ASTURIANU O CHAPUCEAR CASTELLANO. I

ASTURIANU,

UNA LENGUA ARTIFICIAL

llabrando-pepe-y-julia-de-ca-pachc3b3n-la-pienda ASTURIANU O CHAPUCEAR CASTELLANO. I
L’asturianu no se corresponde con la vida rural de los bables. Intenta una síntesis de todos ellos. Resultado: un asturianu descafeinado, sin la típica música y cadencia de cada bable, una especie de chapuza de castellano con palabras bables tomadas de aquí y de allá, según criterios que se antojan bastante arbitrarios. Suena a cierto paletismo, si se admite la palabra.

Lenguaje del labrador con sus vacas labrando la tierra:

!Ale¡ !Ale’, !vah¡, !arre¡, !toma Paloma, toma¡, !uooo¡

L’ asturianu es una lengua artificial que se quiere imponer como lengua oficial a los asturianos. Sin embargo, los asturianistas nunca se atrevieron a pedir una consulta a todos los asturianos sobre el tema.

Lo quieren ir imponiendo poco a poco en todos los niveles de la enseñanza, en las instituciones de la administración pública y emborronando los letreros de nuestras carreteras. Como asturiano me opongo a esa imposición y expongo mis razones.

En la casa asturiana tradicional cada animal doméstico tiene su propio nombre, como si fuera una persona, lo conoce y responde a él. Todo es familiar: personas, animales, herramientas, vivienda, cuadra, pajar, tendejón, cubiles, panera u hórreo, huerto, huertas, fincas próximas y otras lejanas, prados, tierras de labranza, lotas (lotes) de monte común, caminos, caleyas, etc.

En torno al mundo de la casa está su co-mundo o entorno: los vecinos y la Naturaleza, que puede ser de valle o de montaña, de llanura y de pendiente, con río o sin él, con arroyos y regueras, terrenos de regadío o de secano, fincas de cultivo o de arboleda.

El vivir cotidiano en esas circunstancias es el origen de nuestros bables asturianoshttp://EL ASTURIANU NO TIENE FUNDAMENTO VITAL. Tan ligados a sus sonidos y su música, a su armonía, a los detalles y matices de ese vivir cada día; ligados a cada valle, a cada puerto de mar, a cada zona de montaña, a cada tipo de labor.

Cada bable es  como un espejo en el que se puede ver cada modo de existir de ese asturiano atado a su terruño, a su forma de trabajo, de relación vecinal, de convivencia con animales y plantas.

Y, para hablar cada bable, es imprescindible vivir sus propias circunstancias. El bable, cada bable, sólo se aprende viviéndolo. No vale aprenderlo en la academia.  La academia te puede enseñar sus reglas, sus etimologías, sus morfologías, etc. Pero es incapaz de transmitir uno de sus elementos más esenciales: su música. Cuando se oye intentar hablar  asturianu a un locutor de radio o de la TPA haciendo terminar  en -u palabras castellanas, uno tiene la impresión de un cierto rechinar y una sensación de ridículo.

Esas ataduras hacen que el bable solo pueda ser plural, como la misma Asturias. No es Asturia, es Asturias. No es el bable. Son los bables. Juntarlos en uno sólo es deformarlos a todos.

Si Asturias hubiera sido un imperio tal vez hubiera unificado sus bables y hubiera difundido uno solo, como sucedió con el castellano, aunque ello tendría que ser a base de anular y sustituir la forma originaria de vivir de sus pueblos. El imperio impone una sola forma de hablar, como sucedió con el latín.

Por todas estas y otras muchas razones pregunto: ¿Es justo imponer  a los labradores de la imagen descrita anteriormente un asturianu inventado, que se nos quiere imponer como lengua oficial a todos los asturianos? ¿Habrá que obligarlos a ir al colegio a estudiar l’asturianu? ¿Tendrán esos labradores que renunciar a su forma espontánea de hablar para relacionarse con una forma de hablar que no sienten? He visto la rebelión que sienten muchos asturianos cuando oyen a esos locutores de radio o de la TPA chapucear castellano, o leen ciertos artículos de La Nueva España. Esoa no son los asturianos que hacen manifestaciones y provocan alborotos en las calles o que emborronan los letreros de las carreteras. Son los asturianos silenciosos que ven cómo se malgastan los dineros de sus impuestos en promover un asturianu con gran lujo de propaganda y de profesorado.

Actualmente están desapareciendo aquellas circunstancias que dieron lugar a los bables. Las modernas granjas de todo tipo de animales, los cultivos intensos de forraje, de verduras, de tubérculos, etc., sustituyen al modo antiguo de vivir en el campo. Se concentran fincas con la desaparición de sus nombres. Se emplean nuevas herramientas que anulan las antiguas. Se abandonan cultivos porque ya no son rentables.

Ya no quedan aquellas escuelas rurales y los niños van a colegios concentrados. Los jóvenes se van a la universidad. Cada casa tiene su coche cambiando totalmente la movilidad de su gente. Las granjas se automatizan. Muchas ya se gobiernan por ordenador, incluso a distancia. Un ganadero de hoy, con sus modernas herramientas, hace la labor de todo un pueblo de antes. ¿Habrá que obligarles a aprender un asturianu que nunca vivieron? ¿Habrá que inventar palabras «asturianas» para las nuevas herramientas y labores?

Todo el ambiente de la educación de niños y jóvenes es muy distinto al que dio origen a los bables. Éstos son ya dialectos muertos, que sólo hablan cuatro ancianos. F. Canella da una certera valoración cuando afirma que se trata de un «dialecto circunscrito a nuestra comunicación familiar y vulgar». Ello no resta su importancia como «una mina filológica del mayor interés para el estudio de las lenguas romances». Pero de ahí a querer convertirlo hoy en una lengua oficial de los asturianos va un largo trecho.

Entonces yo pregunto: ¿Para qué obligar a esos niños y jóvenes a aprender un asturianu, que ni es bable ni es castellano y que ni siquiera lo sienten los mismos que lo enseñan?  Si ya no se utilizan aquellas viejas herramientas, ni aquellas labores de labranza, ni aquellos cultivos, ¿para qué tengo que aprenderme sus nombres?

La mayor parte de los jóvenes se van del campo buscando trabajo en los centros urbanos, donde hablan el castellano que hablan todos, donde hay empleados de distintas partes de España. Tienen que aprender a manejar el ordenador y a navegar por las redes informáticas donde l’asturianu no les va a servir para nada.

En el campo quedan muy pocos de esos jóvenes que nacen en él. Su forma de vida ya tiene muy poco que ver con la de sus padres o abuelos. Atienden modernas granjas de ganado, con medios y técnicas para los que el bable ya no tiene palabras adecuadas.

Sus relaciones sociales no se limitan a los vecinos próximos. Están abiertas a una sociedad mucho más amplia, que va mucho más allá de los valles donde se formaron los bables. Tienen su coche para desplazarse sin límites. Las relaciones vecinales han cambiado: ya no se vive en los lavaderos de cada pueblo; de ellos sólo quedan restos. Ya no existen aquellos salones de baile en los que los jóvenes se encontraban. De las antiguas romerías sólo quedan recuerdos.

Las labores del campo tienen poco que ver con las antiguas. Las andechas no tienen sentido. ¿Acaso siguen las esfoyazas en alguna parte de Asturias? La despoblación del mundo rural parece un hecho irreversible. El panorama de casas rurales y de fincas abandonadas es desolador. Los que vuelven al campo lo hacen buscando mas bien un lugar de descanso y de contacto con la Naturaleza. Se recuperan algunos edificios, pero ya no es para vivir una vida rural a la antigua. Es para disfrutar de un fin de semana o de unas vacaciones. Ya no son lugares del lenguaje familiar en bable.

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Lavadero -bebedero. El ambiente originario, que desarrolló los bables, ha desaparecido. ¿De qué sirve un lenguaje que ya no responde a la vida de nuestros pueblos?

Si desaparecen aquellas circunstancias en las que se desarrollaron los bables, es lógico que estos desaparezcan también. Todo lengua es parte de la vida cotidiana. Si ésta cambia, la lengua también lo hace.

Los asturianistas se empeñan en resucitar muertos. No cesan en sus empeños de hacer oficial una lengua cargada de artificio que ya no obedece a un tipo de vida real. Me parece muy bien que se estudien los bables como joya cultural de la historia de Asturias. Forman parte de nuestra rica tradición. Otra cosa muy distinta es empeñarse en resucitarlos en una amalgama artificial de pretendida lengua, que coge palabras de aquí y de allá. Se nota demasiado que no es una lengua nacida de la vida.

Los asturianistas hacen muy bien en emplear sus esfuerzos en recopilar  esos bables, para que quede constancia en nuestros archivos y bibliotecas. Pero querer imponerlo en la educación de niños y jóvenes, querer imponerlo como lengua oficial, ya me parece un verdadero timo a los asturianos.

Una cosa es dedicar a nuestros bables minuciosos estudios como lo hicieron Jovellanos, Francisco de Paula, Caveda, Posada o F. Canella, por citar algunos, y otra muy distinta es crear un asturianu artificial y querer imponerlo como lengua oficial de los asturianos.

PD: Llevamos un tiempo asistiendo a las presiones de los asturianistas sobre el gobierno regional, para que se apruebe la oficialidad del asturianu. Es el actual momento de su particular proceso, trazado hace tiempo siguiendo los pasos de los independentistas catalanes. Luego vendrá la reclamación de la inmersión lingüística. Se pedirá el conocimiento del asturianu para toda clase de oposiciones a puestos públicos del Principado. Se demonizará a todos aquellos que no conozcan ese invento.  De esa manera se irá impregnado la sociedad asturiana de ese odio que ya divide a los catalanes. Basta escuchar el discurso del super-científico Xosé Luis  García Arias en la presentación de su estudio etimológico del asturianu.

Pasito a pasito se van haciendo con puestos de trabajo y cargos públicos pagados con los impuestos que nos imponen a todos los asturianos. Hay mucho dinero para los asturianistas, pero falta para necesidades mucho más urgentes que el asturianu. No hace falta citarlas. Cada lector sabe de muchas de ellas.

Los asturianistas nos quieren encerrar tras los Picos de Europa, aislándonos con una lengua totalmente artificial, aunque muy rica en dividendos para sus promotores.

 

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