La fecundidad del mensaje de Jesús de Nazarezhttp://Cristianismo anónimo como un cristianismo universal
Aunque parezca algo evidente y a poco que se conozca la historia de cristianismo en el mundo, quiero resaltar la fecundidad del mensaje de Jesús de Nazarez después de más de dos mil años de existencia.
Ya expuse en otros escritos que es importante, al hablar de religión, distinguir entre religiosidad y religiones. Entiendo la religiosidad como la esencial religación o atadura innata de la mente humana a algún tipo de Ser Absoluto, comoquiera que se le llame: Dios, Revolución, Materia, Partido, Yahvé, Alá, Ahura Mazda, etc.
Cada religión intenta dar una respuesta concreta a esa necesidad dependiendo de la cultura en la que se desarrolle. Cada religión tiene una forma de llamar a ese Ser Absoluto. Cada una le pone aquel nombre que tenga significado para sus creyentes.
Jesús de Nazarez lo llamó Padre, que ama a todas sus criaturas, especialmente al ser humano. Un Padre cuidadoso de todos sus hijos, misericordioso con los descarriados, etc.
Su religión se puede calificar como la religión de los pobres y de todos los marginados sociales. Dicho de otra manera, la religión de los débiles. Su mensaje sigue la filosofía de la debilidad, como ya habían hecho Laozí (Lao Tzé) y su religión taoísta.http://LA FILOSOFÍA DEL SABIO CHINO LAOZÍ Su debilidad aparente se manifestó como una fuerza imparable, capaz de llegar a todos los confines de la Tierra.
Quiero destacar que en otras religiones como la egipcia, por ejemplo, la religión es, ante todo, una religión de los poderosos: los faraones, los sacerdotes, los arquitectos y demás clases altas. Las clases más bajas no tenían medios para ser embalsamados ni riquezas para llevárselas consigo a la otra vida. Los más débiles lo seguían siendo incluso en el Más Allá. Se trata de una teología aristocrática, que se repite en la gran mayoría de las religiones, si no en todas, incluso en la religión judía del tiempo de Jesús. Sin embargo, en el mensaje de Jesús «los últimos serán los primeros».
A Jesús lo quisieron anonadar crucificándolo como un delincuente más y persiguiendo a muerte a sus seguidores, dando lugar a miles de mártires. Pero lo que parecía débil se mostró más fuerte que los emperadores romanos y sus ejércitos. Y esa fuerza se sigue expandiendo más de dos mil años después de su inicio, con miles de misioneros por todos los continentes.
Como en todas las religiones, ese mensaje tiene su expresión en todo tipo de creaciones artísticas: pintura, escultura, música, literatura, etc. ¿En qué quedaría el arte de Occidente, si se suprimieran todas las obras artísticas de inspiración cristiana?
El alma de Occidente es cristiana. Sin la fuerza del mensaje de Jesús muy probablemente no se habría desarrollado la doctrina de los Derechos Humanos, que son el fundamento de nuestras democracias. Los conceptos de persona y de naturaleza, que son claves en esa doctrina, no se habrían desarrollado con la fuerza que lo hicieron sin las discusiones que tuvieron lugar en torno a la persona de Jesús: se le atribuyen dos naturalezas: la divina y la humana, y una sola persona: la divina. Y con relación a Dios se dice que en Él hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y una sola naturaleza: la divina.
Estas discusiones duraron muchos años y obligaron a afinar mucho en esos conceptos. Hay miles de libros sobre esos dos dogmas, que fueron tema de predicación y educación cristianas durante siglos y siglos. Y lo siguen siendo.
El mensaje de Jesús, no obstante, tropieza con un problema importante para su difusión. Ha prosperado en Occidente con las raíces griegas y latinas que éste tiene. Está «vestido» de mitos y creencias (como, por ejemplo, el mito de la visión lineal del Gran Tiempo y el mito del progreso) occidentales. Los ritos religiosos cristianos está preñados de tradiciones y costumbres occidentales. Toda esta «vestimenta cultural occidental» lo oscurece y desvirtúa.
En mi estudio sobre las culturas bantúes he podido comprobar cómo en los seminarios católicos africanos se enseña a los seminaristas el latín, la teología católica con todos sus dogmas, los ritos latinos, etc., etc. He podido recoger los testimonios de varios misioneros europeos, de sacerdotes y obispos negroafricanos a favor de desvestir el mensaje de Jesús de toda esa contaminación cultural, para poder verterlo en la visión del mundo de los africanos. Eso requiere que el mensajero conozca bien lo que en la versión cristiana occidental pertenece al mensaje originario de Jesús y lo que es vestidura cultural occidental.
Por ejemplo: Los bantúes no tienen la visión lineal del Gran Tiempo de Occidente ni tampoco la visión circular y cíclica de las culturas orientales. Su visión del tiempo es simultánea. Esto cambia su visión del Más Acá o la vida en este mundo y su visión del Más Allá o la vida tras la muerte. Este cambio en la visión del tiempo tiene muy importantes consecuencias en la vida real de estos pueblos. Y esto también requiere al mensajero conocer a fondo los mitos y creencias de los pueblos destinatarios del mensaje de Jesús que les quiere llevar.
Lo mismo que se puede decir con buen fundamento que la mente de Occidente es aristotélica, se puede decir con no menor fundamento que es cristiana.
Y todo eso, a pesar de los distintos materialismos, ateísmos y secularismos que se han desarrollado hasta el presente.
Por otra parte, las iglesias cristianas no perderían nada del mensaje de Jesús, si incorporasen en la educación las doctrinas y los ejemplos de humanismo y rectitud moral de sabios como Laozí, Cleantes, Sócrates, Séneca, Epicuro, Marco Aurelio, Akenatón, por citar algunos.
Se podría decir que esa doctrina teológica y moral ya la tenemos los cristianos. Sin embargo, sería importante tener en cuenta esas coincidencias, cuando no dependencias, con esas otras sabidurías, para corregir un poco el etnocentrismo religioso y cultural del cristianismo. Sería una manera de reconocer que no somos los únicos en tantas cosas en las que pretendemos serlo.
Pero volvamos al tema central, la fecundidad del mensaje de Jesús. No sólo fecundó la mentalidad de toda la extensión del imperio romano. Se extendió por las dos Américas, por el continente africano y muchos países del Medio Oriente, llegando incluso hasta Australia y demás países del Pacífico. Algo muy importante tiene que tener ese mensaje, que es capaz de penetrar en el corazón de tantos millones de seres humanos y establecerse en él como rector de sus vidas.