Porque somos libres, podemos hacer el bien o el mal. El origen del mal moral no hay que buscarlo fuera de nosotros mismos. Está dentro de nosotros. El Diablo y sus demonios no son necesarios para explicar el mal, a pesar de que papas recientes como Juan Pablo II y Benedicto XVI sigan sosteniendo que el Diablo existe.
LAS VENIDAS ESCATOLÓGICAS
DE LOS SALVADORES
La venida de Kalki[64]
Para entender la venida de Kalki al final de los tiempos, hay que tener en cuenta la doctrina hindú de las Cuatro Edades o Yugas (ya citadas anteriormente) por las que pasa cada nuevo Universo y la doctrina de los avatares o encarnaciones del Dios Vishnú[65].
-La Primera Edad o Krita Yuga: Es la Edad de Oro de los griegos. Una edad en la que reina la justicia y el bien en la humanidad, y el orden en todo el Universo. En esta Edad el Universo está en perfecto equilibrio y armonía de todas sus partes. La humanidad vive en una sociedad perfecta. La moral se cumple sin fisiones. Es una especie de Paraíso Terrenal o Edad de Oro. El hombre es bueno por naturaleza. No necesita ser educado para hacer el bien. Lo hace espontáneamente.
Por causas que no están claras esa edad de perfección e inocencia se perdió. Algún tipo de Pecado Original tuvo lugar como en el mito de la Biblia.
-A esa primera Edad de Oro sucede la Segunda Edad o Treta Yuga (Edad de Plata en los griegos). Aquí la humanidad, sin saber por qué, ya entra en un primer grado de degeneración. Ya no es perfecta como la primera, sino que necesita que cada ser humano sea educado en el buen comportamiento. Esta Edad fue degenerando hasta que surge la siguiente.
– La Tercera Edad es la Dvapara Yuga (Edad de Bronce en los griegos). Sigue creciendo la degeneración entre los hombres. También fue degenerando progresivamente[66].
-La Cuarta Edad es la Kali Yuga (Edad de Hierro en los griegos). Es la edad en la que estamos ahora. En ella la degeneración alcanza su máximo grado.
En cada una de las tres Edades anteriores el Dios supremo Vishnú desciende a la Tierra y se encarna en alguna criatura para restablecer el orden perdido o Dharma.
Ante esta situación, el creyente hindú espera la venida de Kalki, un nuevo avatara o nueva reencarnación de Vishnú. Espera que restablezca el orden (Dharma) e instaure un reino de bondad, de paz y de prosperidad universales venciendo al demonio Kali. Kalki vencerá al Mal y la humanidad retornará a la Primera Edad o Krita Yuga iniciándose así un nuevo Universo.
La venida de Kalki tiene un sentido escatológico, algo que sucederá al final de los tiempos actuales. Es una especie de Apocalipsis sobre la Lucha Final entre el Bien y el Mal, como sucede en la creencia cristiana sobre la Segunda Venida de Jesús al Fin del Mundo.
La venida del Mesías en el Judaísmo.
“Mesías” significa “ungido”. En latín se traduce por “Cristo”, de ahí el nombre de Jesu-cristo. En el Antiguo Testamento de la Biblia tuvo varios significados. Se aplicó de manera especial al rey David. Desde entonces Israel tiene la esperanza de que algún día llegue un hijo del rey David y restituya su reino, restablezca la justicia y libere al pueblo israelita de toda opresión. Esta esperanza se acentúa después del destierro babilónico (s. VI a. C.). Para los cristianos ese Mesías es Jesús de Nazarez. Los judíos aún siguen esperando por él.
La segunda venida de Jesús
En el credo cristiano llamado Símbolo Apostólico se dice con relación a Jesús:
Al tercer día (de su muerte en la cruz) resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
En el Símbolo de Epifanio
… Y resucitó y subió a los cielos en su mismo cuerpo, que se sentó gloriosamente a la diestra del Padre,
que ha de venir con el mismo cuerpo, con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin.
El Apocalipsis del Nuevo Testamento describe cómo serán los últimos tiempos de la humanidad y del Universo. Posteriormente, la teología cristiana desarrolló con todo detalle cómo será esa Etapa Final de la historia y el papel central que Jesús desempeñará en una lucha contra el Mal que domina la humanidad.
En los libros de texto de Teología en los Seminarios católicos hay un tratado que se titula De Novissimis, “De los últimos tiempos”. En él se trata todo lo referente al Más Allá tras la muerte y al Fin del Mundo. Entre sus temas ocupa un lugar central el referente a la Segunda Venida de Jersucristo.
En el libro de textos de J. M. Sagües se recogen los textos de los Evangelios en los que se afirma esa Segunda venida:
“Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, ante esta generación adúltera y pecadora,
el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre
y acompañado de sus santos ángeles. (Mc. 8,38)[67].
Al principio, hubo cristianos que esperaban esa venida como muy próxima. Incluso, se pensó que algunos podrían ver ese acontecimiento antes de morir. No obstante, el pensamiento que quedó como definitivo es el de que el momento de esa venida nadie lo conoce. Un texto evangélico dice así:
En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; sólo lo conoce el Padre. (Mat. 24, 36).
La creencia es tan firme que se describen con todo detalle los signos que anunciará esa Segunda Venida de Jesús. Sólo los enumero.
1-Ya se habría predicado el Evangelio en todo el mundo.
2-Habrá aparecido el Anticristo.
3-Habrá muchos que, ante los acontecimientos, apostatarán de su fe cristiana.
4-Tendrá lugar la conversión de los judíos.
5-Volverá el profeta Elías a preparar el camino.
6-Habrá terribles fenómenos en la Naturaleza[68].
Toda esta doctrina formó parte de la formación de los sacerdotes cristianos y de su predicación hasta los tiempos más recientes.
La venida del Mahdi musulmán
Mahdi significa “enviado” y tuvo diversas aplicaciones. Las distintas corrientes islámicas le dan significados diferentes. Con el tiempo adquirió un sentido escatológico. Mahdi es un personaje escatológico, que será enviado por Dios al final de los tiempos. Su misión será la de hacer triunfar la religión (musulmana) y las fuerzas del Bien frente a las del Mal. Establecerá un orden bajo la égida del islam.
Hay corrientes islámicas que lo identifican con Jesús, una vez convertido éste al islam. Otras lo identifican con el 12º Imán, Muammad al.Mahdí, desaparecido en el año 878. Regresará al final de los tiempos como último sucesor del Profeta. Tiene, además, otras identificaciones en otras corrientes musulmanas.
Aquí interesa destacar su misión escatológica, similar a la de Kalki hindú, a la del Mesías de Israel o a la de Jesús de Nazarez.
JESÚS Y AKHENATON
Akhenatón (Amenofis IV) reinó entre 1370 y 1352 a. C. Cuando él sube al poder, la política y la religión de Egipto estaban concentradas en la parte sur, en Harnak (Tebas). El culto tenía como dios supremo a Amón y junto a él otros dioses menores.
En aquel período, la corte del faraón y la clase sacerdotal disfrutaban de una inmensa riqueza gracias a las conquistas de Tutmosis III (1483-1450). El poder de los sacerdotes de Amón competía con el del mismo faraón.
Esa lucha intestina la sufrió con gran intensidad el faraón Amenofis III. Por ello, antes de morir abdicó a favor de su hijo Amenofis IV, que tomará el nombre de Akhenatón o “el que es grato a Atón”, después de haber recibido la iluminación[69]. Atón significa “todo” o “completo” y expresa su carácter único.
Paralelamente a la poderosa corriente religiosa de Amón existía otra corriente que defendía el monoteísmo. Su dios supremo era Ra o el Sol. Esta corriente ya venía de muy atrás, del Reino Antiguo. La revolución religiosa de Akhenatón conecta precisamente con esta corriente monoteísta.
Akhenatón no fue un faraón más entre muchos. Tuvo la valentía de enfrentarse a una poderosa clase sacerdotal, la de los sacerdotes de Amón. Se interesó por la filosofía, la espiritualidad y la mística. Desarrolló una teología monoteísta que no tiene nada que envidiar al monoteísmo judío, cristiano o musulmán.
Presenta al ser Supremo como un Dios creador de todo cuanto existe, omnipresente en todas y cada una de sus criaturas, lleno de bondad hacia todas ellas. Es un Dios espiritual y trascendente a la vez que es inmanente con su cuidadosa providencia sobre todo lo que existe hasta en los más mínimos detalles. Atón es el Dios único, como el Motor inmóvil de Aristóteles o el Dios Yahvé de Israel. El Sol con su poderosa luz, que anima a todas las criaturas cuando amanece, es su gran símbolo material. La imagen del Sol radiante, cuyos rayos cubren al faraón y familia, aparece con frecuencia en todo tipo de soportes.
El faraón, y sólo él, tenía acceso directo a Atón. Los súbditos sólo accedían a Dios a través del faraón. Esto recuerda la idea de la mediación universal de Jesús como Redentor. Jesús es el único mediador, dice la teología católica.
Akhenatón se presenta como e-l Hijo Único de Dios, título que también se atribuye a Jesús. La filiación divina de ciertos hombres es una creencia que está presente en muchas religiones. Akhenatón también se autoconsidera como la encarnación de la Luz Suprema y como el Sumo Sacerdote o Gran Pontífice de Atón[70].
Al amor que Akhenatón sentía hacia ese Dios se podría aplicar la generosidad y entrega que se refleja en el famoso soneto Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero… Por eso, se le considera un místico entre los místicos de otras religiones, como, por ejemplo, los místicos cristianos o los sufíes musulmanes.
Su devoción a Atón y su enfrentamiento a los sacerdotes del santuario de Amón en Karnak le llevó a crear un nuevo centro de culto al Este del Nilo, toda una nueva ciudad a la que llamó Akhetatón, que significa “horizonte del Disco Solar”.
Muerto Akhenatón, se impone una fuerte contrarrevolución que borró todo vestigio de su reforma. Se destruye la ciudad de Akhetatón y se recuperan los cultos a los dioses locales. El culto a Amón en Karnak y su cuerpo sacerdotal vuelven con la fuerza que tenían anteriormente.
A Akhenatón le sucede Tutankhatón, que pronto cambió su nombre por el de Tutankhamón, que retoma con fuerza la política anterior abandonada por su antecesor.
Himno
del faraón Akhenatón a Atón
Bello es tu aparecer en el horizonte del cielo
¡Oh, Atón vivo, principio de la vida!
Cuando tú te alzas por el oriente lejano,
llenas todos los países con tu belleza.
Grande y brillante te ven todos en las alturas;
tus rayos abarcan toda tu creación,
porque eres Ra, y por ello lo alcanzas todo,
y dominas todas las tierras para tu amado hijo.
Aunque estás lejano, tus rayos llegan a la tierra;
aunque bañas los rostros, nadie conoce tus designios.
Cuando te ocultas por el horizonte occidental,
la Tierra se oscurece, como si muriese.
Duermen las criaturas sin ver nada en torno,
como si les hubiesen tapado la cabeza.
Todos los bienes que tienen alrededor
podrían robarse, sin que nadie lo advirtiese.
Es cuando salen los leones de su guarida
y cuando pican las reptadoras serpientes.
Las tinieblas se extienden como silenciosa mortaja,
pues el creador reposa en el horizonte.
Al alba, cuando te encumbras por el oriente,
cuando resplandeces como el Atón del día,
disipas la oscuridad y lanzas tus rayos.
El Alto y el Bajo Egipto festejan tu llegada,
despiertos y erguidos sobre sus pies,
pues has sido tú quien los ha levantado,
y ellos, desnudando y lavando su cuerpo,
elevan sus brazos hacia ti en oración.
Todo el mundo puede comenzar su trabajo.
Las bestias se complacen en sus pastos,
los árboles y las plantas florecen,
y, levantando el vuelo desde sus nidos,
los pájaros alaban tu espíritu moviendo las alas.
Todos los animales saltan sobre sus patas.
Las criaturas que vuelan y se posan,
reviven cuando te ven aparecer.
¡Tú que has hecho fecundas a las mujeres,
tú que formas el semen en el hombre,
que mantienes al hijo en las entrañas maternas,
que lo apaciguas para que su llanto cese,
tú mismo fecundas incluso la matriz
que da aliento para sostener lo creado!
Cuando el niño desciende por las entrañas
para nacer y respirar en el aire,
tú abres su boca por completo,
tú atiendes a todas sus necesidades.
Cuando el polluelo pía dentro del cascarón,
tú le otorgas respiro y ayuda.
Cuando has completado su cuerpo en el huevo,
él lo rompe y pía en su justo momento;
y cuando sale de él ya anda sobre sus patas.
¡Cuántas y que diversas son tus creaciones!
Imposible le es al hombre desvelarlas
¡Oh, Dios único, que no tienes igual!
Tú creaste el mundo según tu deseo,
solo, sin necesidad de ayuda alguna:
hombres, ganado, animales salvajes,
cuanto en la tierra camina sobre sus pies
y cuanto en lo alto vuela con sus alas.
Tus rayos amamantan las praderas,
y éstas viven, crecen por ti cuando te alzas.
Haces las estaciones para cuidar tus obras:
el invierno sirve para enfriarlas
y el calor para que puedan saborearte.
Para elevarte hiciste el firmamento,
y desde él contemplas tu creación.
Tú solo, sin necesidad de ayuda,
alzándote en forma de Atón vivo,
apareciendo, brillando, retirándote,
sacaste de ti mismo miles de seres:
ciudades, pueblos, campos, caminos, ríos;
y todos te miran pasar por encima,
pues eres el Atón del día sobre la tierra.
Mas cuando has partido, cuando duermen
todos los ojos que tú has creado,
cuando nadie puede contemplar tus obras,
estás muy dentro de mi corazón,
y no hay nadie que te conozca
sino tu hijo Neferheperure Waenre (Akhenatón),
pues le mostraste tus proyectos y tu fuerza.
El mundo cobró el ser por tu mano,
y las criaturas, fieles a tu deseo,
reciben la vida cuando apareces,
y cuando te pones, entran en la muerte.
Tú mismo eres el tiempo de la vida,
porque se vive sólo a través de ti.
Mientras brillas, puede verse la belleza,
pero toda labor se abandona cuando caes.
Vuelves de nuevo para alzarte por oriente,
y todo prospera otra vez para el rey;
y así es desde que cimentasteis la tierra
y creaste las cosas para tu hijo,
hijo tuyo que brotó de tu cuerpo:
el Rey de ambos Egiptos, Akhenatón,
y su primera esposa, Nefertiti,
viva y joven para la eternidad.
Este himno podría ser entonado por cualquier místico cristiano con sólo cambiar algunos nombres.
Especialistas bíblicos establecen una clara interrelación entre este himno de Atón y el salmo bíblico 104.
Salmo bíblico 104 (105)
Se trata de un salmo del Antiguo Testamento de la Biblia. De él se dice que está inspirado en el Himno al Sol de Akhenatón. Se trata de un caso más del trasvase de creencias, ritos, imágenes, etc., entre religiones. Una señal más de que lo que se suele llamar como la Verdad no es monopolio de ninguna religión concreta. Esta lección es especialmente importante para los creyentes de las tres grandes religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islam. Su universalismo excluyente no se compagina con los contenidos del ensayo que aquí presento.
Dice el salmo:
Bendice, alma mía, al Señor.
Señor Dios mío, eres inmenso.
Te revistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Despliegas los cielos como una tienda,
tus altos salones tachados sobre las aguas.
Las nubes te sirven de carroza
y te paseas en las alas del viento.
Los vientos te sirven de mensajeros,
el fuego llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre su cimiento
y no vacilará nunca jamás.
La cubriste con el vestido del océano,
y las aguas asaltaros las montañas.
Pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaros,
mientras subían los montes y bajaban los valles,
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera infranqueable,
para que no vuelvan a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas torrentes
que fluyen entre los montes;
en ellos se abrevan los animales salvajes,
el asno salvaje apaga su sed.
Junto a ellos habitan las aves del cielo,
desde las frondas envían su canción.
Desde tus salones riegas las montañas,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda.
Haces brotar hierba para el ganado
y forraje para las tareas del hombre:
para que saque pan de los campos
y vino que le alegra el ánimo,
y aceite que da brillo a su rostro
y alimento que lo fortalece.
Se llenan de sabia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó.
Allí anidan los pájaros,
Em su cima pone el nido la cigüeña.
Los riscos son para las cabras
y las peñas, madrigueras de tejones.
Hiciste la Luna con sus fases
y el Sol que conoce su ocaso.
Traes tinieblas y se hace la noche,
y rondan las fieras de la selva.
Los cachorros rugen por su presa
reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el Sol se recogen
para tumbarse en sus guaridas.
El hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
¡Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría:
la Tierra está llena de tus criaturas
Ahí está el mar, ancho y dilatado,
en él bullen sin número
Animales pequeños y grandes;
Lo surcan las naves, y el Leviatán
que hiciste para jugar con él.
Todos ellos guardan
A que les eches comida a su tiempo;
les echas y la atrapan,
abres la mano y se sacian de bienes.
Escondes el rostro y se espantan,
les retiras el aliento y perecen
y vuelven al polvo.
Envías tu aliento y los recreas
y renuevas la faz de la Tierra.
¡Gloria al Señor por siempre
y goce el Señor con sus obras¡
Cuanto mira la Tierra, ella tiembla,
toca los montes y echan humo.
cantaré al Señor mientras viva,
Tañiré para mi Dios mientras exista.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la Tierra,
que los malvados no existan más.
Bendice, alma mía, al Señor. Aleluya.
Es bien conocida la dependencia del cristianismo con relación al estoicismo griego, sobre todo en materia ascética y moral. Veamos un texto de uno de los estoicos más destacados.
Oración de Cleantes dirigida a Zeus
Oración
dirigida a Zeus
¡Oh, Dios gloriosísimo, que tantos nombres tienes,
Gran Rey de la Naturaleza, idéntico a lo largo de los años sin fin;
Omnipotencia, que con tu justo decreto
lo riges todo ¡Salve, oh Zeus según a Ti
es digno que por doquier tus criaturas de aclamen!
Hijos tuyos somos, los únicos que, entre todos los seres
que sobre la anchurosa tierra se agitan, llevamos
a todas partes, en nosotros, tu imagen.
¡Oh Dios gloriosísimo, que tantos nombres tienes,
tal es el motivo que quiera yo publicar tu poder con cánticos de alabanza!
Si, los cielos, que allá arriba se desarrollan girando en torno a la tierra,
siguen puntuales tus directrices y te rinden calladamente
jubiloso homenaje; tu invencible mano,
cual reverberante ministro, blande la ardiente tea,
la espada de dos filos cuyo inmortal poder
vibra recorriendo todo cuanto la Naturaleza da a luz;
vehículo del Verbo universal, que todo
lo invade y que refulge en las celestes luminarias
de las estrellas mayores y en las de las más pequeñas. ¡Oh Rey de reyes,
a través de edades sin término, Dios cuyo designio hace
que nazca cuanto en mares y tierras
se produce, o en la inmensa excelsitud de los cielos,
salvo las obras del pecador infatuado!
Pero Tú sabes enderezar lo torcido:
el caos es orden para Ti; a tus ojos
lo inamable es amable; porque Tú armonizaste
las cosas malas con las buenas, de modo que hubiese
un solo Verbo… cuya voz ¡ay! es despreciada por los malvados:
ávidos del bien, sus espíritus lo hambrean,
y, con todo, viendo no ven y oyendo no oyen
la universal ley de Dios, que reverencian en cambio quienes
se guían por la razón y logran, así, la felicidad.
Los otros, no razonando, dejándose llevar por sus impulsos,
cometen toda clase de crímenes: por un huero renombre
combaten vanamente en las arenas de la Fama;
o cotejan desordenadamente a la Riqueza;
o, disolutos, persiguen los goces de la carne…
Yerran de acá para allá, estériles siempre,
buscando de continuo y hallando males.
¡Oh Zeus, todo beldad, a quien las tinieblas ocultan
y cuyas claridades resplandecen en las relampagueantes nubes tormentosas!
¡Salva a tus hijos librándolos del mortal imperio del error,
aparta de sus almas las tinieblas,
concédeles el conocimiento verdadero!
Pues por el conocimiento tienes Tú la fortaleza con que gobiernas
todas las cosas y con él lo riges todo justicieramente.
así, honrados por Ti, nosotros te honraremos
alabando sin cesar tus obras con cánticos,
como a los mortales nos compete; y ninguna recompensa puede haber más alta,
ni siquiera para los dioses, que la de adorar como se merece
a la Ley universal eternamente.
Si en esta oración de Cleantes sustituimos el nombre Zeus por el de Dios, la gran mayoría de los cristianos diría que se trata de una oración cristiana. Para el que conozca algo de la filosofía estoica griega no será difícil adivinar que en esta oración se resume lo más fundamental del pensamiento estoico. Es un magnífico resumen de esa filosofía a la que tanto debe el cristianismo, sobre todo en materia moral.
ASIMILACIÓN DE DIOSAS VÍRGENES A LA VIRGEN MARÍA
La diosa Isis[71]
Los primeros cristianos asimilan el culto de Isis y lo aplican a la Virgen María, dándole la faceta maternal y protectora que tenía Isis, así como también asimilan la famosa iconografía con el niño Horus en sus brazos. Fue la única deidad de Egipto que tuvo culto en el Imperio Romano, hasta que fue prohibido en el año 535 d.C.
La tía materna del Budha Gautama
La Virgen María
EL OJO DE DIOS
La imagen del Ojo Divino está muy extendida en la mitología egipcia. Tiene variedad de aplicaciones, principalmente a ciertas diosas como Hathor, Sekhmet, Bastet y Mut. Pero la aplicación más destacada es la del Ojo de Ra, dios supremo y especialmente ligado al símbolo del disco solar. Es un símbolo del poder de Ra. En algunos mitos el ojo derecho se asimila al dios Sol, y el izquierdo, a la diosa Luna.
Horus fe un poderoso dios del Antiguo Egipto, dios del cielo, de la caza y de la guerra. hijo de Isis y Osiris, rey del Inframundo. Con sus padres forma la más antigua trinidad divina egipcia. Su ojo tiene poderes mágicos de gran alcance. Por eso, se utiliza como amuleto de protección. Todavía se sigue utilizando como tal amuleto y también como simple adorno, incluso en Occidente. A veces se le identifica con el Dios Sol o Ra.
El Ojo de Dios en el cristianismo
El Ojo de Dios es muy usado en la iconografía cristiana. Se le presenta dentro de un Triángulo con uno de sus vértices hacia arriba. Representa la providencia divina, que todo lo ve. Es una forma de expresar la omnipresencia de Dios en toda su creación y su permanente observación sobre la conducta de los hombres.
Esta ilustración muestra hasta qué punto la visión cristiana de Occidente está presente en las mismas entrañas de su cultura.
El uso del triángulo con o sin el Ojo divino ya remonta a los primeros tiempos del cristianismo. Al principio, estaba formado por tres peces y estaba relacionado con el Crismón, que simboliza a Jesucristo. Más tarde se usa como símbolo de la Trinidad. Representa principalmente a Dios Padre.
El símbolo del Ojo que todo lo ve es también de gran importancia en la simbología masónica. Representa al Gran Arquitecto de Universo. Es una expresión de su omnipresencia creadora en el mismo. En los centros masónicos se coloca en la parte central superior del ala oriental de la sala. La razón de esta colocación es que el punto cardinal del Oriente es muy importante dentro del ritual masónico.
MAGIA O LA FUERZA DEL RITO Y LA PALABRA
Los milagros de Jesús
y de los sacramentos de la Iglesia
Hay varios tipos de magia e importantes estudios sobre la misma. Aquí no me refiero a la magia como un juego o arte de hacer aparecer y desaparecer cosas ante un público. Ésta consiste en un conjunto de habilidades y trucos que engañan a quien la observa desde fuera.
En este trabajo me refiero a la magia como conjunto de ritos y palabras usados para obtener efectos extraordinarios o sobrenaturales, ya sean visibles o no, con la supuesta ayuda de fuerzas o seres también extraordinarios o sobrenaturales. A estos ritos y palabras se les atribuye la capacidad real de producir aquello que buscan. Es decir, tienen la capacidad de producir efectos milagrosos, que sobrepasan las leyes de la Naturaleza.
Pues bien, uno de los puntos más discutidos de la vida de Jesús es si los milagros que se le atribuyen fueron o no reales; si realmente Jesús ejerció esa fuerza mágica que se le atribuye al hacer esos milagros.
Aparte de otras apreciaciones sobre lo que es un milagro, aquí me limito al milagro que supone la suspensión de una o varias leyes de la Naturaleza, para obtener un bien concreto a favor de una persona, de un pueblo o incluso de un animal. Recuérdese la devoción de muchos cristianos a San Antonio, que le piden verdaderos milagros para sus mascotas o para personas queridas con algún problema de salud, etc.[72]
La Iglesia Católica exige que aquél que se propone para ser declarado santo debe haber hecho algún milagro. Los procesos de canonización suelen ser largos y tienen como uno de los puntos centrales el demostrar que el milagro se ha producido[73]. Se trata siempre de un acontecimiento que no es explicable ni racional ni científicamente.
Se entiende que el milagro se produce siempre bajo la influencia de una fuerza divina.
Por otra parte, los milagros son, en cierta medida, una contradicción de las leyes del Creador. Él establece las leyes de la Naturaleza. El milagro las suspende por un momento. Y, si cada milagro se hace en nombre del mismo Dios o bajo la influencia de su energía, entonces Dios se opone a sus propias leyes. Eso es contradecirse. Y decir que Dios se contradice parece un poco grueso.
A Jesús se atribuyen importantes milagros, como la resurrección del Lázaro, que sólo sus seguidores pudieron presenciar. Por otra parte, el caso de la resurrección del Lázaro sólo podía ser creíble para aquellos seguidores de Jesús que fueran fariseos. Los saduceos no creían en la resurrección y difícilmente podrían admitir ese milagro. Jesús expulsaba los demonios, curaba enfermos de todo tipo: tullidos, ciegos, leprosos, etc. Jesús se negó a hacer milagros a petición de aquellos que no creían en él.
En tiempos de los primeros cristianos abundaban los hacedores de milagros.[74] La creencia en los milagros estaba muy arraigada. Entre los griegos se atribuían milagros Hércules, al médico Asclepio, etc. tenía el poder de curar enfermos y de resucitar muertos. También tenían poder de hacer milagros filósofos como Pitágoras o Empédocles.
Entre los judíos había algunos que atribuían al profeta Eliseo el poder de curar leprosos de resucitar muertos.
La fuerza milagrosa de ciertos gestos y palabras fue una creencia muy arraigada en el pensamiento egipcio. Todo el Libro de los muertos es una recopilación de fórmulas mágicas en las que se atribuye a esas fórmulas una verdadera fuerza milagrosa. La diosa Isis fue capaz de resucitar a su esposo Osiris, después de haber sido descuartizado por su hermano Set.
Esta creencia en la fuerza mágica de ciertos ritos y palabras es recogida por el cristianismo en su doctrina de los sacramentos. A estos ritos se les atribuye una eficacia inmediata para producir aquello que buscan.
Los teólogos explican esta creencia diciendo que cada sacramento (bautismo, matrimonio, eucaristía, ordenación sacerdotal, etc.) produce el efecto buscado ex opere operato, es decir, “por razón del acto (sacramental) mismo”.
El rito del Bautismo cristiano es un caso muy claro de la magia homeopática que describe George Frazer[75]. El agua que se derrama sobre el bautizando simboliza la limpieza de todo pecado en su alma. El rito del agua ha de ir acompañado de las correspondientes palabras mágicas: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Rito y palabra producen lo que buscan obtener: la limpieza espiritual del alma del bautizando y, consecuentemente, su incorporación a la comunidad cristiana.
Sin embargo, los teólogos cristianos niegan con rotundidad que se trate de un acto de magia. Pero si nos quedamos con lo más esencial de la acción mágica, la fuerza espiritual que produce el efecto buscado bajo una influencia más o menos sobrenatural (no importan el modo y el medio), es evidente que se trata de un acto de magia. Al fin y al cabo, los efectos del sacramento son de orden espiritual, cuya existencia real depende de la fe y no de verificación alguna. Eso significa que, si crees, el efecto se produce. Si no crees, no se produce nada.
En este caso del bautismo se invoca la fuerza sobrenatural del mismo Dios bajo las palabras “yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Pronunciadas esas palabras al mismo tiempo que se derrama el agua sobre el bautizando, su alma queda libre de todo pecado.
Sensiblemente no se ve nada, pero se cree que el efecto se produce de inmediato. Aquí no se produce una suspensión visible de las leyes de la Naturaleza. Sin embargo, sí se produce una suspensión invisible. La Iglesia dijo hasta ahora que todos nacemos en pecado original por el simple hecho de nacer de nuestros padres. Es decir, por la simple ley natural de ser hijos de nuestros padres; una ley biológica que produce un efecto espiritual: la transmisión del Pecado Original. El bautismo es una suspensión de esa ley biológica en cuanto anula su efecto pecaminoso[76].
Por otra parte, eso de que el bautismo borra el Pecado Original es actualmente una doctrina insostenible. El hecho de la revolución biológica deja esa creencia en muy mala situación. Los teólogos hacen sus esfuerzos por salvar esa creencia dándole una nueva interpretación. Pero no podemos olvidar que durante siglos y hasta que aparece la doctrina de la evolución se enseñó a los cristianos que el Paraíso Terrenal fue real, lo mismo que sus protagonistas Adam, Eva, la serpiente, el árbol del Bien y del Mal, la expulsión por el ángel, etc. He podido comprobar que todavía hay muchos cristianos que creen esa historia a pies juntillas, porque así les fue enseñada.
Se sigue bautizando a los niños como acto de iniciación e integración en la comunidad cristiana. Pero el efecto de borrar el Pecado Original se queda sin sentido, a pesar de que fue un tema nuclear de la teología cristiana durante dos milenios y del que dependen importantes artículos de fe.
De manera similar a como la Iglesia Católica tuvo que dar el brazo a torcer en su creencia del geocentrismo por el que condenó a Galileo, condena que se vio obligada a retirar recientemente debido a la evidencia del error cometido, hoy tiene que renunciar a su vieja doctrina del Pecado Original con las consecuencias que esto arrastra sobre dogmas tan importantes como el de la Inmaculada Concepción o la secular doctrina del Limbo de los Justos o el de la redención universal de Jesús.
Los Evangelios nada dicen sobre los distintos sacramentos de la Iglesia. A todo más, recoge el rito del bautismo de Jesús por Juan el Bautista en el Jordán. Pero hay que tener en cuenta que Jesús no aplicó ese rito a sus apóstoles y demás seguidores. Es la Iglesia la que posteriormente convierte ciertos actos de Jesús en sacramentos.
Convierte la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en el sacramento de la Eucaristía. La designación de sus apóstoles la convierte en el sacramento del Orden, etc., y da a sus ritos y palabras una verdadera fuerza mágica. Cada uno de esos ritos sacramentales con sus respectivas palabras mágicas produce el efecto que con ellos se busca. El pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo de manera real, no sólo simbólicamente.
La bendición de los templos los convierte en lugares sagrados y, para que dejen de ser sagrados, hay que realizar un rito inverso al de la bendición, como si la bendición y la “des-bendición” cambiaran algo la realidad del templo. Evidentemente, es cuestión de fe.
Podemos comparar un texto egipcio y otro cristiano sobre la fuerza creadora de la Palabra. Dice el apóstol San Juan:
Al principio ya existía la Palabra
Y la Palabra se dirigía a Dios
Y la Palabra era Dios.
Ésta al principio se dirigía a Dios.
Todo existió por medio de ella
Y sin ella nada existió de cuanto existe.
Un texto egipcio dice:
A través de una palabra en el corazón (de Dios)
y emitida por su lengua se otorga la vida al pacífico y la muerte al malhechor[77].
Por otra parte, el cristianismo de los orígenes tuvo que hacer frente a los magos que pululaban por aquellos entornos. Aquellos magos hacían “milagros” a petición de sus seguidores. El mismo Jesús advirtió a los suyos contra los falsos profetas milagreros. El entonces famoso Simón el Mago era un ejemplo de la influencia de aquellos magos y falsos profetas. Se presentó así mismo como el Mesías anunciado por los profetas y hacía “milagros” con sus poderes mágicos[78].
Jesús y Khambageu
Hay una sorprendente similitud entre las vida de Jesús y el héroe o dios fundador de los sonjo, pueblo bantú de la Tanzania septentrional.
Khambageu, según los mitos de este pueblo y según los resume J. Mbiti, “hace muchos años apareció entre la gente sin haber sido engendrado por unos padres. Vivió con los hombres, realizó muchos milagros, curó muchos enfermos, abrió los ojos de los ciegos e incluso resucitó algunos muertos”.
Intentaron matarle, pero huyó a otros pueblos y murió en su casa a una avanzada edad. Los de su pueblo, a los que había instruido en primer lugar, reclamaron su cuerpo. Cuando fueron a recogerlo, encontraron la sepultura vacía. Sólo estaban allí sus sandalias. Se dice que algunas personas le vieron resucitar de la tumba y ascender hacia el sol.
Toda la historia de los sonjo se centra en torno a los mitos de Khambageu (Hambageu)[79].
Semejanzas principales con Jesús.
-nacimiento sobrenatural,
-hacedor de milagros,
-resurrección,
-ascensión a los cielos.
A pesar de las llamativas semejanzas con la vida de Jesús, Gray, especialista en la historia de este pueblo, sostiene que la historia de Khambageu no es fruto de influencia cristiana alguna[80].
VALORACIÓN FINAL
En cuanto a los detalles de cada una de estas creencias es evidente que hay diferencias. Sin embargo, el esquema conceptual de fondo es el mismo. Eso es lo que quiero destacar para poder hacer una valoración de las respectivas creencias cristianas limpiándolas de toda pretensión de universalidad excluyente. No son únicas y su valor universal está precisamente en lo que tienen de coincidencia con creencias similares en otras religiones. La religión cristiana no es universal por ser la única verdadera. Su universalidad hay que verla también en el hecho de que la estructura de sus creencias fundamentales es común con otras religiones.
Por otra parte, el hecho de la transversalidad de estas creencias es un dato muy importante para analizar los profundos deseos religiosos del ser humano y de la conceptualización que cada religión hace de los mismos.
Además, conocer estas coincidencias ayuda a acercarse y comprender a otras tradiciones culturales. El ser humano es el mismo, sus religiones y culturas son diferentes, pero tienen estructuras conceptuales de fondo muy similares.
Como se puede ver, el cristianismo se fue cargando de creencias que tienen su origen en otras religiones, tal vez con la intención de no ser menos que ellas o de decir: “nosotros también tenemos esas creencias”. Si otras religiones tienen la encarnación de su Dios (o dioses), nosotros, los cristianos, también la tenemos. Si otras religiones tienen “Hijos de Dios” (los faraones, p. e.), nosotros también tenemos un “Hijo de Dios”. Si otras religiones tienen un Purgatorio (Zaratustra y los egipcios), nosotros también lo tenemos. Si otras religiones tienen una Trinidad divina, nosotros la tenemos. Si otras religiones tienen una Falta Original, nosotros tenemos el Pecado Original. Si otras religiones tienen un descenso a los infiernos de algunos de sus dioses o profetas, nosotros tenemos el descenso de Jesús después de muerto, etc., etc. Esa asimilación de mitos externos también se puede deber a la intención de atraer a los creyentes de esas otras religiones. Podría ser una forma de cristianizar e integrar a esos creyentes.
Entre todas estas creencias quiero destacar la de la encarnación de la Divinidad, porque en el cristianismo condiciona todas las demás.
Todos estos ejemplos nos revelan que los seres humanos tienden (¿por naturaleza?) a imaginarse a sus dioses como encarnados. La encarnación de la Divinidad no es creencia exclusiva de una religión. Todas encarnan a su Dios de una u otra manera. Esa es la gran razón antropológica de por qué crean tantas imágenes religiosas.
El mundo de las imágenes divinas es todo un universo cultural desde el que se puede estudiar al hombre que las crea. Las crea siempre a su propia imagen y semejanza. En ellas se proyecta la visión que cada religión tiene de la divinidad o divinidades en las que cree.Pluralidad de religiones y pluralidad de culturas Ya dijo el filósofo griego Jenófanes:
Pero los mortales se imaginan que los dioses han nacido
Y que tienen vestidos, voz y figura como ellos (Frag. 170).
Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros
Y los tracios, que tienen los ojos azules y el pelo rubio.
(Frag. 171).
Como dice Feuerbach, el ser humano proyecta en las imágenes divinas su propia visión de la Divinidad, de los dioses menores y de seres divinizados. No se conforma con una visión espiritual de los seres sobrenaturales en los que cree. Necesita darles forma material. Y, aunque teóricamente considere a esas imágenes como meros símbolos del ser que representan, en la práctica, con mucha frecuencia, terminan identificando la imagen con lo imaginado. Muchos adoran la imagen como si fuera el mismo ser divino al que representa.
De ahí las costumbres de muchos creyentes, con menos formación religiosa, de tocar, besar o pasar algún paño sobre la imagen sagrada a la que adoran con la esperanza de que se produzca algún milagro. Una especie de magia positiva o magia blanca.
Un ejemplo muy conocido internacionalmente es el beso a la imagen de Santiago Apóstol en la entrada de la catedral de Santiago, Galicia. Peregrinos de todo el mundo realizan ese acto cuando peregrinan a ese santuario. Ese beso forma parte del remate del acto global de la peregrinación que hace cada peregrino.
La peregrinación a la Meca de los musulmanes tiene como uno de sus actos más destacados el beso a la piedra sagrada, que se conserva y adora en el centro de la gran esplanada. Son muchas las religiones, sin no todas, que tienen peregrinaciones a lugares sagrados
Estos son sólo dos ejemplos. Esos actos se repiten en miles de procesiones, de imágenes y de peregrinaciones a santuarios de todas las religiones.
Conclusión
LA DIVINIZACIÓN DE JESÚS DE NAZAREZ ES UN CASO MÁS ENTRE LAS MUCHAS QUE SE HICIERON Y SE SIGUEN HACIENDO EN EL UNIVERSO DE LAS RELIGIONJES. Mito del Pueblo Elegido
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LA FUERZA DE SU MENSAJE NO ESTÁ EN SU SUPUESTA DIVINIDAD, SINO EN EL CONTENIDO DE SU MENSAJE MISMO
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NOTAS
1- Hace unos cincuenta años, propuse la creación de ese instituto en la Universidad de Oviedo, pero no fue posible. Se opusieron tanto el Arzobispo Don Gabino Díaz Merchán como el Rector de la Universidad, Don Teodoro López Cuesta.
[2] En las bibliotecas de teología cristiana abundan los tratados sobre la Santísima Trinidad. Son gruesos volúmenes que los seminaristas católicos estudian como parte fundamental de su formación teológica.
[3] NB: Varias de las ilustraciones de este trabajo están tomadas de Internet: Wikipedia.
[4] Véase J. Avelino de la Pienda: Persona, Derechos Humanos y Educación. EDIUNO. Universidad de Oviedo. 206. Evidentemente, el concepto de hombre como sujeto de derechos y deberes ya es tan antiguo como la misma humanidad. El de “persona, sin embargo, no existe ni es traducible en otras muchas culturas fuera de las cristianizadas.
[5] Aquí existe un problema filosófico. El concepto de “engendrar” no se aclara entre los teólogos de las disputas arrianas. Yo pregunto: ¿Qué noción de “engendrar” se utiliza en ellas? A dios no se puede aplicar el concepto de “engendrar” que observamos en las distintas formas de vida. ¿Acaso se le da el sentido de la emanación divina de la filosofía de Plotino?
Hay una cosa clara: la dependencia conceptual de la primera teología cristiana con relación a la filosofía platónica, dominante en aquellos primeros siglos del cristianismo, es incuestionable. Es una dependencia cultural que conlleva. limitaciones a la pretendida validez universal de la teología cristiana.
[6] Una función del Verbo como primera criatura es muy similar a la que atribuye Platón al Demiurgo. Éste es un dato más que demuestra la estrecha dependencia del pensamiento griego, sobre todo del platónico y neoplatónico, por parte de la teología del cristianismo antiguo. Parece claro que la teoría de Arrio encontró en el neoplatonismo un equipaje conceptual muy favorable a su versión del cristianismo.
[7] Cfr. Emilio Galindo, Dir.: Enciclopedia del Islam. DARK NYUMBA, Madrid 2004, pp. 297s.
[8] El nombre “Cristo” (“ungido”) se aplica a Jesús porque se creía que él era el “ungido” de las profecías de Isaías. De ahí el nombre de Jesu-cristo.
[9] Prov. 8,22.
[10] Cfr. Roy Willis, Mitología. Guía Ilustrada de los Mitos del Mundo. EDIT. DEBATE, p. 76.
[11] El nacimiento del Budha se describe en el poema Lalita Vistara Traducción del doctor Muir. Versos recogidos en W. J. Wilkins, 1987: La mitología hindú, Edicomunicación, 1987, pp. 234-238). El Lalita Vistara es una de las versiones más autorizadas sobre la vida del Buda.
Es importante tener en cuenta que el nombre original de Budha es Gautama. Se le asignará el nombre de Budha porque se le considera la primera encarnación del ideal de perfección budista. Por eso, en el budismo el nombre de Budha puede significar tanto la persona de Gautama como la categoría de perfección budista. Vive entre los años 563 y 483 a. d. C.
[12] (Luc. 4, 1-13; Mat. 4, 1-11; 1, 12-13).
[13] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 86.
[14] Cfr. Luc. 2,32; Ju. 1,5 y 9.
[15] Para un desarrollo más amplio y detallado de las visiones del tiempo véase mi libro Los mitos del Gran Tiempo y el sentido de la vida. Biblioteca Nueva. Madrid 2006.
[16] Cfr. Traducción de Juan B. Bergua. El Kalevala. Clásicos Bergua, Ediciones Ibéricas. Madrid 1999, pp. 10s y 25-34.
[17] O. c. p.26.
[18] O. c. p. 11.
[19] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 52.
[20] Los dioses bajan de cuando en cuando al mundo de los muertos. Se dice que “bajan” porque ese lugar se suele situar en el interior de la Tierra. Infierno significa “lugar inferior”, “lugar subterráneo”.
[21] Este mito no existe donde no hay fe en la sobrevivencia de los muertos en un supuesto Más Allá tras la muerte. Tal es, por ejemplo, el caso de la religión marxista, aunque tiene su propio culto a los muertos.
[22] Cfr. Roy Willis o. c., p. 97.
[23] Cfr. Roy Willis, o. c., p.47.
[24] Cfr. Roy Willis, o. c., p.58.
[25] Para un texto completo del mito véase Francisco Marco y Narciso Santos: Textos para la historia del Próximo Oriente Antiguo. Universidad de Oviedo. Servicio de publicaciones. Vol. II, pp. 71-74. James B. Pritchard (Editor): The Ancient Near East, vol. I. Princeton University Press. 1973, pp. 80-85.
[26] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 63.
[27] Cfr. Roy Willis, o., c., pp. 64s.
[28] Este tema está ampliamente desarrollado en E. Rodhe: Sique. La idea del alma y la inmortalidad entre los griegos. Labor. Barcelona. 1973.
[29] Cfr. P. Poupard: Diccionario de las Religiones, 1987, p.1820, entrada “Vida de ultratumba”.
[30] Cfr. P. Hoffmann en Heinrich Fries: Conceptos Fundamentales de Teología. Edic. Cristiandad. Tomo II, pg. 379.
[31] Cfr. H. Fries, o. c., pp. 380s.
[32] Cardenal Paul Poupard (Dir.): Diccionario de las Religiones. Herder. Barcelona. 1987, pp. 432.
[33] La escatología se refiere a los últimos tiempos o fin del Universo.
[34] Sobre cómo la idea de la resurrección se va incluyendo en la escatología de los judíos véase H. Fries: o. c., pp. 380s.
[35] Véase “Simbolismo de la Tumba de Tutankhamon” en M. Crenes y Consuelo Simón, editores, Egipto. Manual de simbolismo y Arqueología, Nueva Acrópolis, Madrid, 1985, pp. 91-94.
[36] Cfr. M. Crenes y Consuelo Simón. o. c., p. 94
[37] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 1993.
[38] Este libro también se podría titular como el Libro de la resurrección. De hecho, su título original era el de Libro para salir al día.
[39] Cfr. Antonio Truyol y Serra: “Estudio preliminar” en el Libro de los muertos. Tecnos. Madrid 1993, pp. XXXIX y XLIO. En el Credo católico se dice de Jesús: …descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y subió a los cielos. Existe la fiesta de la Ascensión, muy celebrada en algunos lugares como en Oviedo (Asturias). También existe la fiesta de la Asunción de la Virgen María (15 de agosto en España) como otra forma de ascender a los cielos.
[40] Cfr. Roy Willis, o. c., p.38.
[41] Cfr. Roy Wullis, o. c., p.64.
[42] Sobre el nacimiento de la creencia en la resurrección véase Heinrich Fries: o. c., pp. 379-381.
[43] Denzinger, 1963, p. 8.
[44] Denzinger, l. c.
[45] No deja de ser sorprendente la obligación que se impone al cristiano de creer que Jesús está sentado a la derecha del Padre con su propio cuerpo material. Parece suponerse que el Padre tiene su propio cuerpo, con su derecha y su izquierda. Sin embargo, eso, a poco que uno reflexione, no deja de parecer un absurdo. Proyectar a Dios el antropomorfismo derecha-izquierda no revela una teología muy fina. De hecho, la imagen trinitaria del Padre sentado con Jesús a su derecha y el Espíritu Santo sobre los dos en forma de Paloma resplandeciente recoge ese antropomorfismo, que es lo que da a los cristianos la imagen de lo que es la Trinidad de su fe.
Se dice que la identidad material del cuerpo resucitado de Jesús hay que entenderla como referida al cuerpo terrestre de Jesús, pero glorificado. Es decir, que es realmente material, pero no ocupa espacio ni lugar alguno.
¿Pregunto si esto no es decir que a la vez es material e inmaterial? ¿Una contradicción?
También se dice que el sentarse a la derecha del Padre es sólo una manera figurada de expresar la predilección del Padre por su Hijo. Con todo, es verdad que en el universo de las religiones el lenguaje figurado es imprescindible para poder expresar el universo de lo sobrenatural.
[46] Cfr. I. F. Sagüés: De novissimis. en Varios: Sacrae Theologiae Summa. De sacramentis, De novíssimis, BAC, Madrid, 1962, pp. 999-1016).
[47] Cfr. Sagüés, o. c. pp. 996 y 1005-1008.
[48] Cfr. J. Avelino de la Pienda: Antropología trascendental de K. Rahner. Una teoría del conocimiento, de la evolución y de la historia. Universidad de Oviedo. Oviedo, 1982, pp. 327-321.
[49] Cfr. Mircea Elíade: Mito y realidad. Guadarrama. Madrid, Cap. II.
[50] Esta visión la recoge Platón como uno de los elementos esenciales de su teología y cosmovisión.
[51] Cfr. J. Avelino de La Pienda, Los mitos del Gran Tiempo y el sentido de la vida. Filosofía del tiempo. Edit. BIBLIOTECA NUEVA. Madrid. 2006, pp. 40-43.
[52] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 268.
[53] Cfr. Roy Willis, o. c., pp. 278-287.
[54] Cfr. Roy Willis, o. c. p. 290.
[55] En esta visión platónica del Más Allá tras la muerte se adelanta la visión posterior de los cristianos, que también distinguen entre Cielo, Purgatorio (la reencarnación en Platón) e Infierno. (Tártaro en Platón).
[56] P. Poupard, o. c., p.1388.
[57] Cfr. P. Poupard, l. c.
[58] Véase la Carta Tractaria en la que se profesa la fe en el Pecado Original y la fuerza del Bautismo cristiano para borrarlo. Denz. 1963, pp.39-42 y 69-75.
[59] J. Sagües: De Deo creante et elevante. De peccatis, en M. Dalmau y J. Sagües: Sacrae Theologiae Summa, II. BAC. Madrid, 1962.
[60] Cfr. Sagües, o. c., pp. 599-604.
[61] Cfr. Sagües, o. c., pp.630 ss.
[62] Cfr. Sagües, o., c., pp. 637-673.
[63] Cfr. Sagües, o. c., pp. 893 ss.
[64]Véase Kalki en V. J. Wilkins: o., c., pp. 240-243).
[65] Los avataras: Avatara significa “descenso” y se refiere a los “descensos” o “encarnaciones” del dios Vishnú. En la tradición hindú, Vishnú se encarna en distintas criaturas para combatir el mal y restablecer el Dharma o Ley Eterna, que mantiene el orden tanto físico como moral en el Universo. Es una especie de ley natural en términos del pensamiento occidental.
[66] En esta visión del devenir del tiempo no se puede hablar de “progreso”. La idea de progreso no tiene sentido como en la cultura occidental. Lo que domina es la idea de “degreso” o degradación progresiva.
[67] Los otros textos se pueden ver en Sagües, o. c., 1962, p. 988.
[68] Véase Sagües, o. c., pp. 989-994.
[69] Quiero destacar aquí el hecho de la iluminación divina de la que parte toda su revolución religiosa y política. La revolución religiosa de Budha también partió de una iluminación divina. Lo mismo le sucedió a Zaratustra. Jesús de Nazarez recibió la iluminación del Espíritu Santo tras su bautismo en el río Jordán por parte de Juan bautista y la reforzó tras su meditación en el desierto. Mahoma no fue menos.
Aquí no juzgo la verdad de estos hechos. Sólo quiero destacar la similitud entre ellos.
[70] La clase sacerdotal es común a la gran mayoría de las religiones. Así que, el sacerdocio en el judaísmo y en el cristianismo no es nada original. Es tan antiguo como las mismas religiones de la humanidad. No sé si hay algún estudio monográfico sobre la historia de esa institución. Si no lo hubiera bien se merece que se haga, no sólo por su interés religioso, sino también por la enorme importancia que tiene en la historia de las culturas de la humanidad*.
[71] Cfr. Roy Willis, o. c. p. 43.
[72] Si usted lector, puede visitar la capilla de la Virgen de Villaoril, Asturias, podrá ver la cantidad de amuletos que se ofrecen a la virgen pidiéndole protección, una determinada curación o éxito para una empresa a realizar, etc. Hay brazos, piernas, espadas y prendas de marineros, etc.
[73] Mi impresión particular es que esos milagros suelen estar inmersos en una cierta nebulosa y que su realidad depende más de una apreciación personal del creyente o del investigador que de un hecho verdaderamente verificable.
[74] Cfr. Roy Willis, o. c., p. 48.
[75] Cfr. G. Frazer: La Rama Dorada. F. C. E. 4ª edic. 1969, pp. 35-63.
[76] En esta doctrina del Pecado Original se transmite una visión cosística ese pecado y de la Gracia Santificante, que lo sustituye al ser bautizado. En este caso, ni el pecado ni la gracia son efecto de un acto moral, un acto basado en la voluntad libre del bautizando. Independientemente de la voluntad libre del bautizando se producen automáticamente esos efectos una vez realizado el rito y pronunciadas las palabras sacramentales.
[77] Cfr. P. Poupard: l. c.
[78] Las creencias egipcias en los poderes mágicos de la palabra no eran exclusivas de la cultura de las pirámides. La fuerza de la palabra tiene especial importancia en otras tradiciones africanas. Hasta la colonización del siglo XIX no tenían escritura. Todo el conocimiento se transmitía a través de la palabra. Sus portadores eran principalmente los ancianos. Su palabra siempre tenía un poder mágico. La bendición o maldición de una padre, un Jefe, un sacerdote, etc., tiene un gran poder mágico. El africano vive constantemente pendiente de esos poderes ocultos. Abundan los amuletos con la intención de poder controlarlos. La brujería es una poderosa creencia. Ella es la ejecutora de la magia maligna.
Los que ocupan cargos en la sociedad tienen mayor poder oculto cuanto más alto sea su puesto en la jerarquía de poder.
[79] Cfr. J. Mbiti: Entre Dios y el tiempo. Religiones tradicionales africanas. Edit. Mundo Negro, 1991, pp. 253s.
[80] JF Gray: El sonido de Tanganica. 1963, citado por Mbiti.
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Bibliografía
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