La mentira como herramienta política
La mentira como herramienta política
Es alarmante el uso que se está haciendo actualmente de la mentira como herramienta política en la democracia española. Se usa sin ningún tipo de pudor. Se buscan unos fines y, para conseguirlos, se sacrifica toda verdad. El fin justifica los medios.
No existe ninguna ley o artículo de ley que castigue debidamente la mentira en política. Se puede argumentar que, en democracia, la mentira se paga en las urnas. Pero eso no basta, si los ciudadanos no están concienciados de que la mentira se debe castigar. El adoctrinamiento les puede hacer insensibles y, de hecho, así está siendo. ¡Calumnia que algo queda!, dijo en su día Alfonso Guerra.
Además, según el político mentiroso, la menytira forma parte de la libertad de expresión, que un derecho fundamenbtal.El abuso de la libertad de expresión no es un derecho
Aclaremos algunos conceptos
Hay mentira cuando se tiene la intención de engañar a otro. No se debe confundir con el error. El error es inconsciente e involuntario. No se cometen errores intencionadamente. La mentira se da cuando no hay coincidencia entre lo que se dice o se hace y lo que se piensa, para engañar a otro. Y ese otro ha de ser otra persona o ser libre. Es una forma de condicionar la conducta libre de otras personas. Muchos políticos utilizan la mentira como herramienta política para engañar y manipular la voluntad (el voto, por ejemplo) de los ciudadanos.
No es mentira moralmente imputable cuando se engaña a un animal. Toda mentira es un engaño, pero no todo engaño es una mentira. Los animales también se engañan unos a otros. Son muchos los que disimulan ser lo que no son para cazar a su víctimas; otros lo hacen para camuflarse frente a sus depredadores. Lo hace el pulpo, el camaleón y tantos otros. El que se quiere camuflar es como si dijera: “yo no estoy aquí. Lo que ves es una parte más de la arena, de la roca, del árbol, de la hoja o de cualquier otro entorno. Sin embargo, no se puede decir que los animales sean mentirosos.
La mentira es cosa de personas libres. Se apoya en el principio más inmoral que existe: EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS. Se miente para conseguir algo y se miente sabiendo que se miente. Lo importante para el mentiroso es el fin que con la mentira quiere conseguir. Y, de la importancia social que tenga el fin buscado, depende la gravedad moral de la mentira.
Formas de mentir
Mentir por miedo. Es un hecho muy frecuente. Hay quienes mienten porque temen un castigo, una amenaza exterior o simplemente la desaprobación de la propia conducta, del propio pensamiento o por no desagradar a otro con la verdad.
Mentir forzado. Se da cuando en ciertos interrogatorios se obliga, bajo graves amenazas al presunto culpable, a confesar actos que no cometió. Él sabe que no es verdad lo que declara. Sin embargo, dice lo que el interrogador con amenazas quiere que diga, para hacerlo constar en su contra o contra un tercero. Puede optar por decir la verdad y padecer la amenaza o por mentir y así evitarla. En realidad, es una forma extrema de mentir por miedo. Esto es muy frecuente en lasa dictaduras políticas.
Mentira piadosa: Se dice de aquella que se hace para hacer un bien a otro o para evitar un mal mayor como ocultar a un enfermo la gravedad de su enfermedad, u ocultar a un perseguido al que buscan por razones políticas, ideológicas, religiosas o por venganza, etc.
Mentira jurídica. Se miente para defenderse a sí mismo. El reo tiene derecho a ocultar su delito, ya sea negándolo ya sea no revelándolo. El reo no está obligado a acusarse a sí mismo.
Mentir dañino para otros: Se busca un bien propio a costa de perjudicar a otros. Se da, por ejemplo, cuando se oculta la verdad de la propia culpabilidad de un acto y se busca que esa culpabilidad caiga sobre otro. Se da cuando un asesino busca que se condene a otro por el crimen que él mismo ha cometido; borra todas las huellas de su crimen o busca engañar a la policía y a la justicia por el medio que sea. Este tipo de mentira es muy frecuente en otra infinidad de casos menores. Aquí entraría también la mentira envidiosa, que busca agrandar los defectos del envidiado y empequeñecer sus cualidades y méritos.
Mentir ideológico y religioso: Mentir por razones ideológicas o religiosas es tan frecuente que no se considera inmoral, sino todo los contrario. La ideología o la propia religión están por encima de toda otra forma de verdad moral. Por tanto, su moralidad justifica el mentir. El Partido Comunista, por ejemplo, así como otras formas de dictadura ya sea política o religioso-política, se erigen a sí mismos como norma del bien y del mal, de la verdad y de la no verdad. Mentir por el Partido o por la propia religión está justificado.
Actualmente, tenemos un claro ejemplo en los islamistas. Sus “maestros” les piden que se inmolen por la causa islamista. Para conseguir que lo hagan, les aseguran el Paraíso musulmán en la otra vida. Además, les prometen toda clase de favores a sus familias y a ellos se les declara “mártires” y se les concede el título de “héroes”. Y, con esa finalidad, el terrorista se oculta de mil maneras, para engañar a los demás sobre sus intenciones. Sin embargo, quienes les inducen a ese sacrificio nunca se sacrifican a sí mismos. Piénsese en cuántos mandó Osama Bin Laden al sacrificio, pero estaba muy lejos de su mente el sacrificarse a sí mismo. Y como él muchos otros líderes islamistas. ¿Esos líderes dicen la verdad a los que envían al suicidio en defensa de su religión? Si les dicen la verdad, ¿por qué no se sacrifican ellos mismos?
Otro ejemplo muy similar al anterior es el caso de los terroristas etarras y de otras organizaciones criminales. Justifican la muerte de los que ellos matan porque es necesario para la Causa. Por la Causa tienen que morir otros, pero ellos nunca se sacrifican. Y bien que se esconden de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Llevan la mentira en el alma.
El mentir político en democraciahttp://Los comunistas españoles son los mismos bajo distintas siglas y partidos
Aclarado el concepto, hay que decir que la mentira en política es el pan nuestro de cada día. Es un hecho evidente en las dictaduras de cualquier color que sean. Pero lo considero especialmente grave en el sistema democrático español actual. Se presume de valores humanos, de derechos humanos. Se critica la violación de los derechos humanos. Y, sin embargo, se olvida o se desprecia uno de los derechos humanos más elemental: el derecho a conocer la verdad de lo que los políticos prometen en sus campañas electorales.
Decir hoy una cosa y mañana lo contrario no tiene importancia. El mal ejemplo de los dirigentes políticos no importa. Si ellos roban o malversan el dinero de todos, parece que tienen derecho a permitírselo a sí mismos, pero se muestran muy solícitos para denunciarlo, si lo hacen los demás. Al ciudadano de a pie no se le perdona ni un euro en la declaración de su renta.
Visto el comportamiento de algunos altos cargos del Gobierno, parece que en política todo vale. La moral no existe. Incluso se aplica de forma expresa el principio de “calumnia, que algo queda”, “miente, que algo queda”.
Y todo por alcanzar un fin: el poder. Alcanzar el poder justifica los medios. El político honrado y sincero es más bien una excepción. Lo más corriente es el político que miente.
La mentira política es uno de los mayores enemigos del sistema democrático en el que vivimos. Y ese problema se agrava aún más con el hecho de que los votantes, aún sabedores de esa mentira, no la castigan con sus votos. Es un verdadero cáncer de nuestra democracia española actual. Nuestra democracia está gravemente enferma de mentira.
Un partido tan importante para el sistema democrático español como el socialdemócrata PSOE, a pesar de los “cien años de honradez de los que presume”, está utilizando la mentira para irlo minando. Lo ha hecho con gran descaro en los gobiernos de Zapatero. Ahora lo está haciendo con un cinismo descarado en el gobierno de Pedro Sánchez. Mentir da réditos políticos.
Es evidente que en todos los partidos políticos hay mentirosos, pero es especialmente manifiesto y grave lo que ha sucedido y está sucediendo con estos dos gobiernos. Con Zapatero era muy difícil llegar a acuerdos de Estado con los otros partidos. Lo que decía hoy lo desmentía mañana. Con Pedro Sánchez sucede lo mismo.
Con esta crítica no quiero ofender a tantos y tantos socialistas honrados. Es una pena que no sean ellos los que gobiernan actualmente. Además, quiero dejar bien claro que para mí el PSOE, como partido socialdemócrata, es indispensable para la buena salud de nuestra democracia.
No hay que olvidar que la riqueza de algunos, no limpiamente acumulada, se vuelve pobreza para muchos. El rico, con demasiada frecuencia, se vuelve avaricioso y necesita un freno. Ese freno sólo un gobierno firme en sus convicciones democráticas lo puede poner. Y el Partido Socialista es fundamental para esa función.
En nuestra democracia actual, se tolera la mentira del político. Mentir no tiene consecuencias. Eso revela un grave problema moral de fondo: la ideología está por encima de la honradez. El Partido es lo más importante. Si mi jefe miente, si mi gobierno miente, no se lo tengo en cuenta. Es un mal menor tolerable, dirán muchos de los militantes.
Dentro de las democracias occidentales, y sobre todo en la española actual, se debería tomar más en serio la mentira y debería ser castigada con mucho más rigor. Creo que es un deber de los medios de comunicación desenmascarar la mentira en política. Es una de las mayores urgencias en nuestro sistema democrático, pero que no sea a base de otros engaños. Se echan de menos políticos sinceros, que no teman perder el puesto por decir la verdad. ¡Qué poco abundan! También se nota demasiado la politización de la mayor parte de los medios de comunicación, aunque digan que cuentan la verdad y que son objetivos.
Toda esta situación me recuerda aquella exclamación del gran Cicerón ante los abusos del emperador Catilina: Quousque tandem Catilina abuteris patientia nostra! (“Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia”).
La educación contra la mentira
La tolerancia actual hacia la mentira es un grave problema de fondo, que sólo con un compromiso serio en el sistema educativo se podrá ir erradicando. Es una tarea que atañe tanto a la religión de cada uno como al Estado. Esa educación debería empezar en la propia familia. Pero es el Estado el que, con sus leyes de educación, debería afrontarla como parte esencial de la educación programada.
Deberían ser un capítulo muy importante en todo el sistema educativo los siguientes apartados: Una educación transversal, como se llamaría ahora, sobre la verdad y la mentira: enseñar el hábito de decir la verdad como un aspecto fundamental de la honradez; decir la verdad incluso aunque, a veces, pueda ser en perjuicio propio; enseñar a ser “una persona de palabra”, como se decía antes. Recuerdo que en mi pueblo los vecinos para resolver conflictos nombraban a aquella persona de la que se podían fiar , para leer o redactar testamentos o escrituras de compraventa por parte de aquellas personas que no sabían leer ni escribir, etc.
“Ser una persona de palabra” hoy no se lleva. Pedir a un Zapatero o a un Pedro Sánchez, incluidos políticos de otras formaciones, cumplir con su palabra una vez dada es pedir peras al olmo. La mentira es su táctica de cada día. Y por mucho que se repita la mentira no deja de ser una violación del derecho humano a saber la verdad por parte de aquellos a los que representan.
También es bien conocido que destacados miembros del PP se sirvieron de la mentira en provecho propio. Pero no es menos verdad que ha sido el PSOE el que más se ha servido de acusaciones falsas para derribar a sus adversarios políticos. Basta hacer un repaso de los casos, judicialmente sobreseídos, presentados en sus denuncias. Ni tampoco los tres presidentes que hubo del centro derecha: Suárez, Aznar y Rajoy, se sirvieron de la mentira con el descaro con que lo hizo Zapatero y ahora lo hace Pedro Sánchez. No vale decir que «son todos iguales». Decir eso es un forma de disculpar al mentiroso.
Nuestra democracia está enferma de tanta mentira impune. Es urgente que se establezca un sistema educativo para erradicar ese hábito tan enfermizo con el que algunos llegan a los más altos cargos de nuestra democracia. Una democracia en la que la mentira de los políticos siempre se perdona corre el riesgo de destruirse a sí misma. La nuestra corre ahora mismo ese peligro con este gobierno aupado por un partido comunista, que se rige por el más inmoral de los principios: el fin justifica los medios.
Luchemos, pues, porque el hábito de decir la verdad gobierne nuestra sociedad.
Ya el profeta iraní Zaratustra presentó la lucha entre el Bien y el Mal como una lucha entre la Verdad y la Mentira.