LA EUCARISTÍA CATÓLICA. OTRA VALORACIÓN

21:03:09LA EUCARISTÍA CATÓLICA.

OTRA VALORACIÓN

La Eucaristía cristiana como símbolo rememorativo de la Última Cena de Jesús»Jesús y su divinidad como creación humanma

 

La-ultima-cena-de-Jesus-595x365 LA EUCARISTÍA CATÓLICA. OTRA VALORACIÓN
Según el dogma católico, Jesús fundó en su Última Cena la Eucaristía en la que el pan y el vino se convierten en su cuerpo y sangre.

Su importancia para la comunidad cristiana

La Eucaristía de la Iglesia Católica  es el centro de toda su vida comunitaria y de su  actividad evangelizadora. Hasta hace pocos años, era obligatorio para todos los fieles asistir a misa todos los domingos y fiestas de guardar y, además, se celebra en toda clase de aniversarios religiosos, funerales, acontecimientos especiales, reuniones, etc.

La Eucaristía se entiende como un sacrificio redentor, que rememora y recrea la Última Cena de Jesús con sus discípulos, su crucifixión y su resurrección. Se le da un valor  redentor infinito, para borrar los pecados de los hombres y sus penas. Por eso, se ofrecen miles de millones de misas diarias en todo el cristianismo católico y ortodoxo para sufragar las penas de los pecados, tanto de los cristianos vivos como de los que habitan en el Purgatorio.

Tiene el sentido de un sacrificio ritual. Ahora bien, como no hay sacrificio ritual sin sacerdote, se afirma que Jesús en su Última Cena no sólo instituyó el sacramento de la Eucaristía, sino también el del sacerdocio.

Sin embargo, entiendo que la Eucaristía no tiene carácter de sacrificio ni de redención. Es sólo un símbolo rememorativo de la Última Cena de Jesús

Hasta hace poco tiempo, los sacerdotes tenían la obligación de celebrar la Santa Misa todos los días, aunque no hubiera fieles en la iglesia,  ni sacristán siquiera.

Cuando fui a Roma a completar mis estudios teológicos y filosóficos entre los años 1968-1972 observé un hecho muy aleccionador. Los obispos españoles enviaban a Roma a algunos sacerdotes de sus respectivas diócesis. Allí tenían la obligación de celebrar la Santa Misa diariamente. Como no tenían parroquias a su cargo, la celebraba cada uno absolutamente sólo en el mismo Colegio Español en el que residían. En mi caso, fue, en un principio, en el Colegio  del Altems, frente a la Plaza Navona.  En el bajo de ese viejo Palacio había unos cuantos boxes.

Cada sacerdote celebraba la misa en uno de ellos. Eran muy reducidos. En ellos se celebraban al año decenas de misas sin audiencia alguna y, por supuesto, sin sacristán. Estos sacerdotes recibían estipendios para celebrar misas a la intención de los donantes, que los daban a los párrocos de Roma por cada misa que les pedían. Como los párrocos no podían celebrar tantas misas como les solicitaban, daban esos estipendios a los sacerdotes extranjeros, que residían en Roma para completar sus estudios. A estos sacerdotes les venía muy bien ese dinero, porque la gran mayoría estaban allí con becas que apenas cubrían sus gastos.

Aquella experiencia me pareció una degeneración de la Eucaristía Católica, que, desde el punto de vista teológico, estaba cargada de contradicciones fundamentales. Son algunas las siguientes:

-La Eucaristía ya no era una reunión de los fieles  para conmemorar la vida de Jesús. Era un simple rito sin sentido. Su único sentido era atender a las intenciones de los fieles que donaban una cantidad de  dinero (“estipendio de la misa”). La intención solía ser por alguno de sus familiares difuntos . Me pareció algo similar al caso de la indulgencias, que provocó la rebelión de Lutero y otros en el siglo XVI. Hay un refrán que dice: Roma veduta, fide perduta.

-Supuestamente y según los teólogos cristianos, cada Eucaristía tiene un valor redentor infinito. Por eso, es difícil de entender por qué se celebran tantas, con fieles o sin ellos. Lógicamente, tendría que ser suficiente con una sola misa. Sin embargo, incluso por un mismo difunto se pueden ofrecer varias.

-Toda la teología de la Eucaristía se apoya en la interpretación de la vida y muerte de Jesús como un sacrificio redentor. Como ya digo en otros escritos, los conceptos de “sacrifico ofrecido a Dios” y el de “redención” no pertenecen al núcleo más esencial del mensaje de Jesús. Pecado y redención en el cristianismo. Otra visión. En su discusión con los fariseos sobre la Ley del Sábado les dice: “Si entendierais qué significa <prefiero la misericordia al sacrificio>, no condenarías a los inocentes[1].

Parece que  Jesús no estaba muy de acuerdo con la pascua judía, centrada toda ella en el sacrificio del cordero.

Esa interpretación sacrificial de la Eucaristía es una interpretación judaizante, que busca aplicar a Jesús profecías y textos del Antiguo Testamento. La idea del sacrificio ofrecido a Dios y el sacerdocio correspondiente son tan antiguos como la historia misma de la humanidad. Son elementos comunes a casi todas las religiones, si no a todas. No se trata de algo original del cristianismo y ni siquiera del judaísmo.

Sacrificio y sacerdocio no pertenecen a la esencia del mensaje de Jesús. Ese mensaje está muy bien resumido y muy claramente expresado en la sentencia que Jesús da sobre los que se salvan y por qué, y los que no se salvan, recogido en el evangelio de San Mateo cuando describe la Segunda Venida de Jesús al mundo y su Juicio Final a la humanidad.

En ese juicio no se pregunta a los que se salvan si están bautizados o no, o si ofrecieron algún tipo de “sacrificio ritual” a Dios o no, o si recibieron alguno de los otros sacramentos de la Iglesia o no,  o si han asistido a misa los domingos, etc., etc.  Sólo se tiene en cuenta si ayudaron al hambriento y al sediento; si han visitado al enfermo y al encarcelado; en una palabra, se pregunta cómo se ha comportado cada uno con sus hermanos más necesitados y marginados en la sociedad. Esta simplificación de la conducta cristiana es muy acorde con la que hizo también Jesús con los Mandamientos de Moisés. Los redujo a Dos: «Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a tí mismo».

El texto de Mateo, imaginándose cómo será el Juicio Final en la Segunda Venida de Jesús, dice:

Cuando llegue el Hijo del Hombre con majestad,
acompañado de todos sus ángeles,
se sentará en su trono de gloria
y comparecerán ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros,
como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Colocará las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces el rey dirá a los de la derecha:
Venid, benditos de mi padre, a poseer el reino
preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber,
era emigrante y me acogisteis,
estaba desnudo y me vestisteis,
estaba enfermo y me visitasteis,
estaba encarcelado y acudisteis.
Los justos le responderán:
¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos,
sediento y te dimos de beber,
emigrante y te acogimos,
desnudo y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?
El rey les contestará:
Os aseguro que lo que hayáis hecho
a estos mis hermanos menores
me lo hicisteis a mí.
Después dirá a los de su izquierda:
Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el Diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre y no me disteis de comer,
tuve sed y no medisteis de beber,
era emigrante y no me acogisteis,
estaba desnudo y no me vestisteis,
estaba enfermo y encarcelado
y no me visitasteis.
Ellos replicarán:
Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y sediento,
Emigrante o desnudo,
enfermo o encarcelado
y no te socorrimos?
Él responderá:
Os aseguro que lo que no hicisteis a uno de estos pequeños
no me lo hicisteis a mí.
Éstos irán al castigo perpetuo
y los justos a la vida eterna[2].
Os aseguro que lo que no hicisteis a uno de estos pequeños
no me lo hicisteis a mí.
Éstos irán al castigo perpetuo
y los justos a la vida eterna

En esta sentencia final sobre la vida de cada uno quiero destacar algunos detalles que me parecen importantes, para saber cuál es la esencia del mensaje de Jesús.

Primero: Conviene aclarar que esta imaginación del Juicio Final es eso: una imaginación de Mateo en un momento en el que entre los cristianos estaba muy extendida la convicción de que Jesús volvería pronto a presidir el Juicio Final a todos los hombres.

Segundo: La sentencia no se da en un momento cualquiera de la vida de cada persona. Se da en el momento decisivo en el que se juega toda una vida eterna de salvado o de condenado. Por tanto, lo que en ese juicio se toma como criterio definitivo de salvación o condenación es lo que para Jesús cuenta a la hora de la verdad.

Tercero: : Queda muy claro cuál es la preferencia del mensaje de Jesús: los socialmente marginados: los pobres, los enfermos, los condenados por la justicia humana, emigrantes, etc.

Cuarto: No pregunta si cumplen o no tantas condiciones como ponen las iglesias cristianas para salvarse o condenarse: estar bautizados, haber recibido la Eucaristía, aceptar toda una serie de dogmas, haberse confesado y haber recibido la absolución de un sacerdote, etc.

Quinto: La salvación que promete Jesús no tiene fronteras ni religiosas ni de cualquier otro tipo: Jesús salvará a todos aquellos que se hayan comportado según el criterio que aplica en este Juicio Final. No importa que le hayan conocido o no. Su salvación está abierta a todos, sean cristianos o no. Ahí está la catolicidad de su mensaje.

Sexto: No se trata de un criterio de salvación o condenación nuevo. Como dice el texto de S. Mateo, está establecido ya desde la creación del mundo.

  

La Eucaristía en sí y el dogma de la transustanciación

Uno de los textos más antiguos que se conservan sobre la celebración de la Eucaristía por los cristianos es el recogido en el escrito llamado Didaché. Sobre la celebración del Día del Señor (el domingo) dice:

Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro…[3]

No recoge el texto de la consagración del pan y del vino de la Misa católica actual y nada se dice de la transustanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. Entiendo que el tema de la transustanciación es una elaboración teológica muy posterior. Como tal transustanciación  se convirtió en el sacramento principal de la Iglesia Católica. Otras confesiones cristianas (coptos, anglicanos, ortodoxos, presbiterianos) enseñan la presencia de Jesús en la Eucaristía (“acción de gracias”) ya sea como presencia real  (pero sin hablar de “transustanciación”) ya sea como presencia meramente espiritual.

Los sacerdotes católicos, apoyados en la creencia de la transustanciación, llegaron a conductas un tanto ridículas. Me refiero al rito de la limpieza de la patena y el cáliz del vino después de terminada la misa, y los cálices en los que se conservan las formas del pan consagradas. Hay una verdadera obsesión porque no quede ni una pequeña partícula en los mismos del pan y del vino consagrados.

Una parte concomitante del dogma de la transustanciación es  la afirmación de que Jesús está realmente en el todo de la forma consagrada y en cada una de sus partes cuando es partida. Lo mismo sucede con el vino. Está, por tanto, en cada miga por pequeña que sea. Si, por otra parte, cayera al suelo una hostia consagrada o partes de la misma, se recoge y se limpia escrupulosamente el punto donde cayó. Así era, al menos, hasta hace pocos años.

Los teólogos no dejan claro si esa presencia real de Jesús sigue en las gotas del vino y el polvo del pan consagrados y  que son absorbidas por el paño con que se limpian tanto  la patena y como el cáliz.

Sin embargo, el gran teólogo alemán K. Rahner, que conoció esas prácticas como párroco, desaprobó ese comportamiento tan escrupuloso afirmando que la presencia de Jesús sólo se daba en el pan y el vino en cuanto son “comida” y “bebida” del banquete celebrado en la Eucaristía. Descarta esa presencia en las migas y demás restos que puedan quedar de la celebración.

Por otra parte, en el dogma se incluye la afirmación de que la presencia real de Jesús sigue en las hostias que se guardan en el sagrario. Sin embargo, se pueden dar casos (y se dan) de que las hostias del sagrario lleguen a corromperse. Surge entonces el problema de cuándo la presencia de Jesús en las mismas deja de ser real.

Los teólogos católicos dicen que en Jesús hay dos naturalezas: la divina y la humana, pero una sola persona, la divina. Entonces, lo que se “transustancializa” no es la persona, sino sólo la naturaleza humana. Se da, entonces una especie de separación entre lo que es la naturaleza y lo que es la persona. ¿Pero cómo se pueden separar en un mismo ser humano su naturaleza y su persona?

Esto es un supuesto antropológico muy difícil de explicar. Sólo desde una actitud de fe puede tener una respuesta. Y es que, si Jesús no es una persona humana, entonces la encarnación de Dios en él es sólo parcial. No se encarna en un hombre, sino sólo en un cuerpo humano. Propiamente, no se hace hombre como dice la teología católica, sino que simplemente se apropia de un cuerpo humano.

Esta separación se apoya en la vieja concepción greco-escolástica del hombre como un compuesto de cuerpo y alma, que se juntan al nacer, se separan al morir y vuelven a juntarse en la resurrección. Esta antropología no es necesariamente verdadera ni cierta o segura para otros filósofos cristianos como el ya citado K. Rahner. Para él, el ser humano tiene dos dimensiones inseparables: la material y la espiritual, y no dos partes, que se separan y juntan con la muerte y la resurrección.[4]

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Pero si materia y espíritu son inseparables y como tales constituyen la persona humana, la encarnación tuvo que ser en Jesús como persona y no sólo como cuerpo humano. Si el verbo divino se encaró en él, entonces se juntarían en él dos personas, la divina y la humana.

Estos son sólo algunos de los muchos problemas que se plantean los teólogos una vez sentado el dogma de la transustanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. Es inútil intentar encontrar un poco de racionalidad  tanto en este dogma como en el de que Jesús es Dios y  Dios es a la vez uno y trino. Sin embargo, este es el núcleo del pensamiento católico. Con todo, creo que ni el dogma de la divinidad de Jesús, ni el dogma de la Trinidad de Dios, ni el dogma de la transustanciación pertenecen al núcleo del mensaje de Jesús.

Son tres dogmas de la fe católica y de algunas otras confesiones cristianas creados por los teólogos a medida que iban desarrollando su pensamiento en el encuentro con otras religiones y en el choque de opiniones dentro de la propia comunidad cristiana.

 

La fórmula de la consagración del pan y del vino
en la misa de la Iglesia Católica.

 

La-misa-catolica-595x310 LA EUCARISTÍA CATÓLICA. OTRA VALORACIÓN
La Eucaristía de la Iglesia Católica     ……………………………..

La fórmula actual dice: “Y tomando Jesús el pan en sus manos lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y comed todos de él porque esto es mi cuerpo,
Que será entregado por vosotros y por muchos
(antes se decía “y por todos los hombres”)
Para el perdón de los pecados.

Después tomó el cáliz con el vino y se lo dio a beber diciendo:

Tomad y bebed todos de él,
Porque esto es mi sangre,
Que será derramada por vosotros y por muchos
(antes se decía “y por todos los hombres”)
Para el perdón de los pecados. 

 

 Y se añade: “Este es el sacramento de muestra fe”. Lo cual quiere decir que es el sacramento en torno al cual gira toda la fe católica.

No es seguro que esta fórmula de la consagración se corresponda con las palabras originarias de Jesús.  Más bien parecen una reconstrucción posterior.

A la hora de interpretar las palabras de Jesús, la teología católica afirma que, en virtud de esas palabras pronunciadas por el sacerdote que celebra la Misa, el pan y el vino se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Jesús.

Aparte de otros muchos problemas[4] que plantea el tema de la transustanciación, quiero destacar la siguiente dificultad contra la idea misma de la transustanciación en el mismo momento en que Jesús pronunciaba esas palabras.

Si la transustanciación fuera real, al pronunciar Jesús las palabras del pan y del vino, la sustancia de su cuerpo tendría simultáneamente tres estados con apariencias completamente diferentes: el estado real del cuerpo de Jesús mientras  ofrece a su amigos el pan y el vino; el estado del cuerpo de Jesús en el pan que les imparte  y el estado del mismo cuerpo en el vino que les ofrece. En aquel momento, el cuerpo de Jesús  tendría dos presencias reales distintas y simultáneas.

El pan partido por él ya no tenía la sustancia del pan, sino la del cuerpo que con sus manos lo bendecía, lo partía y lo daba a sus discípulos. Lo mismo sucedía con el vino.

Cabe preguntar: ¿Jesús tenía una sola sustancia corporal que a la vez se manifestaba en tres cuerpos muy diferentes: la de su cuerpo presente, la del pan también presente y la del vino? ¿Lo habrían entendido así los apóstoles, que no eran precisamente ilustrados teólogos? ¡Demasiado para la mente humana!

¿Es imprescindible tener que aceptar esos dogmas para ser un seguidor del mensaje de Jesús? Según el texto del Juicio Final antes analizado, parece que no.

En la Naturaleza hay muchos problemas que superan la capacidad de nuestra razón para encontrarles  una respuesta, pero no son dogmas que prohíban someterlos a reflexión. El Creador nos da una capacidad de razonar y analizar, no para que la archivemos, sino para que la usemos. Unos hombres (sobre todo, jerarcas religiosos) nos quieren poner fronteras a esa capacidad simplemente “porque Dios lo quiere”, como dicen algunos que se creen en posesión de la Verdad y delegados por Él para interpretar su voluntad.

Pero sigamos con el tema de la transustanciación. También se podría objetar que el concepto de “sustancia” es muy propio del pensamiento occidental desde que Aristóteles lo desarrolló. Este concepto no existe en otras muchas culturas. Para llevar a esas culturas y sus religiones el concepto de “transustanciación”, primero parece que sería imprescindible introducirlas a la filosofía griega. Es un concepto que afecta no sólo a la concepción del hombre, sino también a toda la cosmovisión que tiene Occidente y que, por tanto, también afectaría a la cosmovisión de los pueblos a los que se quiera llevar esta doctrina teológica. Y cambiar la cosmovisión de un pueblo no es cosa fácil. Cada cosmovisión tiene raíces muy profundas y muy difíciles de cambiar. Además, ¿con qué derecho podemos imponer nuestra cosmovisión, eliminando las demás?

Seguramente que el fenómeno de la proliferación de iglesias cristianas en África, que no siguen las directrices del Vaticano, se deba en gran parte a que se resisten a ser colonizadas intelectualmente. La teología occidental , a veces, es difícil de encajar en las mentalidades étnicas africanas. Ellas tienen su propia teología y su filosofía.

A propósito de este tema, acabo de leer un informe sobre el teólogo cristiano africano Monseñor Tharcisse Tshibangu. Este teólogo se opuso al rector de la Facultad de Teología de la universidad de Lovanium de Kinshasa (RDC) el prelado belga Alfred Vanneste. Éste defendía la universalidad de la teología cristiana. Tshibangu se opuso a esa tesis defendiendo la necesidad de una teología propiamente africana. Para él, la teología cristiana de Occidente no tiene un valor universal. Está demasiado encajonada en la filosofía occidental[5].

Tenemos otro ejemplo del desencuentro entre el pensamiento occidental de la teología vaticana y el pensamiento negroafricano en la oposición de los obispos africanos a la encíclica del papa francisco Fiducia Supplicans sobre la bendición de las parejas homosexuales por parta de la Iglesia.

 

Cosismo en la concepción católica de la Gracia Santificante

Muy ligado al tema de la Eucaristía está el tema de la Gracia Santificante, que ya trato en otros escritos. Aquí quiero sólo de paso recordar el cosismo de la teología católica cuando se refiere al tema de la gracia como estado del alma.

En torno al concepto de “gracia” gira toda la teología católica. Se trata de la Gracia Santificante como si ésta fuera una cosa. Se puede, mediante los sacramentos, ganar y perder, conceder o denegar, y conseguirla en mayor o menor grado o cantidad, según la disposición del creyente. Se pierde con el “pecado mortal” dejando una “mancha” en el alma. En los adultos se gana mediante el bautismo y la confesión previo arrepentimiento de los pecados.

Se habla de la gracia como de una cosa cuantificable. Un texto que refleja esta teología es el siguiente:

Sobre la medida de la gracia sacramental: Puesto que la gracia se imparte en los sacramentos ex opere operato (por obra del mismo acto sacramental), podría parecer que se da en la misma cantidad siempre y para todos. Sin embargo, según el pensamiento dominante, la gracia sacramental se da en mayor o menor cantidad, según sea la predisposición del que recibe el sacramento. Y esto es así, no según sea el mérito de esa predisposición, sino porque Dios lo quiere así[6].

El argumento “porque Dios lo quiere así” es de lo más cómodo que se puede pensar. ¿Y, si un teólogo dijera que no es así, porque Dios no lo quiere así, quién tendría razón? ¿Según qué criterio podríamos saberlo? Los cristianos que niegan la transustanciación en el sacramento eucarístico no aceptan que todo lo anterior sea así “porque Dios lo quiere así”.

El ”porque Dios lo quiere así” es una señal muy clara de que no hay respuesta.

 

La gracia como relación personal de amistad

Frente a esta concepción cosística de la Gracia Santificante propongo una visión mucho más sencilla  y abierta a teologías de otras religiones. El problema de la relación del hombre con el Ser Supremo, como quiera que se le llame, tiene distintas conceptualizaciones en cada una de ellas.

En algunas como la judía se presenta a Dios ante todo como un juez que juzgará  si hemos cumplido o no la Ley de Moisés. Es un Dios de la Ley y los Ejércitos (Sebaot). Es una visión juridicista.Los nombres de Dios, una creación humana Para un vikingo, Odín nos juzgará, ante todo, por nuestro comportamiento en la guerra, nuestra valentía guerrera o nuestra cobardía. Para otras muchas religiones, seremos juzgados ante todo por nuestros cumplimientos rituales: si hemos ofrecido los sacrificios correspondientes o si hemos cumplido con otros muchos ritos. Se podrían citar muchos ejemplos.  Sobre el Ser Supremo y dioses secundarios hay visiones de todo tipo, que condicionan las relaciones de los respectivos creyentes con ellos.

Jesús de Nazarez ofreció una visión basada en la concepción de Dios como un Padre que ama sin límite a sus hijos, dispuesto a perdonar siempre cuando cometan ofensas, con tal de que se  arrepientan. Propone, por tanto, una relación filial. Pide que nos comportemos como verdaderos hijos del Padre.

Se trata de una relación personal de amistad. La amistad se puede ganar, se puede perder y se puede recuperar independientemente de todo rito. Se trata de una relación interpersonal, no de una cosa que se adquiere o se pierde. No de una cosa que se transmite ritualmente por medio de sacramentos.  El que la rompe la recupera en cuanto se arrepienta sinceramente de la acción que provocó su ruptura. La imagen del Padre que nos presenta Jesús es la de un Padre que ama profundamente a sus hijos y que está deseoso de recuperar a aquellos que se han descarriado.

El-Creador-y-el-hombre-595x268 LA EUCARISTÍA CATÓLICA. OTRA VALORACIÓN
Relación personal y directa entre Dios y el hombre.
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Esta relación personal con el Creador es muy directa entre el creyente y Él. No está condicionada a intermediarios ni a sacramentos, como quieren ser las instituciones sacerdotales en las distintas religiones.

 

La Eucaristía como reunión de los cristianos
en nombre de Jesús

Con este análisis y esta valoración de la Eucaristía en la Iglesia Católica no quiero en absoluto devaluar la importancia de este rito en la vida de los cristianos. Todo lo contrario. Jesús dijo que dondequiera que sus seguidores se reunieran en su nombre, él estaría entre ellos.

Soy plenamente consciente de que este análisis resulta inaceptable para la jerarquía católica. No es fácil someter a crítica creencias tan arraigadas durante siglos. Tendemos a ser cómodos. No es fácil renunciar a la seguridad que nos ofrecen nuestras creencias. Sentirse en la posesión de eso que se llama «la Verdad» es muy halagador.

La fe ortodoxa u oficial es una fe que renuncia a ejercer la propia capacidad de reflexionar. En el Catecismo de la Iglesia Católica se habla varias veces de la fe segura, es decir, de la fe ciega, la que no plantea dudas ni pregunta demasiado.

Sin embargo, ¡qué difícil resulta evitar que nos asalten dudas! Si dudo de la verdad de ciertos dogmas que chocan frontalmente con mi razón, no puedo menos de pensar quién tendrá razón, el dogma o mi razón, la que el mismo Dios nos da a todos.

Viene a cuento la gran consigna de Kant sobre la Ilustración: ¡Atrévete a pensar! (Sapere aude!), que cito muchas veces. Y el conocimiento de otras religiones y otras culturas ayuda a tener ese valor y da pautas para poder razonar mejor.

Me parece importante que la Iglesia, si no quiere seguir enfrascada en sí misma, necesita volver a la sencillez del mensaje de Jesús. Necesita que esa sencillez se manifieste en sus apariencias: sobran tiaras y báculos. Sobran esos títulos tan rimbombantes como canónigo, obispo, cardenal, etc. Sería más revelador de la misión evangélica que  quieren transmitir ponerles nombres más expresivos de su servicio y no símbolos propios de Reyes y Príncipes.

Sus liturgias resultan demasiado enrevesadas y aburridas para unos tiempos en los que todo sucede muy de prisa. Prueba de ello es observar la ausencia de jóvenes y no tan jóvenes en la celebración de la Misa los domingos. Cualquiera puede comprobar que sólo asisten personas mayores y apenas algún que otro joven.

La misa con la partición del pan,  como reunión de los cristianos, es una preciosa forma de manifestar su fe. Se puede hacer sin ningún tipo de sentido sacrificial. Dios no necesita de sacrificio  alguno y, mucho menos, de sacrificios sangrientos ya sean reales o simbólicos. Pecado y redención en el cristianismo. Otra visión.

Recordar la vida de Jesús y especialmente su última cena con sus amigos me parece la principal obligación de los cristianos. Es un deber de agradecimiento por su mensaje y también a todos aquellos que lo transmitieron hasta llegar a nosotros. Y no podemos ocultarlo. Debemos seguir transmitiéndolo a nuestros hijos. Los que vengan detrás de nosotros también tienen derecho a conocerlo.

Los ritos y las liturgias cristianas toman diversos caminos en las distintas corrientes de la fe cristiana. Su sencillo mensaje permanece el mismo y se propaga como el grano de mostaza de su preciosa parábola agrícola.

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[1] S. Mat. 12,7.

[2] Mateo, 25,31-46. Se podría objetar que este texto del Juicio Final no salió de la boca de Jesús. Sin embargo, una cosa es cierta: Si Mateo describe con tanta concreción y sencillez el criterio de salvación y condenación que se aplica es porque Jesús se lo ha enseñado de alguna manera. Ese criterio coincide plenamente con la conducta de Jesús con los más necesitados y marginados sociales. Fue su enseñanza fundamental.

[3] D. Ruiz Bueno: Padres Apostólicos. BAC. Madrid, 1967 p. 91.

(4) Véase J. Avelino de la Pienda: Antropología Transcendental de K. Rahner. Una teoría del conocimiento, de la evolución y de la historia. Universidad de Oviedo, 1982, pp.    Idem: 2001: “El ethos de la muerte”. Rev. Thémata. Revista de Filosofía,  nº 26, pp. 85-106.

[4] Sobre las distintas teorías teológicas sobra la transustanciación que se produce en el sacramento de la Eucaristía véase J. A. de Aldama: De sacramento unitatis christianae seu de santissima Eucharistia, en VV. AA. SACRAE THEOLOGIAE SUMMA. BAC, IV, pp. 218-232.

[5] Véase la revista Mundo Negro nº 678, febrero 2022, p. 17.  Hay una filosofía bantú, que ya ha sido estudiada y que aporta a la mentalidad africana otra concepción del hombre, de Dios y del Universo. Es una cosmovisión distinta a la de Occidente. Véase. J. Avelino de la Pienda: “La visión del mundo y Derechos Humanos en las tradiciones negroafricanas”. Rev. Magister, nº 18, 2002, pp. 61-88. Idem: “La fuerza de la religión en la cultura bantú”. Rev. Lucus, nº 3, 2002, pp.193-229

[6] De mensura gratiae sacramentalis: Cum gratia in sacramamentis detur ex opere operato, videri posset quantitatem gratiae sacramentalis dari semper et pro omnibus eamdem; est nim idem sacramentum. Communis tamen et certa sententia est, gratiam sacramentalem dari maiorem et minoren secundum diversam dispositionem subjecti suscipientis sacramentum. Non quidem ideo quia haec dispositivo mereatur gratiam, sed ex libera determinatione Dei… (Iosepho A. de Aldama: Theoria generalis sacramentorum, en VV. AA.: o. c.,  p . 55s.)

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