Sí, son los mismos: Los “indignados”, los del “11 M”, los “salvadores de los desahuciados”, los “acosadores” de las sedes y los domicilios de políticos del PP, los que van a la cabecera de las manifestaciones “antisistema”, los “ocupas”, muchos “ecologistas”, los etarras, etc. Sí, son los mismos. Van en el mismo barco. No les va el sistema democrático. Les encanta la dictadura a estilo estalinista, como la Cubana o la de Vietnam del Norte o la China.
Son los oportunistas de cada problema social que surge para erigirse en salvadores. Son los “amigos” de todos los “desgraciados” de la sociedad, de todos los “pobres” y “marginados”. No sabrían qué hacer, si no tuvieran a quien salvar. Y es que no valen para otra cosa: solo para “salvar” a alguien o a algo. Y, si no tienen a quien salvar, se lo inventan.
Por otra parte, necesitan de un determinado “enemigo”, que tenga imagen de ser tan dictador y tan violento como ellos. Por eso, llaman “fascista” a todo aquél que no comulgue con su ideología. Convierte “fascista” en un insulto. Para ellos es como el Demonio para los creyentes de otras religiones: la fuente de todo mal.
Su ideología es su religión: algo sagrado. Algo por lo que están justificados a matar, a insultar, a acosar, a ocupar lo que no es suyo. Cuando no están en el poder, ocultan su identidad marxista-estalinista. Les gustan las siglas ligadas a acontecimientos sociales en los que se hacen protagonistas. Las cambian según las circunstancias. Sin embargo, siempre son los mismos.
Son muy valientes cuando están en grupo. Se ocultan en la colectividad. Individualmente son bastante cobardes. Su catadura personal individual es bastante pobre. Quieren el poder por medio de la violencia callejera. En la libertad de las urnas siempre fracasan. Y ese fracaso excita su odio a la democracia. Por eso son antisistema.
Son dogmáticos y doctrinarios. O están con ellos o te ponen en contra de ellos. A pesar de su pobreza cultural, se creen poseedores de la Verdad. Y para imponer su Verdad, justifican todos los medios: violencia, mentira, calumnia, acoso, ocupación de lo ajeno. Todo vale para alcanzar su fin. Esa es su moral, que la negación de toda moral. Esa es su religión, que es la negación de toda otra religión.
Su fanatismo no se distingue del de los talibanes, los de Al Qaeda o de otros movimientos radicales. Sin embargo, hay una importante diferencia: nuestros marxistas nunca se inmolan por su causa. En eso son muy cobardes. Les gusta la inmolación, pero de los demás, la de sus “enemigos”.