La libertad es difícil de alcanzar. Me refiero sobre todo a la libertad de conciencia en sus distintas dimensiones. Exige esfuerzo, es tarea permanente, es utopía siempre lejana. Su camino es árido y lleno de riesgos. Se necesita valor, decisión, amor propio, para emprenderlo y no abandonarlo en momentos difíciles. Tiene enemigos internos a uno mismo, como la propia tendencia a la comodidad, la pereza, el propio miedo a los riesgos que conlleva y las inclinaciones inspiradas en el egoísmo insociable.
¡Atrévete a ser libre!
La libertad es difícil de alcanzar. Me refiero sobre todo a la libertad de conciencia en sus distintas dimensiones. Exige esfuerzo, es tarea permanente, es utopía siempre lejana. Su camino es árido y lleno de riesgos. Se necesita valor, decisión, amor propio, para emprenderlo y no abandonarlo en momentos difíciles. Tiene enemigos internos a uno mismo, como la propia tendencia a la comodidad, la pereza, el propio miedo a los riesgos que conlleva y las inclinaciones inspiradas en el egoísmo insociable.
Es la más temida por toda clase de autoridad exterior: La temen todas las formas de poder social, sea religioso, civil o militar. Nada temen más que la libertad de aquella persona que no sólo es capaz, sino que, además, se atreve a pensar por sí misma.
Tiene su esencia más profunda como libertad religiosa y es a la que más se renuncia por la mayoría de la gente. No se trata de la libertad religiosa social y política, sino de la libertad religiosa interior, porque precisamente las religiones buscan la plena sumisión de esa libertad interior. Ese tipo de sumisión la buscan también las ideologías totalitarias. Amenazan con pecados e infiernos de todo tipo, si no renuncias a ella.
Puedes hacer esa renuncia. Esa posibilidad forma parte de la esencia de esa misma libertad. El hombre no es libre para ser o no ser libre, pero sí lo es para renunciar al ejercicio de su propia libertad. En uso de esa capacidad de renuncia se hacen votos de obediencia más o menos explícitos a distintas religiones, ideologías, partidos políticos, tradiciones culturales, sectas, opciones científicas, etc. El ser humano necesita escoger caminos concretos para ejercer la libertad o renunciar a ese ejercicio.
Por otra parte, sabe que su libertad no es capricho. Tiene que saberla conjugar con la libertad de los demás. Es más, sin el reconocimiento de la libertad del prójimo, no podrá desarrollar y ejercer en su nivel más humano la propia libertad. El dictador y el tirano no pueden ser verdaderamente libres, porque coartan la libertad de los demás.
La libertad no se basa en la propia autosuficiencia. Necesita conocer previamente, para poder elegir después. La libertad no es cosa de ignorantes. A más ignorancia menos capacidad de ejercicio de la propia libertad.
La historia de la humanidad acumula una inmensa sabiduría, que está ahí, para quien sepa leerla y aprender de ella. Esa sabiduría ofrece muchas posibilidades para elegir y ejercer la libertad.
Eso que se suele llamar “cultura occidental” ha convertido esa libertad de conciencia en un derecho fundamental del hombre. Y la libertad, sin matices, se ha convertido, dentro de ese círculo cultural, en un verdadero mito o idea-fuerza de toda esa sociedad. Sin embargo, esa idea-fuerza con demasiada frecuencia funciona en contra de la misma esencia de la libertad. Se la utiliza para subyugar a otras culturas y tradiciones, para colonizarlas y someterlas a su dominio. Pienso que no es democrático imponer nuestro sistema democrático a aquellos pueblos cuyas mentes no están preparadas para asumirlo. Esto lo desarrollaré en otro artículo.
Por otra parte, la libertad, que tiene su quintaesencia en la libertad de conciencia, es la más bella de las utopías que el ser humano puede soñar. Hacia ella apunta el “Mito de la Caverna” en La República de Platón, el ideal del sabio en los estoicos, el Poema del Maestro mecánico en la obra Ilusiones de Richard Bach, o el lema kantiano de la Ilustración Sapere aude¡ (“¡Atrévete a saber!”). A ella se acercan los grandes místicos de todas las tradiciones religiosas, siempre tan incómodos para las ortodoxias respectivas. Ella forma parte siempre fundamental de muchos paraísos (Cielos) escatológicos, si no de todos.
De esa utopía y en la medida en que uno se acerca a ella forma parte una felicidad y una paz que, una vez gustadas, ya no se cambian por nada: ni por el poder, ni por el dinero, ni por la fama.
Ese es, para mí el camino de la filosofía y el objetivo de fondo de todos mis escritos. Una filosofía que no sirve para ganar poder social, ni dinero, ni publicidad. Sin embargo, conduce hacia lo que el ser humano siempre ha buscado: la felicidad.
¡Atrévete a ser feliz!
La clave está en ti.
Ejerce tu libertad.
Aprende a elegir.